Emily

CAPÍTULO 39.

Pacific Beach era uno de los lugares más hermosos que había visto en mi vida, con las olas del mar chocando mansamente contra la arena donde se encontraban cientos de turistas disfrutando de las hermosas postales que se formaban con la oscilación de las aguas saladas y el inminente lienzo en el que se convirtió el cielo desde la mañana, nunca había visto un cielo tan perfecto, con las nubes disipadas, permitiendo que el sol brillase en todo su esplendor en un azul aún más brillante que el del mar.

Ya quería ver ese mismo cielo de noche.

Recargué mis brazos sobre el balcón, gozando de aquella vista que nos ofrecía el hotel que había pagado Noah, me sentía bastante mal por el hecho de que debía haber pagado una fortuna pero el simple hecho de apreciar aquel cielo nublaba cada uno de mis pensamientos.

Blue Sea era uno de los mejores hoteles en San Diego con una vista a Pacific Beach que con el simple hecho de pararte frente al balcón tenía demasiadas ganas de lanzarte desde el piso que estuvieras y fundirte en la arena. Obviamente, el que Noah estuviese detrás de mí, sujetando a Emily como si su vida dependiera de ello me detenía de hacer una locura.

— Llevas ahí una hora — comentó Noah, después de un rato —. ¿Quieres que por fin vayamos afuera?

— Es que sigo sin superar esta belleza — solté un fuerte suspiro —. Compensa el que haga muchísimo calor.

Escuché los pasos discretos de él tras mi espalda advirtiendo el que uno de sus brazos rodeó mi cintura enfundada en un bañador completo. Respiré hondo al sentir su pecho contra mi espalda, aún no me acostumbraba del todo el tenerlo demasiado cerca por más inocentes que fueran sus movimientos, por más lentos. Aún no podía.

Noah depositó un beso en mi barbilla, mandando ligeras corrientes eléctricas que llegaron hasta la punta de los dedos de mis pies, Emily tiró de uno de los mechones de mi cabello, despertándome de ese ensueño en el que Noah me había adentrado.

Muchas gracias, Ems.

— Te dejo que te cambies — susurró a mi oído. Le miré —- Emily y yo iremos abajo.

— Está bien.

El cielo azul resplandecía y el sol se reflejaba en el agua cristalina del mar que se veía grisácea a causa de la arena. Las sombrillas de los turistas junto con los tapetes de playa y uno que otro banco se veía desde lo lejos; de cuando en cuando aprecié a meseros que llevaban sobre sus cabezas las bandejas con cocos con popote y cubos llenos de cerveza.

Noah cerró la puerta llevándose a Emily, dejándome en la intimidad de nuestra habitación.

Íbamos a estar dos noches y tres días completamente solos — exceptuando a Miles y Tammy quienes se encontraban en la habitación del frete —, disfrutando de la compañía del uno del otro junto con aquel sentido playero que desde que habíamos puesto pie en el hotel había deseado explorar.

Me alejé por primera vez desde que habíamos llegado de la ventana, diciendo adiós a esa postal perfecta que la naturaleza me había regalado.

Nuestras maletas se encontraban sobre la cama, abiertas de par en par con una que otra prenda sobre la sabana — principalmente mía —. Noah se había cambiado en cuanto cruzamos puerta de la habitación, usando una camiseta de tirantes que le quedaba como anillo al dedo y un par de bermudas que preocupaban a mis inocentes sentidos por querer mirarle con ellas a cada momento. Emily, de igual manera, había conseguido el convertirse en la bebé más guapa de toda la playa, con aquel trajecito de baño color rojo de dos piezas y ese vestido transparente de playa de manga larga con florecitas alrededor, remarcando los bordes y la abertura en el centro que me recordaba a una bata de baño.

Sólo faltaba yo y no tenía ni la menor idea de qué había metido Tammy en mi maleta, ¿Había mencionado el que ella hizo mi maleta porque no me permitió llevarme mis calzas de siempre junto con unos pantalones de mezclilla y un par de blusas que me prestaron todas las chicas? Creo que ni ella sabía respetar mi equipaje ni yo sabía que llevar a una playa. No era mi culpa, nunca en mi vida había puesto pie en la arena.

Tomé asiento al borde de la cama, sintiendo la suavidad de la tela de las colchas bajo mis piernas; no sabía el por qué la mayoría de los hoteles ponían prendas de cama color blanco pero aun así, adoraba como adornaba la habitación color melón. Paseé la mirada alrededor de la sala, apreciando los muebles de color caoba oscura junto con las cortinas color hueso que ondeaban a causa de la suave brisa del exterior. El olor a mar se percibía en el aire y aquel calor particular de playa seguía vigente pese al aire acondicionado que se encendía automáticamente cuando colocaban la tarjeta cerca del contacto de luz.



#4985 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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