Emma: Escuela de Magia (crónicas de la Maga Silenciosa #1).

El último, parte 2.

Cuando Emma recibió esa mañana la petición de su madre de que se presentase en su despacho en cuanto tuviera un poco de tiempo libre, a manos de Mikael, la chica tuvo el presentimiento de que era para algo realmente importante. Quizá fuera la letra de aquella nota, algo menos cursiva de lo normal, o el hecho de que hacía tiempo que esperaba que su madre confiara en ella para contarle más cosas sobre quién era, pero Emma sintió que por fin había llegado el día. Sin embargo, por alguna razón que odió, la chica se había quedado inmóvil como una estatua frente a la puerta del despacho, sin terminar de decidirse a llamar.

-¿Vas a pasar o te vas a quedar ahí de pie hasta la noche? -preguntó la inconfundible y firme voz de su madre, algo afilada, desde el otro lado.

Emma asintió, aunque no podía verla, y tragó saliva, antes de abrir la puerta sin miramientos y cerrarla tras de sí, para caminar después hasta donde se encontraba Minerva, apoyada en el mirador, con una taza de té en las manos.

-¿Quieres? -preguntó, señalando con la mirada la dorada tetera que más veces había visto la chica. Sin embargo, esta negó con lentitud, tenía el estómago revuelto por lo que se avecinaba.

Su madre posó su mirada fijamente en su hija, analizándola, y, tras algo demasiado corto y sutil para llegar a ser un suspiro, sonrió delicadamente, con la elegante sonrisa que la caracterizaba.

-Has crecido. -dijo solamente, sin dejar de observarla de arriba a abajo. A Minerva casi le dolía ver cuánto había cambiado su hija en un año escaso, le molestaba notar cómo las cosas se estaban volviendo tan distintas en tan poco tiempo. Deseaba que el tiempo no tuviera que pasar tan rápido, porque sabía lo que se llevaría con él. Y también lo que traería-. Me sorprende que haga tanto tiempo que no me haces preguntas sobre el pasado, sobre tu padre, sobre lo que vendrá...

Emma se encogió en su sitio en silencio, su madre seguía produciéndole respeto algunas veces, cuando sentía la diferencia abismal que había entre ellas.

-Sabía que me contarías cuando llegara el momento. -respondió Emma, cuidadosa.

Minerva dejó escapar una sonora carcajada.

-Me pregunto de dónde habrás sacado esa frase. -murmuró para sí, divertida, mientras llevaba una de sus frías manos hacia la mejilla de su hija, rozándola apenas. Después volvió a suspirar y se irguió, separándose de la pared-. Supongo que ese momento que tanto deseabas ha llegado. Queda poco para que finalice el curso, y todos sabemos lo que se avecina. Nada me gustaría más que poder prepararte bien para lo que pueda llegar a venir, avisarte de lo que te vas a encontrar. -su mirada triste se fijó en la suya, sus ojos brillaban con una intensidad extraña-. Emma, ¿me odiarías si te dijera que conozco desde hace mucho tiempo a ese hombre?

No hizo falta que especificara mucho más para que entendiera, porque la chica sabía perfectamente a quién se refería. Abrió los ojos con sorpresa, sin saber que decir, ¿cómo que hacía mucho tiempo que lo conocía? ¿Estaba diciéndole que sabía de su existencia mucho antes de aquel incidente hace tantos años atrás?

Como si pudiera leer las dudas en la mente de Emma, su madre asintió.

-Era un alumno normal, de Eythera, como tu padre y yo en ese tiempo. -aclaró, desviando con lentitud la mirada hacia más allá de la ventana, perdida en los recuerdos, melancólica-. Nunca fue una pieza a seguir, desde luego, pero no era ni la mitad de perverso y poderoso de lo que es ahora. -aseguró, con tristeza-. Cuando estaba embarazada de ti, una amiga mejunjera vino a vernos. Por aquel tiempo tu padre y yo vivíamos en una casa pequeña en el sur de Araisha, y, aunque habíamos estado muchos años rodeados de algo completamente diferente, empezábamos a sentirla como un hogar. Sentíamos que sería el lugar perfecto para formar una familia. -cerró los ojos con suavidad, ocultando su dolor-. Cuando el curandero del pueblo cercano nos anunció la nueva personita que venía a nuestras vidas, no podíamos estar más felices, pasábamos las horas imaginando cómo serías. Tu padre se reía porque yo decía que serías una maga negra, como él, pero no podía estar más segura, lo notaba en mi interior.

>Tu padre venía de un largo, anitigüo y muy respetado linaje de magos negros. A la par que temido... -casi susurró-. Sus creencias siempre fueron un tanto radicales, y la magia negra que realizaban era una magia oscura, que se alimentaba de la sangre y vitalidad de aquellos que consideraban inferiores. Criaturas de las sombras, que se hacían más fuertes robándoles el poder a otros mágicos, sucumbiéndoles bajo sus garras, bajo sus colmillos...

-¿Magia de sangre? -repitió Emma alterada, el corazón amenazaba con desbordársele-. Pero pensé... que eso solo eran leyendas, que estaba prohibido.

Minerva asintió.

-Y lo está, al menos en Celsium, pero su potestad nunca llegó hasta Araisha. Cuando un mágico muere, su magia y su alma se disipan y se funden con la tierra, con el resto de energía que fluye por todas las cosas. Cuando un mágico es asesinado a manos de otro, ocurre lo mismo, pero una parte de ese alma permanece por siempre con aquel que cometió tal ruin pecado, para recordárselo durante el resto de su existencia. Pero la magia de sangre... la magia de sangre va mucho más allá de todo ello, una magia que roba el poder y la vitalidad a un mágico sin necesidad de acabar con su vida. Lo desgasta poco a poco, debilitándolo. -explicó.

-Pero eso es repulsivo. -afirmo la chica, abrazándose el cuerpo con las manos. Aterrada solo de pensar en poder estar emparentada con ese tipo de monstruos-. Es asqueroso y terrorífico que alguien pueda beberse la sangre de otro mágico.

Minerva se encogió de hombros.

-Desde luego que lo es, Emma. Pero muchos darían su alma a la más profunda oscuridad a cambio de poder. Sin embargo, aquellos que cometan tal pecado, estarán condenados por el resto de sus vidas, incapaces de sobrevivir sin esa sangre que robaron. -explicó-. Una maldición que les perseguirá para siempre. -sacudió la cabeza-. Pero nos estamos yendo por las ramas. -afirmó, antes de retomar el hilo argumental que iba siguiendo-. En fin, nunca les hizo gracia nuestra unión, jamás aceptaron que él se emparejara con la que consideraban por aquel entonces una "simple iluminada". -Emma alzó las cejas al oír aquello, jamás hubiera imaginado a nadie capaz de decir que su madre era una simple maga blanca, "¿si ella era simple, cómo considerarían al resto?" Se preguntó-. Pero bueno, eso nunca fue un impedimento en nuestra relación, ya que hacía muchos años que tu padre se había desligado y desentendido completamente de esa familia. Por supuesto, eso fue algo tampoco bien recibido por su parte, y le desheredaron inmediatamente. -sonrío con ternura-. Desde luego aquello nunca le quitó sueño, él era completamente diferente al resto de sus parientes. Pero, de nuevo, eso es otra historia, que dejaré a parte si quiero contarte aquello que me propongo antes de que se ponga el sol.



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En el texto hay: secretos, aventura, amor

Editado: 15.07.2020

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