Emma Robles. Una brecha entre mundos.

El poema.

Me encontraba volando. No. No volando sino en una hamaca. Yendo y viniendo. Riéndome a los cuatro vientos y enfocando mi mirada risueña en una pequeña y delgada figura pelirroja que tenía frente a mí. Era un muchachito. Quien se encontraba mirándome con picardía, como si estuviera a punto de cometer alguna maldad. Se colocó frente a mí y temí golpearlo con mis piernas estiradas. Pero no llegaba a atinarle, mis piernas eran muy cortitas ya que yo era sólo una niña. Moví mis piernas de un lado al otro intentando alcanzarlo mientras él iba y venía de un lado al otro esquivando mis movimientos. De un momento a otro, el muchachito logró sujetarme de un tobillo y caí al suelo. Sentí un terrible dolor en mi trasero, el cual fue seguido de un llanto tan desgarrador que fui incapaz de controlarlo. Si bien la profesora vino hacia mí rápidamente, ya que nos encontrábamos en el jardín de infantes, quien primero me socorrió había sido mi agresor. Con una terrible culpa no se desprendió de mi lado en ningún momento y prometió que desde ese momento me cuidaría para siempre. Lo prometió a los cielos, y esa, me había parecido la escena más dulce del mundo.

Ese había sido el día en que conocí a mi mejor amigo.

 

El despertador comenzó a sonar anunciando que ya eran las cinco de la mañana. Hoy era el día en que me pasaría a buscar la combi del campamento. Lo apagué y busqué conciliar de nuevo aquel sueño. Anhelaba volver a esos momentos. Quería permanecer allí, donde todo estaba bien. A su lado.

Suspiré. No estaba ni cerca de lograrlo.

Con este último sueño, noté algo distinto en mis sentimientos. Ya no lloraba al recordarlo. Estaba en paz con su recuerdo “¿Lo habré superado por conocer a Eric?”  Toda esta última semana me había sentido acompañada ya que hablábamos casi a diario. Él me contaba sobre su gira y yo sobre,  bueno, mi rutina y ahora mi plan de asistir a un campamento de verano.

Pensar en el campamento, luego de haber conocido a Eric, era como recibir un baldazo de agua fría. Me estaba hablando con una superestrella, que tenía interés en mí y tenía que rechazarlo por tener que asistir a un campamento de verano “¿Dios, porqué me haces esto?“ Era injusto por completo. El destino se me estaba riendo en la cara. Lo peor era que mis manos estaban atadas. No podía hacer nada, mis padres ya habían pagado el campamento para que asistiéramos Diego y yo.

Luego de meditarlo durante toda la semana previa, terminé amigándome con la idea de que debía de dejar de darle vueltas al asunto ya que podría ver a Eric al regresar del campamento. Si, básicamente mis pensamientos negativos se calmaron al recibir este mensaje el jueves pasado:

Buenos días Srta. Robles ¿Cómo ha amanecido? Tengo una buena noticia para usted. Me acaban de entregar  tres entradas y pases para los camerinos para regalar. Avísame si estás interesada.

En ese momento lo terminé de confirmar: él realmente estaba interesado en mí y tenía intenciones de verme personalmente. Pensarlo me hizo brincar de felicidad de un lado al otro de la habitación. Otra de las razones que se sumaba a mi auge de felicidad era que podría verlo inmediatamente después de que terminara el campamento, ya que la fecha del concierto era al día siguiente.

Luego de bañarme, me cambié con la muda de ropa que había dejado fuera de la valija y bajé a desayunar. Eran las 6:45, aún faltaban 15 minutos para que la combi viniera a recogernos así que decidí ojear nuevamente el poema que Tobías me había regalado justo antes de marcharse.

Me dirigí hacia la cajonera y abrí el primer cajón. Allí encontré, entre las remeras de invierno, un papel todo arrugado y doblado. Lo agarré y me senté en la cama. Allí lo abrí y lo releí en voz alta. 

La felicidad me acompaña desde el primer momento en que te conocí

Siento tu respiración cerca de mí y mi corazón vuelve a latir

La desesperación de no verte más, me ha dejado sin respirar

Tengo miedo a cómo vas a reaccionar

Pero después de mucho pensar

Decidí confesarte que deseo no dejarte jamás.

Espero que en mi ausencia te acuerdes de mí

Como yo lo haré de ti

Nunca te olvidaré, jamás en mi vida lo haré

No te olvidaré, no te olvidaré, no te olvidaré,

Nunca jamás lo haré.

 

Por mucho que me esforzaba por pensar que sólo se trataba de una carta de despedida, todos mis sentidos apuntaban a  que también era una carta de amor.

El problema era que carecía por completo de sentido ya que terminó haciendo todo lo opuesto, terminó dejándome… automáticamente. Luego de marcharse a Europa, dejó de hablarme. Realmente no lo entendía, ¿Por qué  había dejado de comunicarse conmigo si deseaba no dejarme jamás?

Mientras reflexionaba sobre el poema, escuché sonar la bocina de la combi. Ya era hora de irme. Me apresuré en salir, metí la carta en mi bolso de mano y corrí hacia la salida.

 

 

A medida que la combi se adentraba en el complejo del campamento, iba dejando a la vista muchísimas cabañas y áreas de deportes. Había varias canchas de tenis, básquetbol, fútbol, béisbol, entre otras. También había establecimientos sumamente extensos. El más grande de ellos debía de tratarse del comedor, pude identificarlo ya que su fachada se hallaba decorada con un enorme letrero de cubiertos dibujados, y el resto debían de ser dónde se dictaban las clases de estudio de las que Diego me había contado. Me agradaba que la esencia de este campamento no se trataba sólo de que los jóvenes se diviertan, sino que también de que aprendieran sobre diversas materias. Lo cual lo hacía mucho más interesante.




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