Ethan aún titubeaba mientras recorrían aquel camino del bosque que parecía ser más suyo que cualquiera de los demás. Se debatía en silencio sobre lo que estaba por contarle, preguntándose una y otra vez si estaba seguro de ello. Pero, diciéndose de nuevo que no tenía otra alternativa, que aquel momento llegaría tarde o temprano, se obligó a sí mismo a serenarse. Deslizó furtivamente la mirada hacia la chica, que parecía tener un entretenimiento especial con los ojos fijos en el suelo mientras caminaba, aunque probablemente en realidad se encontrara absorta muy lejos de allí en ese momento. Pero finalmente aquel andar en silencio se terminó, porque llegaron al jardín de La Residencia y se acabaron sentando en uno de sus duros bancos de piedra, y el articular alguna palabra se convirtió en un hecho inevitable.
-Hace muchas eras, en el inicio de todas las cosas, en tiempos de los Periodos Arcaicos, antes si quiera de la existencia de las runas que se asignaron a todos los elementos, la luz y la oscuridad componían una única entidad. Una entidad que se acabó dividiendo en dos contrarias y complementarias en todo su ser, como lo son la noche y el día. -comenzó a contar, despertando el interés de Emma. Había oído esa historia antes, pero no conocía el motivo por el que su amigo la sacaba a relucir justo ahora-. Y de esa forma, con el pasar del tiempo, aquellas dos grandes esencias acabaron olvidando si quiera que tenían un origen común, y que ambas fluyen a la vez por todo aquello que nos rodea. Cuando un mágico nace, no es diferente, lo que ocurre es que poco a poco una de las dos se va haciendo predominante y más fuerte, hasta que la otra prácticamente desaparece. Y es así, cuando un niño realiza su primera manifestación mágica, solo es una de ellas la que determina que tipo de mago va a ser, y es por ello también que un mago, aún siendo blanco, puede realizar algo de magia negra. Pero no siempre sucede así. Hay veces que ninguna de las esencias predomina sobre la otra, y luz y oscuridad se hacen más fuertes a la vez. Es ahí cuando surge el conflicto.
Emma le miraba, expectante, pero acabó sacudiendo la cabeza.
-Pero eso es imposible. Ningún mágico en ese caso sería capaz de sobrevivir, porque ambas esencias acabarían destruyéndose entre sí.
Ethan esbozó una leve sonrisa, algo amarga.
-Supongo que sí, que ese bebé, si llegara a nacer, finalmente moriría. -suspiró-. Supongo que yo debería estar muerto. -soltó sin más, a la ligera, haciendo que Emma abriera los ojos como platos.
-¿Qué...? -comenzó a decir, sin encontrar las palabras adecuadas. ¿Estaba su amigo diciéndole que era medio mago blanco, medio mago negro? ¿A caso era eso posible, tenía algún sentido? Ninguno de aquellos que llegaron a conocerse crecieron hasta la adolescencia si quiera.
Ethan se encogió de hombros.
-Cuando nací, mis padres no sabían aquello que vendría. -empezó de nuevo-. No fue hasta que cumplí los dos años y mis primeras muestras de magia aparecieron, que comenzaron a sospechar lo que ocurría conmigo. Al igual que era capaz de hacer que las flores del jardín florecieran en pleno invierno, también conseguí convertir un pedrusco tres veces más grande que yo en simple polvo gris. Pero, poco después de ello, comencé a enfermar. Dos esencias contrarias creciendo a la vez dentro de ti es algo insostenible, pues el cuerpo de un mágico solo está hecho para soportar una. -su mirada, que se había apartado de Emma y dirigido hacia la profundidad del bosque, parecía muy lejana, perdida en los recuerdos-. Sin embargo, mis padres no eran el tipo de personas que se daban por vencidas. Expertos en los secretos de la magia, trataron de encontrar el único remedio capaz de calmar el mal que me acechaba.
Emma le escuchaba intentando hacer el menor ruido posible. Sabía que su amigo rápidamente cambiaba de expresión en cuanto había algo que lo desajustara, y ya era raro de por sí que le estuviera contando algo tan personal y privado a ella como para ahora desestabilizarlo. Y mientras le prestaba atención, su curiosidad aumentaba por momentos. Él había dicho que sus padres ya no estaban con él, y eso solo hizo que ella quisiera saber más sobre ellos. Y ahora, tal parecía ser el caso en el que lo haría.
-Existe una criatura antigua, casi ancestral, antepasada a todas las que pueblan la faz del globo en estos días. Un ser alado que aún permanece con nosotros desde casi los Períodos Arcaicos, en el inicio de todas las cosas. Lo llaman el Pájaro del Paraíso, y apenas cuentan tres en todo el mundo. -continuó el chico. Emma reconoció de inmediato aquel nombre, pues era tan legendario que miles de historias hablaban acerca de él, sobre todo conocido por ser la criatura mágica que dio lugar a los famosos fénix. Y, aunque a la chica comenzaba a gustarle cada vez más aquello que él le contaba, también es cierto que empezaba a perderse entre tanta historia-. Es el único ser vivo conocido donde aún habitan luz y oscuridad como una sola cosa, por tan antiguo que es, como el origen común que un día tuvieron. Una par de gotas de su sangre solamente eran necesarias para calmar el conflicto que había en mi interior para siempre, haciendo que ambas se convirtieran en una sola y dejaran de destruirse entre sí. -sonrió-. Por suerte, mis padres sabían donde se hallaba el nido de uno de ellos y fueron en su búsqueda. Hace muchos años, ellos le habían salvado la vida cuando unos cazadores furtivos y buscadores de tesoros habían dado con él con la intención de hacerse con su plumaje, por ser terriblemente valioso y poseer propiedades mágicas únicas en todo el globo. Así que, cuando mis padres acudieron a él para pedirle ayuda, él no dudó en concedérsela.