—Despierta.
Mentiría si dijera que no me asuste al escuchar la voz desconocida. Abrí los ojos de golpe y alcé mi cuerpo.
Primero, todo olía feísmo. Era un olor entre carne podrida y calcetines mojados. Segundo, todo estaba oscuro. No veía nada, ni siquiera mi propio cuerpo.
—Vamos, de pie.
Tercero, tampoco sabía de dónde venía la voz. Por la oscuridad, sentía la voz enfriarme la nuca. El dueño de ésta se encontraba cerca.
Hice lo que dijo y trate de adivinar de dónde vendría la voz. Sentía una respiración pesada en mi oído, luego algo rozó mi brazo. Alcé mi mano rápidamente y logré escuchar un quejido.
¿Había acertado con el golpe?
—Eso fue grosero —dijo la voz otra vez, de pronto una luz pareció encenderse, viendo que era una lámpara demasiado antigua. Pude ver a un chico pelirrojo muy guapo para ser humano.
Me sonrió y dejó ver a sus enormes caninos salir de su boca.
Vampiro.
Di un paso atrás.
—Calma, no te haré daño, al menos no gravemente.
Ahmm brilló, al segundo, haciendo que el chico retrocediera como si esa luz se hiciera daño.
—¿Quién eres? —pregunté.
Di gracias al cielo que mi voz no sonó insegura y rasposa.
El chico volvió a sonreír, temblé ante sus colmillos que comenzaban a darme repelús.
—Samid Fonsua, para servirte. Mi amo me mandó, a buscarte, porque tus amigos serán atacados.
Tragué saliva ante lo que dijo.
—¿Hablas de que me raptaste de ahí para que no me maten? Un momento, ¿fuiste tu quien me mordió? —Él asintió sonriente—. Dijiste que tu amo te ordenó que lo hicieras, ¿quién es?
—Perdón por lo de la mordida, pero era la única forma de llegar a ti, había algo bloqueando tu esencia y rastro, así que fácilmente pude sentir el olor de mi propia sangre. Y mi amo es Belfegor, el dios de la pereza —contestó él sonriente.
—Pero eres un vampiro, hijo de Lilith —dije yo.
¿No se suponía que los vampiros eran lilims?
Samid asintió.
—Eso no tiene que ver con que pueda tener un amo. Lilith es mi madre, Belfegor mi amo, pero él no es malvado. Mi madre si, ella no sabe lo que el amo planea.
Tragué saliva, recordando que Belfegor pareció gentil en China, pero aún no me confiaba.
—¿Cómo sé que no me trajeron aquí para matarme? —pregunté retrocediendo.
Samid me miró sin decir nada durante unos segundos.
—Si huyes, si te mataré.
Por un momento su hermosa sonrisa se convirtió en una mordida que no quería en mi cuello. Samid enseño sus colmillos, Ahmm brilló.
—Bueno, dudo poder hacerlo. Tu collar no me dejaría —bufo molesto mirando hacia arriba. No se veía nada en lo absoluto, más que negrura.
—¿Quién atacará a mis amigos? —pregunté mirando al chico con un poco de odio.
Él volvió a centrar su mirada en mí, luego hizo una mueca.
—Lucifer.
Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal. Ya era malo tener que luchar con un demonio mayor, ¿pero tener que luchar con el rey del infierno? Yo paso.
—¿Qué debo hacer para poder salir de aquí?, espera, ¿dónde estamos? —pregunté finalmente.
Por el olor a carne podrida y humedad, y oscuridad infinita, podría ser cualquier lugar.
—Estamos bajo tierra. Solo salir de aquí unos segundos fue terrible para mí, casi me rostizo —dijo el chico riendo. No dije nada, él asintió seriamente—. Debes bajar. Debes ir al Infierno.
Mi pecho se apretó.
¿Por qué no podía ir a un campo lleno de flores? O tal vez a un lugar mejor, como mi hogar con las sábanas cómodas y tibias.
—¿Y cómo llegó hasta allá? —pregunté, él pareció procesarlo unos segundos.
—La primera opción es morir, pero como eres nefilim solo tu pequeña parte humana moriría, tú otra parte obviamente iría hacia arriba —dijo señalando sobre nuestras cabezas—. La segunda opción es que no mueras y bajes, hasta llegar allá. Aquí estamos a poco de la superficie, pero allá abajo es como un horno grande.
Hice una mueca y miré hacia abajo. Prefería quedarme en el frío que ir a lo caliente.
¿Por qué después de todo esto no me había echado a llorar aún del miedo?
La respuesta era simple: había pasado tantos años asustada y triste, moribunda y temiendo, creyendo que me sucedería lo mismo que a mi padre terrenal, Fred Hale.
Una muerte segura.
Creía que había perdido todo lo que tenía, pero ¿así nacen los héroes no? Perdiendo todo lo importante, su familia, luchando para que otros no tuviesen el mismo final.
Debía salvar a Lola, Shawn, Remiel, Uriel (Reyna me daba un poco de igual), a Cam y, sobre todo, a Azafeth.
Por mucho que me costaba admitirlo, me gustaba Azafeth. Su forma de fruncir el ceño, como reía, pensando que nadie lo veía hacerlo, como sus ojos cambiaban de color cuando me miraba. Cuando me tocaba y sentía un zoológico en todo mi cuerpo.
Sí, me gustaba Azafeth. Sí, me estaba gustando el peligro.
Decidí que, si no había llorado en mucho tiempo, ahora no era momento para hacerlo tampoco. Lo único que quería era salvar a todos.
Me giré hacia Samid y sonreí.
—Es hora de matar a un par de demonios.
Él sonrió.
—Sabes que eso es imposible, ¿verdad? —murmuró.
Encogí mis hombros para responderle:
—Qué más da, de todos modos, iré al infierno.
Y así fue como avanzamos.
(*)
Dato curioso: a medida bajábamos, el aire se volvía más y más caliente. A Samid no parecía importarle, claro, pero yo me estaba derritiendo.
Ahmm brillaba cada vez que Samid se acercaba mucho a mí, sin embargo, su luz ayudaba más que la lámpara del chico.
—¿No se supone que tu collar debería ayudarte? —preguntó él y yo asentí.
—Ahmm me ayuda a llamar a cualquier cosa que necesite. Además de que sirve como escudo anti-demonios, es de mucha ayuda —susurre, el aire cada vez era más caliente.
Bajábamos por pendientes y caímos en otras, para seguir bajando. Este calor era insoportable, podía aguantar el calor de arriba, cuando no llovía, hacía mucho calor, pero esto era peor.
Editado: 22.11.2021