Emma: Escuela de Magia (crónicas de la Maga Silenciosa #1).

Capítulo 25: El punffle y Dala Sur.

Capítulo 25: El punffle y Dala Sur.

La temporada de invierno aún no había finalizado, pero por alguna razón, pese a lo habitual en años pasados, la densa capa de nieve que cubría cada rincón de tierra del alrededor de la escuela comenzaba a deshacerse. La blanca sábana al levantarse, se llevaba consigo parte de aquel frío helador, y con ello, las congeladas aguas del arroyo del bosque y del río del valle Soliazul volvían a correr de nuevo. Incluso el hielo de los tejados de Eythera se estaba derritiendo, y así, de los bordes de estos, peligrosas goteras escurrían y caían al suelo, mojando la capa de algún que otro alumno.

Es más, aquel comienzo de mediodía, el sol brillaba también con más intensidad de lo normal, y por un momento era posible desabrocharse sin miedo el primer botón del abrigo. Quizá por eso, porque era un día especialmente soleado, entre los primeros desde hacía mucho tiempo; aquella chica se había atrevido a salir de los calientes corredores para acabar sentada sobre una de las grandes piedras a un pie del arroyo. Como era costumbre suya, tan extraña, de sentarse en superficies tan duras e incómodas. Aunque ella no parecía estarlo. Más bien se mostraba tranquila, silbando alguna conocida melodía a la par que balanceaba sus piernas una y otra vez con el riesgo de casi tocar las aguas. La despreocupada chiquilla tampoco parecía estar absorta en algún tema trascendental, que la ocupaba últimamente. No, simplemente allí estaba, disfrutando de un precioso mediodía. 

En ese momento, un segundo personaje entró en escena, y no era aquel que en escaso tiempo después haría aparición. Era un diminuto amigo, del tamaño de una dama roja, ni un milímetro más. Pero eso no era lo más interesante en él. Era su cuerpo, peludo y esponjoso como algodón de azucarillo, del color de las tartaletas de miel y limón, un suave amarillento. Sus ojos grandes y curiosos ocupaban la mayor proporción, y su boca y nariz, si es que las tenía, debían permanecer ocultas entre su pelaje. El animalillo saltó hasta las piedras donde la chica se sentaba, y se colocó en su costado mirando hacia arriba.

Emma se sorprendió de su presencia, sin embargo finalmente acabó sonriendo, aunque con la frente levemente arrugada. Le observó con gracia.

-Lo siento, pero no tengo nada para ti. -se disculpó, vaciando los bolsillos de la capa. La bolita de pelo cristalizó su ojos, y dejó escapar un débil "miu miu" aún sin apartarse de ella.

La chica suspiró, sabía que los punffles eran criaturas bastante melosas y asustadizas, y una vez uno permitía que una persona estuviese a su lado, era muy difícil despegarse de el. Y por alguna incomprensible razón, aquel punffle se había acercado desvergonzadamente y sin temor alguno a ella.

-No he traído nada de comida. -volvió a repetir. Pero la criatura siguió mirándola fijamente, hasta que finalmente saltó de nuevo hacia su mano, y luego hacia su bolsillo más alto, colándose en su interior. La chica abrió mucho los ojos, asombrada por el repentino allanamiento-. Eh, ... ¿Bienvenido?

El punfflle dejó de moverse, y Emma no pudo evitar mirar en el interior del bolsillo para ver si le había ocurrido algo, pero solo se encontró con que la adorable pelusa se había quedado dormida. Suspiró, suponiendo que no pasaría nada malo por dejarle permanecer ahí un rato.

-Hace un magnífico día, ¿no es cierto? -dijo una voz femenina y dulce desde su lado derecho, sobresaltándola.

Emma se volvió, de nuevo sorprendida por su segundo visitante.

-Sí, supongo que sí. -admitió la chica, incorporándose.

Dala Sur sonrió.

-Gracias a este sol, mis trepadoras verdes han comenzado a crecer a gran velocidad, y están dejando el invernadero precioso. ¡En solo una noche! Es impresionante lo que un solo rayo de luz puede hacer, ¿verdad?

Emma asintió, sin saber muy bien qué responder a un comentario casual como aquel.

Dala Sur la observó con una sonrisa, mientras se quedaba de pie a su lado.

-Pero sabes, que las noches sean más cortas harán también que mis preciosos Cilindros de Acuarel comiencen a decaer, y es un pena, porque es fantástico verlos brillar de esa forma tan hipnótica cuando la oscuridad comienza a hacer presencia.

Emma la escuchaba atenta, conocía las plantas que su profesora la mencionaba, pero no entendía por qué las mencionaba en aquel momento. ¿Eran simples comentarios, o Dala en realidad quería decirle algo? 

La mujer pareció darse cuenta de la duda en la mente de su alumna, porque se decidió a continuar hablando.

-No trato de inmiscuirme, pero he visto que has estado algo ausente últimamente. -comentó-. Tú madre también me mencionó que fuiste tú quien encontró esas dos Margaritas de Tigreen, y me preocupaba que algo pudiera estar turbándote.



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En el texto hay: secretos, aventura, amor

Editado: 15.07.2020

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