Emma: Escuela de Magia (crónicas de la Maga Silenciosa #1).

Capítulo 9: ¿Y tú quién eres?

Capítulo 9: ¿Y quién eres tú?

Habían pasado solamente tres días desde que se habían encontrado con los Donovan, y por suerte aquello no se había vuelto a repetir en aquel tiempo. En cuanto a las clases, se acercaban los exámenes y Emma trató de intentar prestar más atención en ellas. Aunque eso le costaba lo suyo, porque lo cierto es que en esas tres noches su sueño se había vuelto mucho más ligero, y le costaba dormir más allá de hora y media sin despertarse, por lo que las noches finalmente se le hacían pesadas y largas, y no terminaba de descansar del todo, casi amanecía más agotada de lo que estaba cuando se había ido a dormir. Pero Emma confiaba en que eso cambiara pronto, porque si no, era bastante difícil que aguantara el ritmo que llevaba. Por ese motivo, cuando Emma se levantó esa mañana bastante más pronto de lo normal y las sábanas parecían estorbarle, decidió que lo mejor que podía hacer era levantarse definitivamente, y a falta de nada mejor que hacer, se le ocurrió ir a ver a su madre, que como ella tenía el sueño bastante ligero, con la diferencia de que era porque ella necesitaba algunas menos horas para reponerse por completo que el resto de las personas normales. Así que cuando Emma llegó a la puerta de su despacho, después de recorrer el camino hasta la escuela muerta de frío, ella no tardó apenas en recibirla. Llevaba puesto su camisón verde y largo de lana, y se cubría por una bata lila que no pegaba para nada con el camisón, pero que daba toda la pinta de ser la cosa más suave y calentita del mundo, lo que a Emma, casi tiesa de frío, le dio mucha envidia. Su madre se sorprendió al verla tan pronto en la mañana, cuando todavía ni siquiera había amanecido, pero antes de preguntar nada volvió un momento hacia la puerta del fondo del despacho, su habitación, y trajo de vuelta una manta consigo, que colocó sobre los hombros de su hija, quien se había sentado en uno de los sillones junto a una de las estanterías, con los pies colgando sobre uno de los brazos. Minerva la observó en silencio, y luego se sentó junto a ella.

-¿Qué haces aquí tan pronto?- preguntó.

La chica siguió mirando por la ventana cuando respondió.

-Últimamente no duermo muy bien. Y me he hartado de intentar conciliar el sueño.

-Quizá sea el estrés.- comentó la mujer, colocando un mechón de pelo de su hija que le caía por la cara detrás de la oreja.

-No tengo ningún estrés, aquí vivo muy bien.- afirmó Emma, pensando en por qué debería estar estresada.

-Pues no vivas tan bien.- le advirtió Minerva.- O veremos luego cómo han ido las calificaciones de los exámenes.

Emma sonrió.

-No deberías preocuparte, ¿no te han dicho los profesores lo excelente que soy?

Minerva rió ante su comentario, probablemente a su hija no se le escapaba que lo más lógico era que los profesores fueran a hablarle de ella, para tenerla informada.

-Quizá, pero no diré nada, no vaya a ser que se te suba a la cabeza. También me han dicho algunos que Leyla se las arregla bastante bien, menos probablemente en Lenguas y culturas del globo, porque Tanzer Tamboli me comentó que la había visto dormir más de una vez en sus clases. De todas formas, me alegró oír que la iba bien.

Emma rió, imaginándose a Leyla en esa situación.

-Sí, bueno, Leyla se aburre con todo aquello que no le resulte "fascinante". Es decir, que no la hablen de mejunjes, dragones, Araisha y quizá de los principios de la magia.

Minerva suspiró.

-Todas las asignaturas que dais me parecen fascinantes, y habéis tenido muy buena suerte con los profesores. Cuando yo estudiaba, me acuerdo que había un profesor aquí de Mejunjes bastante firme y serio, y sin sentido del humor. Era muy estricto a la hora del calificar, y te suspendía con suma facilidad si no realizabas el mejunje perfectamente. Además, odiaba que la gente hablara en sus clases. Y bueno, podríamos decir que yo cumplía aquellas dos cosas, lo que me hizo bastante difícil superar la asignatura. Por suerte, en mi cuarto año me libré de él y la cosas cambiaron radicalmente. Dejé de tenerle tirria a la asignatura y mis notas mejoraron considerablemente. Aquello me hizo tan feliz que comencé a sentarme en primera fila siempre que tenía Mejunjes. Aunque entonces comencé a tropezar con Dominio mágico...- Minerva rió al recordarlo.- Pero bueno, eso es otra historia.

Emma observaba a su madre en silencio, totalmente atrapada al escucharle hablar, y es que muy pocas veces su madre le había hablado de cuando era joven. Luego recordó preguntarle algo.

-Oye, y ¿qué a pasado con aquella Margarita de Tigreen? ¿Ya se sabe algo?

Minerva endureció la mirada un tanto, algo cargada de preocupación, y asintió.

-Sí, al parecer sí era de las que desaparecieron. Sabía bien que era así, pero me habría gustado creer que podía ser otra cosa. Por ahora, la investigación de cómo pudieron desaparecer sigue, y se ha añadido el suceso de la otra noche, así que mientras los rastreadores tratan de averiguar cómo pudo pasar, otros miembros de El Consejo Superior están ahora preocupándose de la seguridad de la escuela, estudiando posibles fallos y reforzándola. Lo cierto es que me siento fatal, porque me resultaba casi imposible creer que alguien pudiera haber burlado mis barreras sin que yo lo notara, lo que resulta casi imposible en un mago normal.



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En el texto hay: secretos, aventura, amor

Editado: 15.07.2020

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