Allen me apretó aún más a su pecho sin la intención de soltarme, como si tuviese miedo de volver a tocarme, no sentirme presente. No podía juzgar ese miedo, yo misma comenzaba a sentirlo cada vez que sus dedos se deslizaban en ascenso y descenso por mi brazo.
Adrien me miró con seriedad desde su sitio, se encontraba al lado de Ray quien parecía nervioso ante la presencia del castaño, sólo lo miraba con nerviosismo implantado en los ojos. No podía afirmarlo pero estaba casi segura de que Ray y Allen se conocían.
Levanté la cabeza en dirección del castaño con discreción, tenerlo cerca era un suicidio, necesitaba el que me soltara y me permitiera respirar correctamente. La fragancia de su perfume impregnaba mis fosas nasales y la tela de su chaqueta de siempre traspasaba mi delgada sudadera. Me sentía desnuda a su lado, podía percibir cada movimiento, cada textura y aroma.
— No podemos interrogarlo aquí, está fuera de la ley — indicó Adrien con amargura. Notaba sus ansias por colocar a Ray bajo una lamparilla de lectura mientras imitaba al policía malo en la brega —. ¿Te haces cargo?
— Preferiría el llevar a Audri a casa — su brazo se aferró aún más a mí. Él no quería que dijera una sola palabra contradiciendo su idea. Me quedé callada —. Llévalo a la comisaría y que el comandante dé instrucciones.
— Audri es mi responsabilidad.
Allen le miró.
Yo lo miré.
Adrien apretó aún más las esposas de Ray provocando que éste emitiera una mueca de auxilio en su rostro. Me dolía mirar a mi único amigo del bar siendo llevado a una comisaría pero no podía hacer nada, conocía lo bastante a Adrien para saber que “NO” era su respuesta favorita para todas las ideas que podían pasarme por la cabeza.
A mi lado, el castaño reafirmó su agarre a mí, haciendo la más ridícula muestra de acho alfa que le había visto hacer. Allen nunca se portó así conmigo en anterioridad, ni siquiera en la playa cuando el musculoso y ególatra surfista intentó coquetear conmigo.
— Bien — un fuerte suspiro escapó de los labios de Allen, sentí su agarre cada vez más débil. No quería que se fuera pero tampoco pensaba decirlo en voz alta —. Llévala a casa sólo… permíteme hablar con ella un momento.
Adrien me miró un segundo antes de asentir.
Ray hiperventiló al ser víctima de la faceta dura de Adrien, no me agradaba la forma en que le trataba, él no era un sicario ni parte de la mafia que era buscada en toda Dallas, era sólo una víctima que como yo, había sido obligada a formar parte de un mundo que no quería.
Allen se alejó de mí unos centímetros al momento que estuvimos solos. El nerviosismo me absorbió, él se encontraba frente a mí, mirándome como si no lo hubiera hecho en años.
Fervientes ganas de abrazarlo me consumieron, necesitaba que me consolase, que me apretujara entre sus brazos y nunca me dejase ir. Apreté los puños a mis costados, controlando mis ansias por tocarlo, por besarlo.
— ¿Estás mejor?
Asentí con la cabeza sin mirarlo, no podía mentirle cuando sus ojos me escrutaban, cuando nuevamente, me estaba convirtiendo en un mar de lágrimas por mi hija.
Él se encontraba al menos a medio metro de mí y a pesar de ello, podía sentir un calor alrededor de mi cuerpo. Era una mentirosa si decía que el mirarlo no me afectaba porque… lo hacía en más de una forma.
Allen caminó con cautela hacía mí, intentando ser lo suficientemente lente para poder acostumbrarme a su cercanía. No entendía sus acciones, el por qué quería hablar conmigo, le había tratado tan mal que parecía injusto para él el siquiera preocuparse por mí.
Sentí una de sus manos intentando tomar la mía, no pude evitar temblar al entrar en contacto con la piel callosa de sus dedos a causa de las cuerdas de su violín. Habían pasado unos cuántos días y mi cuerpo parecía seguir derritiéndose ante su afecto con una sola caricia.
Se limitó a sujetar mis dedos con firmeza y dulzura; sus movimientos estaban llenos una timidez que era poco característico de él. Allen no era la clase de chicos que mostraba su inseguridad, él siempre sabía qué decir, cómo actuar.
Le desconocí.
— Te prometo que voy a encontrarla — se encontraba aún más cerca, acaparando mi espacio, consumiéndome. Nuestros dedos se entrelazaron suavemente, mandando corrientes eléctricas por todo mi torrente sanguíneo, alterándome —. ¿Me crees?