No sé cuánto tiempo ha pasado desde que estoy encerrada en mi habitación. Mi padre ya dejó de golpear la puerta, estoy tan enfadada con él y es que no puedo aceptar que haya tomado esa clase de decisión y todo porque se cierra a escuchar mi versión…, la real de lo que pasó realmente con Camile. Esa maldita que sabe actuar con tanta inocencia que ahora será la única en irse a Alemania con Nicolás y su madre.
Definitivamente, la vida no me sonríe.
—Ángela… —mi padre no se da por vencido— Tenemos que hablar.
— ¿De qué? —decido hablar— ¿De cómo no iré a Alemania? No, gracias.
— ¿Crees que es fue fácil para mí el haber tomado esta decisión con las ganas que tenías por ir?
—No, de seguro que no, pero con tal de complacer a tu mujer, que a mí me parta un rayo.
—No digas eso.
— ¡Lo es! —exclamo, estoy tan herida que no puedo contenerme. Mis ojos se nublan, tengo tanta ira que siento voy a explotar— ¡No fue solo mi culpa, pero aquí estás juzgándome! ¡A mí! ¡A tu propia hija!
—Abre, por favor.
—Solo… —me enrollo con las sábanas y rompo en llanto— Déjame sola.
Él no insiste, poco a poco sus pasos dejan de escucharse detrás de mi puerta, cumpliendo mi pedido y de paso, quebrando más mi corazón. Es un hecho que no viajaré con Nicolás, que tendré que despedirlo viéndose como se va con la estúpida de Camile.
No sé si podré soportarlo.
Mi teléfono comienza a sonar, no le tomo importancia porque sé que se trata de él y es que no tengo la fuerza suficiente para contestarle, ya que me conozco y estoy segura de que lloraré y se lo diré todo. No tengo idea de cómo reaccione, por lo que solo me tapo los oídos con la almohada y cierro mis ojos tratando de dormirme.
Ahora maldigo haberlo hecho porque soñar solo a Nicolás estaría perfectamente bien, pero atraer a mi hermanastra y que esta lo tome del rostro para besarlo, me congela y quisiera gritar hasta el cansancio, sin embargo, no puedo hacerlo.
— ¡No!
Me incorporo sobresaltada, mi frente está lleno de sudor y es así como caigo en cuenta de la horrible pesadilla. Mi pecho se siente pesado, tengo un mal presentimiento y definitivamente, no puedo rendirme. Tengo que dejar las cosas claras con mi padre, tengo el derecho de ser escuchada y que depende de ello, tome la decisión que crea conveniente.
Salgo de mi habitación y me encamino hacia su despacho. Por suerte, él se encuentra allí, pero lastimosamente junto a esa señora.
—Hasta que por fin salió. —menciona la bruja— ¿Tienes hambre?
—No. —la corto y solo miro a mi padre— Vengo a pedirte que escuches lo que tengo que decir… —le lanzo una mirada rápida a Laura— a solas.
—No creo que haya algún problema el que esté presente… ¿O sí, querido?
Mi padre no dice nada, se queda pensativo por unos segundos sin dejar de mirarme para luego desviarse a su esposa.
—Déjanos solos.
—Pero…
—Esto es un tema entre mi hija y yo.
—Pensé que éramos un equipo. —su voz suena enfadada— Ahora me doy cuenta de que no.
Ella nos da la espalda y se marcha.
De seguro está afuera con la oreja pegada en la puerta.
—Siéntate. —me pide y yo niego con la cabeza— Sino vas a hacerme caso, entonces no hay nada de qué conversar.
— ¿Por qué me haces esto? —lo suelto de golpe— Llevo días tratando de hablar contigo sobre lo qué paso con Camile, pero te rehúsas a hacerme caso.
—He estado ocupado en el trabajo.
— ¿Incluyendo fines de semana?
—El hotel no está en su mejor momento, y me necesitan al cien. No estoy para escuchar excusas, Ángela. Sea lo que haya pasado con tu hermanastra, tú no tenías por qué empujarla por las escaleras.
— ¿Eso fue lo que ella te dijo? ¿O solo lo dedujiste porque yo estaba allí?
— ¿No discutían por un vestido? Anda, niégamelo.
—Ella fue la que inició todo y no, no era una discusión. Si tan solo me hubiera dejado irme a mi habitación, nada de esto habría ocurrido, pero como se le ha metido el bichito de querer todo lo que es mío…, su caída solo es la consecuencia de sus caprichos que tú y su madre no son capaces de ponerle un alto.
—Eso es porque no te puedes abrirte con ella. ¿Acaso no te das cuenta de que solo quiere ser una amiga para ti?
— ¿Qué? —no puedo evitar reír, me quedo atontada por sus palabras— ¿Lo estás diciendo en serio?
—No estoy haciendo bromas, Ángela.
—Es increíble que no te des cuenta de cómo tu hijastra me odia, que en la vida quisiera ser mi amiga porque lo único que ha hecho desde que llegó aquí es convertir mis días en una miseria.
—No hables así.
—Es la verdad y si no quieres creerme, es una pena.
—Estoy tratando de que veas porque ella se comporta así contigo.
— ¿Ósea que dices que sus actitudes horribles son en parte mi culpa?
—No estoy diciendo eso.
—Escúchate.
—Solo estoy diciendo que esa niña solo ha dependido de su madre, que ella a sus posibilidades le ha brindado lo que pudo, al contrario de ti que yo siempre te he dado de todo.
—Te recuerdo que no tuve una madre, y aun si no me hubieras dado de todo, no sería como ella porque tú me has criado de manera diferente, en que el valor no está en lo material, sino en la humildad de la persona.
Él medita mis palabras, sabe que tengo razón y por dentro debe sentirse orgulloso de la hija que ha criado. Es por ello, por lo que no comprendo porque tanta duda sobre mí. Bueno, el encanto de la bruja de su mujer lo tiene hechizado.
—Ya no quiero hablar más de Camile. —murmuro, cambiando de tema— Dime todas tus razones del porque me cancelas el viaje a Alemania.
—Conversé con Laura sobre eso, y pensamos que cedí muy rápido.
—Entonces, imagino que mi hermanastra tampoco irá ¿no?
—Lo de ella no entra en discusión.
— ¿Por qué? —cruzo mis brazos— ¿Por qué ella se lastimó y yo no?