Noah se fue en la mañana como prometió.
Desperté de un mal sueño demasiado temprano pero no lo suficiente para verle marchar. Aún seguían en mi mente aquellas palabras dolosas que salieron de su boca, cientos de imágenes surcaron en mi cabeza, creando escenarios hipotéticos en donde caía y caía, viéndolo partir tras un engaño. ¿Cómo era posible que mi propio subconsciente creara tantas ideas lastimosas con alguien que me sacó del hoyo de mediocridad de forma repentina? Me obligaba a mí misma a romper todas aquellas hipótesis tratando de borrar esas palabras, esa mirada llena de pena y arrepentimiento. ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué justo ahora venía con aquello? Agradecía su sinceridad conmigo, el que no quisiese dejar un cabo suelo antes de comprometernos realmente, sin embargo, lo último que quería era que las cosas se pusiesen lo más cercano a incómodas entre nosotros
La misma pregunta rondaba en mi cabeza, ¿Podría haberme engañado? Y no hablaba de un engaño consistente a una noche de sexo tras una mala pasada de copas. Había tantas maneras de engañar a alguien que parecía demasiado injusto para un humano.
Tomé asiento al borde de la cama tras tenderla lentamente, quería mantenerme lo más distraída posible, obligándome a mí misma a pensar más en la textura de las sábanas que aquellas preguntas. Tammy mandó seis mensajes al menos una hora antes y seguían sin ser contestados, quedando en la bandeja de entrada como una alarma viviente de que no era sólo yo en éste contexto.
Tomé la iniciativa de olvidarme de todo y concentrarme en Emily quien con mucho esfuerzo logró sostenerse de sus bracitos consiguiendo así, el sentarse por sí sola. Sonreí en su dirección, percibiendo el regocijo de mi hija en sus ojos al apreciar su pequeño logro.
— Noah se ha ido así que tendrás que conformarte conmigo — Emily ladeó la cabeza, probablemente analizando las palabras que de alguna manera, comenzaban a tener sentido para ella.
La mayor parte de la mañana permanecí en la habitación, tratando de ignorar los insistentes mensajes de Tammy a mi teléfono; terminé apagándolo después de una hora de escuchar el mismo fragmento de la misma canción que tenía mi amiga por tono. Recostada en la cama, con el aire acondicionado acariciando mis pies desnudos miré el techo, realmente no tenía demasiadas ganas de salir fuera y terminar con un enrojecimiento severo en la piel y como si Emily sintiese lo mismo, ella parecía igualmente indispuesta a salir.
Arreglé mi maleta una, dos, tres veces hasta que me pareció bastante inútil el sacar y meter las mismas prendas en el mismo lugar de siempre; en mi equipaje, aún tenía una que otra prenda de Noah, sonreí al toparme con la camiseta negra que había tomado como mía ese día que dormí en su casa.
Me enfundé en la dicha prenda y con Emily tomé asiento en la cama, cubriéndonos apenas con la colcha que de alguna manera parecía lo suficientemente fresca para no sentirnos en un sauna.
Toy Story se emitía, consiguiendo el que no sólo mi hija permaneciese concentrada en el dinosaurio verde y un montón de soldaditos que carecían del movimiento de los miembros inferiores. Había pedido servicio a la habitación, terminando con un tarro de fresas con crema entre mis manos.
“¿Dónde está tu honor, basura?
Reí ante la cara de Woody.
Alguien tocó la puerta. Corrección, atacó.
A regañadientes salí de mi fortaleza, tejando mi tazón lejos dejé Emily tras darle una cucharadita de yogurt. Me sentí ridícula al asistir a la puerta sólo con una camiseta de chico puesta pero, no era como si los hoteleros no hubiesen visto cosas peores, estaba segura que el mirar a una chica con prendas de hombre encima sólo era algo más del día.
— ¿Quién es? — pregunté, pegando el oído a la puerta.
— ¿Quién más vendría a verte aparte de mí? — refunfuñó Tammy con un aparente estado de malhumor. Volvió a golpear la puerta con rudeza —. ¡Abre!
Giré los ojos ante su desesperación fingida, sin embargo, acaté su orden sin rechistar los dientes o al menos no visiblemente. Apreté los brazos alrededor de mi cintura y recorrí el espacio que me dividía de la puerta con la mayor lentitud posible, no quería enfrentarme a Tammy, no mientras seguía mulléndome en mi cama tratando de no deprimirme por la partida de Noah — sí que es eso no significaba el que estaba abatida.
Abrí la puerta con lentitud, Tammy se encargó de abrirla por completo, de un golpe. Verla frente a mí, con aquella faceta llena de madurez y sabiduría; preocupación y a la vez reprimenda provocó el que mis hombros se encogieran.