"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 3: Accidente.

— ¡Ángela! ¡Sal ahora!

Nicolás es tan desesperante que no me deja apreciar los vestidos que estoy probándome frente al espejo. Fue su idea el querer regalarme uno de ellos y ahora, suena enfadado como si no supiera que las chicas tenemos derecho a tener nuestro espacio cuando queremos lucir bien.

— ¡¿Por qué eres tan impaciente?! —exclamo.

—Ya llevas mucho tiempo ahí.

—Soy indecisa.

—Por eso estoy yo para darte el visto bueno. —abro un poco la cortina y lo miro seria— ¿Estás lista?

Doy un suspiro y salgo del probador.

Tan solo quedan dos semanas para que Nicolás y yo viajemos a Alemania. El tiempo ha pasado tan rápido que no puedo dejar de sentirme nerviosa y a la vez algo decepcionada por cierta persona que está incluida en nuestro viaje…

La antipática de mi hermanastra.

—Dices que quieres regalarme un vestido, pero no tienes nada de paciencia.

Él no responde nada, sus ojos estudian cada parte de mi cuerpo y su boca forma una O. Temo a que una mosca se le meta por allí. No sé si se deba a que mi vestido es algo corto, pero lo bastante suelto como para poder sentarme, estirarme y darle una patada por si se pone faltoso.

— ¡Guau! —murmura— Te ves increíble.

—Creí que no te gustaba.

— ¿Por qué?

—Me queda más arriba de las rodillas.

—No me había percatado de ello. —se acerca más a mí, toma mi mano y me da una vuelta— Tu belleza lo opaca.

—Tampoco exageres. —me encamino de vuelta a probador— ¿Este es el elegido?

—Si no estás muy segura —hace una señal y tres señoritas se aparecen mostrándome más vestidos— Pruébate estos.

— ¡Ni loca! —me opongo— Me probé como cinco porque quería complacerte, pero ya no aceptaré ninguno más.

— ¿Por qué no?

— ¿Te has dado cuenta de que no eres mi papá? —él hace una mueca— Además, ese dinero no es tuyo, sino de tu madre.

— ¿Y? —alza los hombros.

—Que se usa en caso de emergencia y no para presumir que eres un niño mimado, ricachón.

—No lo soy. —cruzo los brazos y enarco una ceja— Bueno, un poco.

— ¿Un poco?

—Ok, ya entendí.

Termino de cambiarme y Nicolás ya está esperándome en la salida. Él me entrega el paquete, entrelaza sus dedos con los míos y continuamos paseando por el centro comercial. Me detengo en un puesto nuevo de helados que sus sabores son de yogurt natural.

—Podríamos comprar uno mediano para compartir. —lo pienso y sería algo romántico.

— ¿Por qué mejor no pides dos grandes y comemos en tu casa?

— ¿De verdad? —Eso suena muchísimo mejor, así sobraría y lo comería cuando quiera. Él asiente— Muy de acuerdo contigo.

Nicolás sonríe, acercando su rostro más cerca del mío. Retrocedo y no porque no quiera besarlo, sino que me da tanta vergüenza la presencia de sus tres guardaespaldas, me apenaría que le vayan con el chisme a la Señora Valverde.

—Se siente feo que me rechaces. —dice con un toque molesto.

—Hay mucha gente.

— ¿Y?

—Somo unos críos. —increpo— Además, es difícil controlar mis emociones cuando pruebo el tacto de tus labios.

— ¿Qué?

Mierda, ¡¿Qué rayos acabo de decirle?!

—Yo… —me alejo, plantándome en frente de la vendedora— ¡Quiero dos envases grandes de helados, por favor!

No es difícil escuchar sus risas lo que me hace desear el de desaparecer de este planeta. Últimamente, pienso en voz alta, sobre todo cuando lo tengo muy cerca de mí. Me había convertido en su novia, mis sentimientos por él se habían vuelto más fuertes y aunque sabía que solo teníamos catorce años, el anhelo de quedarme por siempre a su lado se había convertido en mi más grande sueño.

 

(...)

 

Al entrar a mi casa, los dos nos percatamos de la presencia de Camile quién está viendo televisión, comiendo un poco de palomitas. Ella deja de enfocarse en su programa, desviando su vista hacia Nicolás. No duda en incorporarse para caminar hacia a él y plantarle un beso en su mejilla.

No puedo empujarla, es capaz de irse a quejar con su mamita.

—Qué agradable sorpresa. —sonríe con coquetería— ¿Cómo has estado?

—Bien ¿Y tú?

—Ahora estoy muchísimo mejor por verte. —pongo mala cara— ¿Ya estás listo para nuestro viaje?

—Si. —él me mira y acaricia mi cabeza. La expresión de mi hermanastra cambia— Justo venía de comprarle un vestido a Angie, quiero que ese día luzca más hermosa de lo que es.

— ¿Ah sí? —sus ojos se centran en el paquete que llevo entre mis dedos— ¿Y para mí? Porque te recuerdo que yo también iré contigo.

—No conozco tu talla.

—La misma de mi hermana.

¡Aj! Odio que lo diga.

Nicolás da un suspiro y su rostro se torna serio.

—No lo tomes a mal, Camile, pero no nos conocemos tanto como para que yo tenga un buen gesto contigo. —la ignora y me mira— ¿Vemos la película?

—Si, claro. —me fijo en la mentirosa y cómo quisiera reírme en su cara— ¿Aún no llega mi papá?

—Yo no sé nada.

Ella pasa por el medio de nosotros, chocando su hombro con el mío. Sus pasos golpean fuertemente las escaleras y está claro que las palabras de Nicolás la han enfurecido.

—Al parecer no esperó que le dijeras eso.

—Cuando me confesaste lo que te hizo, me dije que sería solo amable con ella a menos que me sacara de quicio y hoy se le ocurrió decir una barbaridad como esa. —resopla— ¿Quién se cree que es para pedirme un regalo?

Me encamino hacia la cocina para servir el helado, Nicolás va detrás de mí y me ayuda sacando dos vasos de la alacena. Es imposible que no deguste un poco, ya que amo el sabor de mora.

—Tú le gustas. —digo mientras sirvo el helado— Es normal que añore algo del chico de sus sueños.

—No entiendo cómo puede gustarte alguien que a las justas te saluda.

—Recuerda que los tres fuimos a esa feria. Desde ese día, ella no deja de pensar en ti porque te menciona tantas veces que hasta me duele la cabeza.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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