Empíreo

III. Un Cam incómodo

Sentí mi mejilla mojada y unas hojas revolverse. Estaba tirada en mi cama y todo estaba callado. ¿Cuándo me había dormido? Ni lo noté.

No había soñado nada, pero dejé mucha baba sobre mi almohada.

El sol aún estaba en el cielo y soplaba una brisa fresca. Siempre olvidaba cerrar la ventana.

Mire hacia el jardín del campus. No había ni un alma en pena rondando por los jardines, ni aceras. El campus parecía estar desierto. Ni siquiera estaban los gatos que siempre rondaban por ahí, no había nadie.

Traté de terminar mi tarea, pero no tenía ganas. Me pareció extraño, últimamente estaba muy floja. Decidí mirar algo en la laptop, mientras me tragaba los tacos y soda que Lola me había dejado esta mañana.

Estaba concertada en la serie que no vi que sobre mi taco había una mosca. Estaba fea, podía ser del tamaño de mi lóbulo y era verde. Sus ojos parecían estar mirándome, de pronto, minutos después llegaron más y más moscas. Parecían un enjambre de abejas que buscaban miel, solo que las abejas eran lindas, estas moscas no. Por la ventana estaban entrando muchas, volví mi mirada a mi segundo taco a medio comer. Había larvas en él.

¿Acaso esas moscas dejaban larvas en segundos?, era asqueroso. Las moscas comenzaron a detenerse en mis brazos, cabello, piernas y cara. Comencé a gritar porque las malditas me estaban picando. Trataba de quitármelas, pero parecían estar pegadas a mi piel. Era horroroso.

Había dejado puntos rojos en mi piel, los puntos rojos se estaban abriendo como pequeños huecos; en esos huecos había huevos. Recordé el taco de hace un rato, había visto una larva sobre él.

Grité tratando de quitar los huevos de mi piel, pero no podía. Sentía fiebre, de nuevo, y que los huevos me quemaban la piel. No quería tener larvas sobre mí. No llegaría a quitarlas, eran demasiados huevecillos.

—Un regalo para ti, pequeña princesa. —Escuché una voz susurrar a través de la ventana, pero no había nadie.

Había escuchado esa voz antes. Era de Belcebú.

Estaba comenzando a sentirme mareada.

—¿Diana? —Escuché que llamaban mi nombre, pero parecía que no podía separar mis párpados. Estaban pegados—. Diana, soy yo, Azafeth. ¿Diana?

Quería decirle que estaba bien, pero sería mentir. Sentí su mano sobre mi piel y algo pinchó mi brazo.

—Auch —dije abriendo mis ojos.

Ahí sobre mi cabeza, estaba un Azafeth mirándome preocupado, tenía unas pinzas pequeñas en su mano y en la otra un algodón mojado con alcohol.

—Gracias a... No importa, me alegro de que estés bien. ¿Tienes algo? ¿Dolor de cabeza? ¿Náuseas? —En cuanto preguntó vomité el taco que me había comida esta mañana. Él hizo una mueca—. Bueno, veo que sí. Ya casi termino, solo aguanta un poco más.

Observé la habitación a mi alrededor y no vi ni un rastro de moscas o larvas en mi cuarto, todo parecía normal.

Mi laptop estaba en mi mesa de trabajo, que no uso mucho y comparto con Lola, junto a ella estaba toda la tarea que había dejado a medias. Los tacos estaban en el cesto de basura y la soda seguía en su sitio, no le había dado ni un sorbo porque nunca termine los tacos.

Mi cabeza se giró hacia Azafeth, quien tomaba la pinza y sacaba las larvas de mis brazos. Sentí que el otro taco se me subía a la garganta.

—Esto es asqueroso —murmuré mirando como Azafeth dejaba las larvas en un vasito de plástico que, por cierto, no sé de dónde había sacado.

Me preguntaba qué hora era, porque la luna estaba empezando a subir en el cielo.

—Creo que ya estoy terminando, parece ser que no todas las larvas salieron del huevo —finalizó entornando sus ojos.

Me preguntaba como este chico podía pasar de bipolar y amargado, a uno dulce y amigable. Definitivamente debía acostumbrarme a sus repentinos cambios de humor.

Miré mi tarea sin terminar, aún me sentía mal, pero debía acabarla e ir a clases al día siguiente. No podía seguir faltando, además de que debía entregar toda mi tarea, que aún no terminaba por floja y hambrienta.

A medida Azafeth sacaba las larvas, pasaba el algodón para que la herida no se infectara, cuando le pregunte porque lo hacía me dijo que podría salirme pus y se pondría fea la herida.

—Debería terminar mi tarea, pero ya no tengo tiempo. Se supone que debo entregar todo mañana —solté haciendo que Azafeth me mirara con sus profundos ojos negros.

Suspiró y me pasó el algodón por las heridas que ya no ardían tanto.

—Puedo ayudarte a terminarla, pero aquí no. Sería más... Seguro que fuéramos a mi habitación. Cam tal vez no esté.

Por el tono en que lo dijo parecía como si dijera: "Ven, vamos a mi cuarto para así ponernos calientes, yo invito la cama".

Me pareció algo gracioso y horripilante a la vez.

Pero si quería salvar el semestre debía hacer algo.

—Está bien, déjame buscar mis cosas —murmuré levantándome para buscar mi mochila, dentro puse toda la tarea y mi laptop. Tomé mi teléfono y las llaves de la habitación. Azafeth tomó el vaso lleno de larvas y se levantó del suelo.

Salió y lo seguí por el pasillo, bajamos las escaleras y lo seguí hacia la fría noche.

Caminamos por un tiempo que se me hizo eterno, su apartamento estaba del otro lado del campus, estaba cerca del bosque.

Vamos, ¿a quién se le ocurriría hacer una universidad cerca de un tenebroso bosque en el que habían ocurrido muchas masacres? Exacto, solo al tipo que la construyó. Lo peor es que antes de que existiera la universidad, hubo un cementerio en el perímetro.

No sabía si era mejor o peor que construyeran el campus sobre un cementerio del siglo XV.

Azafeth volteo su mirada hacia mí.

—Este lugar es tan inquietante. Cuando estoy durmiendo, escuchó gritos de los que sepultaron aquí.

No sabía qué responderle. ¿Algo como: "Oh, me parece grandioso, ¿qué mal que yo no pueda escucharlos"?

—Vaya, suena... Interesante. Supongo que Cam también no puede dormir por los gritos —murmure mirando hacia arriba.



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En el texto hay: vampiros, demonios, amor

Editado: 22.11.2021

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