"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 7: No hay señales.

Si bien dije que por un segundo la suerte se puso de mi lado, ahora debo decir que aquella mención solo atrajo algo peor.

Hace dos días estaba saltando de alegría porque Armando logró convencer a su tía de darme un puesto en su empresa, no sé cómo lo hizo, pero eso era lo de menos. Tenía un trabajo, iba a poder hacer mis prácticas y no en cualquier lugar porque el hotel de la Señora Valverde era el más prestigioso de la ciudad. No tenía idea en como decírselo a mi padre, estaba segura de que no lo iba a tomar nada bien, sobre todo porque su mujer iba a dar un grito al cielo y ni qué decir de su hija, esa era capaz de enterrarme viva. Pero ya nada importaba, yo solo quería graduarme y de paso, saber cuál eras los reales motivos de la aparición tan pronta de la mamá de Nicolás.

Y hablando del Rey de roma, como dicen la felicidad no dura para siempre y el no saber nada de él en estos tres días eran la prueba de ello. Le he enviado un millón de correos, lo he llamado hasta el cansancio en donde solo me responde el maldito buzón de voz. No sé qué rayos está pasando, no comprendo el motivo de su desaparición y quiero preguntárselo a Nando.

[Deje su mensaje después de la señal]

— ¡De nuevo, maldita sea!

Estoy en un punto en donde ya estoy frustrada, estresada. Me urge escuchar su dulce voz, que me diga si está bien o no porque temo a que algo malo le haya pasado. Es difícil entender que él no quiera escribirme o llamarme, es el más intenso de los dos, así que descarto el que no quiera saber nada de mí.

Podría seguir marcando su número, pero en una hora debo verme con Nando para firmar mi contrato.

— ¡Necesito tu laptop, otra vez!

Como siempre mi hermanastra demuestra su falta de educación, entrando a mi habitación como si fuera un bar en dónde entras y sales cuando se te da la regalada gana. Ganas no me faltan de echarla a patadas porque estoy con un genio de los mil demonios.

Ni siquiera yo misma me aguanto.

—Que tu madre te compre otro. Total, tienen mucho dinero.

—Ya te he dicho que todo lo que tienes, es mío. —ella chequea cada rincón de mi habitación en busca de la máquina— ¿Dónde está?

 —Lo escondí. —agranda los ojos— Es mío y puedo hacer con eso lo que yo quiera. —sonrío un poco— Cielos, me salió tu papel.

—Eres una…

Tengo el presentimiento de que se abalanzara sobre mí, pero al verla inhalar y exhalar el aire me hace caer en cuenta que está poniendo de su parte para relajarse. Ese tipo de actitudes me hace temblar, nunca la había visto así y no sé si solo está actuando para tomarme con la guardia baja.

—Es una lástima que no pueda responder el correo de Nicolás. —dice encaminándose hacia la puerta.

— ¿Correo de Nicolás? —lo menciono, ella voltea y asiente— ¿Crees que voy a creérmelo?

—Me da igual si me crees o no. —muestra una sonrisa de triunfo— Soy su prometida y es su deber el escribirme.

—Dirás su obligación porque si fuera por él no lo haría.

— ¿Celosa?

— ¿Yo? —me señalo— ¿De ti Camile? No inventes.

—Pues pregúntenselo y verás que digo la verdad.

—No voy a hacerlo porque estoy cien por ciento segura de que me mientes. —me levanto de mi tocador y camino hacia la puerta para abrirla— Lleva tu veneno hacia otro lado.

— ¡Maldita estúpida! —exclama— Hagas lo que hagas, él se quedará conmigo.

—Si, sí, sí. Ya perdí la cuenta de todas las veces que me lo has dicho.

Ella sale con la ira extendida hasta el cielo, resonando la punta de sus tacos sobre el suelo. Estoy harta de escuchar sus delirios, aprendí a no dejarme y a contestarle cuando me provocara. No iba a seguir siendo la ingenua Ángela que su madrastra cacheteaba cuando se le antojaba, si mi padre no estaba para protegerme, tenía que valerme por mí misma en esta casa del horror.

Tengo que salir cuánto antes de aquí, lo de Nicolás está asfixiándome.

Guardo el móvil en mi cartera, los documentos necesarios para mi firma y salgo de mi habitación. Bajo las escaleras sin hacer mucho ruido, no quería cruzarme con mi madrastra, pero como siempre su presencia es innata en este lugar.

— ¿A dónde vas, Ángela?

—A dar una vuelta. —camino hacia la puerta y esta me frena— ¿Qué?

—¿Cómo es eso de que vas a trabajar en la empresa de la Señora Valverde?

— ¿Cómo rayos…? —solo pienso en mi padre. Tarde o temprano iba a enterarse porque él también labora ahí— Ya que lo sabe, no tengo porque negarlo.

—Tu actitud de zorra me tiene impresionada. —aprieto los puños— Pero déjame decirte que solo estás malgastando tu tiempo, la boda de Nicolás con mi hija es un hecho. Así que deja de meterte en sus asuntos.

—Tengo derechos, por ejemplo, el de buscar un empleo en cualquier lugar.

— ¿Justamente ese lugar?

—Usted busco uno, y fue precisamente en mi casa donde vivía un hombre viudo con su hija.

—Mis intenciones no fueron…

—Ahórreselo. —la corto, no quiero escuchar sus mentiras— Me tilda de zorra cuando usted en la menos indicada para hacerlo.

—Yo nunca me ofrecí a tu padre. —espeta— ¡Nos enamoramos!

— ¿Y por qué cree que se enamoró de usted? —enarco una ceja— Obviamente porque se lo movió muy bien.

Laura trata de golpear mi rostro, pero la freno al coger la muñeca de su mano. Ella trata de soltarse de mi agarre, sin embargo, la atraigo hacia a mí, dispuesta a agarrarla a golpes porque ya estaba harta de sus insultos y todo porque quería mantener el compromiso de su hija.

Mi madrastra sabía perfectamente que yo era una piedra en sus malditos planes.

— ¿Cree que puede lastimarme? ¿Qué sigo siendo la ingenua Angie?

—No puedes trabajar allí. —ignora mis preguntas— De eso se encargará tu padre.

—Él no tiene por qué meterse en mis propias decisiones. Si no lo saben tengo veinticuatro años, así que ahórrense sus sermones.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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