Emma Robles. Una brecha entre mundos.

El libro dorado.

Al día siguiente Valeria y yo teníamos clases de vóley. Val era realmente buena en los deportes, se lucía mucho y todas querían que ella formara parte de su grupo. Yo, todo lo contrario. Incluso un par de muchachas me mencionaron como apodo la palabra “Ojota” haciendo referencia a mi pésimo desenvolvimiento. Siempre era la última en ser elegida para formar parte de un equipo, salvo cuando me tocaba a mi  o le tocaba a Val ser capitanas del mismo.

Por suerte no tenía que usar lentes de forma permanente, sólo los de descanso, sino ya habría gastado muchísimo dinero comprando repuestos. Solía tropezar seguido en mi vida cotidiana y en los deportes muchísimo más.

A pesar de no gustarme mucho los deportes y ser muy mala en ello, debía reconocer que después de hacer ejercicio me sentía mucho mejor, revitalizada y con energías. Eso era lo que me motivaba a seguir haciéndolo, además de que era obligatorio hacer aunque sea un deporte durante toda la estadía en el campamento.

Me hubiera gustado ver qué tal eran los mellizos en los deportes, ya que las mujeres ejercitábamos separadas de los varones. Seguro serían todo un espectáculo de ver. Sacudí la cabeza. Debería concentrarme en el juego y no pensar tonterías.

“¿Por qué tanta división entre sexos opuestos?” pensaba en mi fuero interno.

Realmente se me estaba haciendo imposible detener mis pensamientos y concentrarme en el juego.” Me gustaría poder juntarme con mis amigos sin tener que escondernos”, odiaba que estuviera sumamente prohibido que  los varones entraran en las cabañas de las mujeres y viceversa.

Mis pensamientos lograron detenerse cuando logré visualizar a la pelota dirigiéndose directo hacia mí. Pero ya era demasiado tarde, mis intentos de atajarla con las manos resultaron patéticos. La pelota terminó rebotando en mis antebrazos y dándome directo en la cara, producto de lo cual caí al piso.

Morí de la vergüenza.

Al finalizar la clase y emprender el camino de regreso a nuestra cabaña para buscar ropa limpia y poder bañarnos, una de las secretarias de la dirección del campamento se acercó a nosotras para pedir que la acompañáramos. Con Valeria intercambiamos miradas de desconcierto y la seguimos sin decir ni una palabra. Esa tarde no sólo había pasado vergüenza cayéndome al suelo por no poder atajar una pelota como corresponde, sino que además tuve que ser observada por todas nuestras compañeras siendo citada a la dirección. Me sentía una delincuente siendo descubierta por la policía y detenida en plena peatonal Córdoba. Suspiré. Sinceramente esperaba que la razón por la cual nos citaban no fuera la misma que tenía en la mente. No tenía idea de cuál podría ser la sanción para tal accionar. La única razón en la que podía pensar en esos momentos era el hecho de juntarnos a escondidas con los Mellizos por las noches. Pero no podía ser posible que nos hubieran descubierto, nos veníamos manejando de forma muy prolija e insospechable desde el principio. Después de prácticamente una semana y media de manejarnos de esa forma venían a llamarnos la atención… era prácticamente imposible, a menos que… “¿Yo habré atraído mentalmente esta llamada de atención?” Esta tarde no paraba de pensar en ello. “¿Serán mis pensamientos los que la atrajeron? No, no seas tonta. No estás siendo protagonista de una película de terror. Alguien nos tendría que haber delatado.... Basta de darle vueltas al asunto, todavía no sabes por qué razón nos han citado” Sacudí la cabeza para alejar tales pensamientos y enfocarme en un punto de vista más positivo. Pero todas mis esperanzas se desvanecieron cuando al llegar a la dirección vimos que allí también se encontraban Valentina, Mariel y los Mellizos.

“Maldición” Lloré internamente.

Resultó que todo lo que venía sospechando durante mi caminata desde la cancha de vóley hasta la dirección, era correcto. Ya lo sabían. Lo habían descubierto, o mejor dicho, alguien nos había delatado.

En resumen, la directora nos amonestó por nuestra conducta. Dijo que era intolerable pero que no iban a tomar medidas demasiado drásticas al respecto debido a que era la primera vez que teníamos una conducta contraria al reglamento. Al mismo tiempo afirmaron que si esto se volvía a repetir no iban a dudar en expulsarnos e impedirnos el ingreso en futuros veranos. También resaltaron incansablemente que ellos buscaban mantener su buena imagen pública y que, si nos trataban con liviandad, este asunto podría repetirse con el resto de los campistas y eso sería una catástrofe para esta institución. Al final de todo el discurso comentaron cuál iba a ser nuestro castigo, porque claro que íbamos a tener uno. Todo el discurso se direccionaba a ello, pero tardaron tanto en ir al grano que mi ansiedad me estaba carcomiendo los intestinos. Como conclusión, nuestro castigo se trataba de realizar tareas de limpieza. Debíamos limpiar la suciedad que los campistas hacían en el bosque, no la del complejo del camping. Se trataba de una actividad para colaborar con el medio ambiente y a la vez era un medio de compensar nuestra mala conducta. Me pareció justo.

Nuestros siguientes días en el campamento no fueron de lo más divertidos ya que por las noches no contábamos con la visita ni de Mariel ni de los mellizos. Parte del contenido que también conformaba el castigo era el hecho de que ninguno de nosotros podría pasar a visitar, ni por las tardes ni por las noches, otras cabañas que no sean las que nos fueron asignadas al inicio de nuestra estadía.

Por otra parte, nuestra actividad de limpieza no nos tomaba demasiado tiempo, se trataba solamente de una hora por día aunque a veces solía convertirse en dos horas debido a que los mellizos no colaboraban demasiado, a decir verdad, colaboraban muy poco. Eso me hacía enfurecer y sacaba mi espíritu interior de madre regañona.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.