Silencio. Oscuridad. Y el típico brillo al final del pasillo. Un brillo en principio bastante tenue, pero que fue cogiendo intesidad poco a poco, hasta convertirse en un completo foco de luz brillante. Y Emma abrió los ojos, tapándose con cuidado para que aquella potente luz no la dañara. Y fue despertando, con lentitud, con desconcierto, como si hubiera permanecido demasiado tiempo en un profundo sueño. Un sueño reparador y absorbente, que le había hecho olvidar por un momento dónde y por qué se encontraba allí. Era una sala bastante pequeña, con las paredes pintadas de un amarillo muy pálido, que reflejaba los blanquecinos e intensos rayos de luz que entraban por la ventana. Todo era demasiado blanco y brillante, tanto, que incluso a Emma comenzó a molestarle. Pero poco tiempo tubo para pensar en ello, porque otra persona, apollada contra el ventanal, había reparado en que por fin había despertado, y se fue poco a poco acercando a ella.
-¿Cómo te encuentras?- preguntó la señora mayor, mirándola con delicadeza y empatía, como si tuviera frente a ella a un cachorrito débil y perdido, que había sucumbido a la presión. Eso, ciertamente, no le hizo mucha gracia a Emma, quien sacudió la cabeza, todavía algo dormida.
-Bien, supongo.- se dignó a contestar, recostándose en la pared donde se apollaba la cama. Recordaba a la perfección qué había ocurrido, y se maldijo por dentro, enfadada consigo misma por dar aquella escena, por no haber podido aguantar ni siquiera un simple hechizo. Y se dio cuenta, que en aquel momento, no se encontraba de los mejores ánimos posibles, demasiado furiosa y desconcertada por lo que la estaba ocurriendo.
La señora, que se percató de que la cabeza de Emma había comenzado a divagar, sonrió, sentándose en la esquina de la cama.
-Cuando regreses a tu escuela deberías descansar, el primer curso siempre es duro y cansado al estar lleno de cosas nuevas. Por ser tan diferente.- le dio un suave golpe en la pierna.- Menos mal que ya queda menos para las vacaciones, ¿eh?
Emma suspiró, pensando en que para nada era eso lo que la ocurría. Puede que estuviera cansada, sí, pero era precisamente por su malestar. Cerró los ojos con fuerza, tratando de escapar por un segundo de todo aquello, y luego los abrió de nuevo, levantándose de la cama, sorprendiendo a la aciana.
-Gracias por todo, pero ya no necesito pasar más tiempo aquí.- dijo simplemente.
La anciana la miró con el ceño fruncido.
-Pero solo han pasado un par de horas...- susurró.
Emma sonrió.
-Suficiente.- aseguró, antes de abandonar la sala.
Así caminó por los pasillos, sin acordarse muy bien a dónde conducía cada uno, pero milagrosamente consiguió llegar hasta la entrada principal, donde de pura casualidad se encontraban sus amigas, junto con Jine y Flora. No sabía dónde estaría la tercera integrante de aquel trío, pero tampoco la importó. Por lo menos estaban Leyla y Vanesa, a quienes realmente buscaba. Estas, al verla, casi corrieron hasta su lado, bastante entusiasmadas.
-Te dije que desayunaras algo.- la regañó Leyla, medio en broma, aunque no apartó los ojos de su amiga, tratando de encontrar algo más. Vanesa, por su parte, le dedicó una palmadita sobre el hombro, que era ya algo sorprendente tratándose de ella, por lo distante que se mantenía casi siempre, en cuanto a contacto físico se refería.
Emma sonrió.
-Ya, bueno, solo estaba cansada.- respondió, repitiendo las palabras de la anciana enfermera minutos antes.
Leyla pus los ojos en blanco.
-Eres como una niña pequeña, hay que estar encima tuyo todo el tiempo, querida.
Jine rió.
-Bueno, lo importante es que estás bien. Nos diste un buen susto, al menos a mí.- afirmó la chica de gafas.- Flora salió corriendo de la sala y trajo a Aile rápidamente con ella. Menos mal que etaba al final de la prueba esperando a cada grupo.
Vanesa rió.
-Es verdad, te cargó como si fueras un saco de patatas.- afirmó, provocando la risa de las distantes, una risa algo exagerada, pensó Emma, a quien, por supuesto, la faltaba un dato importante del por qué de aquella diversión.
-Bueno, chicas, creo que nos hemos ganado una generosa cena.- cambió de tema Flora, que comenzó a caminar, mirando una vez hacia atrás sonriendo.- Además, hay pasta.
Las demás sonrieron y se dispusieron a seguirla, mientras que Leyla y Emma se quedaron algo más rezagadas. Esta primera se tornó seria de pronto y una nube de preocupación cubrió su mirada.
-Emma, ¿va todo bien? Recuerdo que dijiste que te habías estado sintiendo algo mal cuando te disculpaste con Vanesa.
Emma miró a su amiga, nada sorprendida de que hubiera sido la única que se hubiera dado cuenta de que había algo más. Pero tampoco quiso preocuparla y negó.
-Digamos que tuve una mala racha, pero ahora las cosas ya van algo mejor.
Leyla la observó.
-¿Estás segura?
Emma sonrió.
-Claro que sí.- afirmó, colgándose de su amiga, colocando un brazo sobre sus hombros, y comenzando a caminar a su lado en pos de sus amigas.