Miro de nuevo la pantalla de mi computadora para tratar de entender el trabajo, por más leo y leo no entiendo nada. Llevo mis manos a mi cabello por frustración y me recargo por completo en la silla. Una maldita hora sentada y solo había hecho la mitad del trabajo. ¿Dónde está esa vida maravillosa? Esa vida que los adultos decían que era de color rosa porque para ser sincera mi vida parece ser de color gris al igual que mis emociones. Cuando era pequeña imaginaba mi juventud muy diferente, me imaginaba luciendo un cuerpo perfecto, con amigos y un novio. Pero entonces crecí y me di cuenta que vivía en un sueño y que todo era mentira.
—Baja a comer—Grita mi madre.
Suspiro cansada y me levanto rápido para bajar a comer, siento como todo da vueltas y me sostengo del borde el escritorio para no caer, mi vista de comienza a nublar.
Doy un pequeño salto al ver a mis papás sentados en el comedor con unas grandes sonrisas parecen salidos de una película de terror.
—Tenemos una sorpresa—Dice mi padre sin dejar de sonreír.
—¿Qué sorpresa?—Pregunto sin mucho entusiasmo.
—¡Un auto!—Dice mi madre sacando la lleve de su auto.
Mi padre pone los ojos en blanco y suspira con cansancio al parecer él quería dar la sorpresa.
—¿Creen que estoy lista para manejar?—Preguntó insegura—No creo que pueda después de lo que paso
—Emily pequeña tu no estuviste en el accidente en de tu hermano así que no hay ningún problema
Escuchar hablar de mi hermano aún duele, Sebastián mi hermano había muerto hace un año en accidente automovilístico. Recuerdo que ese día mi hermano comenzaba sus clases en la universidad y ese mismo día de camino a la escuela tuvo el accidente, muriendo desangrando, nadie lo ayudo y murió. Mis padres y yo quedamos destrozados al igual que Damián que era su mejor amigo apesar de la diferencia de edades.
—Lo intentaré—Digo suspirando.
—Mañana comenzamos—Dice mi papá comiendo de la famosa ensalada de mi madre.
Miro la comida con repulsión, no era que tuviera un sabor desagradable solamente que al ver comida me daba acaso y me costaba trabajo comer. Aún así tengo que hacer el esfuerzo de probar bocado, sino iba a tener que soportar los reproches de mi madre, llevo un poco de ensalada a mi boca y apenas siento el sabor quiero vomitar, mastico lento para no tener que sacar la comida. Lo peor de todo era el sabor que provocaba sentir la comida y aún peor era pasarme la comida. Paso la comida con dificultad como si mi garganta estuviese cerrada.
Llevo veinte minutos tratando de dar otro probada a la ensalada pero me es imposible, mis padres ya se han levantado de la mesa hace cinco minutos y yo agradezci que no me reprocharán por no haber terminado. Y así fue como me quedé sola en la mesa con el silencio reinando. Miro afuera de la cocina para confirmar que no esté nadie y nada, vacío. Una voz en mi cabeza aparece:
Tira la comida
Cierro mis ojos fuertemente, odio escuchar esa voz sin embargo me levanto con el plato en mis manos y tiro la ensalada en la basura. Corro a mi habitación para entrar al baño, introduzco dos dedos en mi boca hasta que llegan a mi garganta y me hacen vomitar lo poco que consumi. Mi garganta duele por el esfuerzo pero para ser sincera ya no le tomo importancia al dolor físico. Hasta el día de hoy los únicos problemas que tenía era la ansiedad y mi problema con la comida podría decirse que la depresión también aunque no estaba presente todo los días pero ahí estaba, unos días si, unos días no.
[...]
Los primeros que ví al despertar fueron los rayos de luz que entran por mi ventana, mis ojos ardieron por la luz, pienso en levantarme sin embargo no lo hago, mi cuerpo pesa realmente estoy cansada. Con un gran esfuerzo me levanto de la cama y ya en el baño veo mi aspecto en el espejo, mi cabello negro desordenado y mi rostro pálido ¿Tener así el rostro palido se debía a mi mala alimentación? Por supuesto que sí, mis ojeras cada día están peor, mi cabello se cae por la falta de alimentación y el estrés.
—Emily hoy es el día—Dice mi madre entrando al baño, ni siquiera había escuchado cuando entro a mi habitación.
—Madre toca la puerta—Digo furiosa.
—Tu padre te está esperando para enseñarte a manejar—Dice mi madre cerrando la puerta.
Por un momento siento emoción al saber que voy aprender a manejar pero también siento miedo de tener un accidente como él de mi hermano. Respiro hondo y mi corazón pronto comienza a latir rápido, bajo las escaleras temblorosa y mi padre me espera con una gran emoción que se nota a kilómetros.
Luego de media hora de explicación de mi padre puedo comenzar a manejar, aceleró poco tal y como dijo mi padre y el auto avanza, mis manos que se encuentran en el volante sudan por los nervios. Todo va bien, manejo lento y seguro, en un abrir y cerrar de ojos un gato se atraviesa en el camino, actuó rápido y freno con fuerza. El gato pasa con tranquilidad como si nada pasara, yo estoy aterrada, miro a mi padre y mi respiración me falta al ver a mi padre sangrando. Al parecer el no se colocó el cinturón provocando que cuando frente él se impactará hacia delante golpeándose la nariz.
—Estoy bien—Dice mi padre sonriendo al ver mi rostro aterrado.
—Lo siento, lo siento—Digo cubriendo mi rostro.
La imagen de mi hermano se hace presente ante mis ojos, Sebastián tirado en la calle desangrando. Sin ningún aviso mis lágrimas comienzan a caer por mis mejillas.
En la casa mis padres tratan de tranquilizarme, mi padre dice que está bien, pero mi mente está en otro lado.
—Lo siento, lo siento—Repitó en sollozos.
—No es tu culpa—Dice mi madre sujetando mi rostro para que la pueda ver, yo solo veo borroso. Mi cabeza duele tanto y todo da vueltas a mi alrededor y de repente todo se oscurece.