"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 8: Nuevamente juntos.

Escena (+18)

 

—El joven Armando Quecedo me está esperando.

—Es una fiesta de compromiso, señorita. Si no me enseña su invitación, le pido que se retire.

Por más que trato de convencer a los de seguridad, estos simplemente me ven como si fuera un rufián que quiere colarse a este gran evento. Me ignoran, apartándome a un lado para que deje pasar a las personas elegantes con billetera gorda. ¡Aj! Estoy agotada mentalmente, no quiero hacer un escándalo, pero no me están dando más alternativa.

Lo peor es que Nando tampoco aparece.

—Necesito que me dejen entrar. —insisto una vez más— Soy trabajadora del hotel.

—Muestréenos su documento de identidad que le ha brindado la empresa.

—No lo he traído, pero…

—Entonces no hay nada que hacer, señorita. —vuelven a apartarme de la entrada— Nosotros solo cumplimos órdenes.

¡Estoy harta! Trato de pasar por encima de ellos, pero estos al ser más grandes y fuertes me sujetan del brazo. Como me he convertido en una fiera, presa de la ira porque no han sido capaces de darme luz verde, los muerdo logrando que me suelten e intento escabullirme hacia adentro. Nuevamente, pierdo la batalla al sentir que me cogen de la cintura y mis pies se van elevando… ¡Carajo! Tremendo espectáculo que estoy dando delante de toda esta gente rica.

— ¿Qué está pasando acá?

Armando ha dado señales de vida y yo ya estaba a punto de volver a usar mis dientes, las uñas si era posible. Él exige que me bajen y lo hacen rápidamente.

— ¿Te gusta ser el centro de atención?

— ¡Te dije que vendría! —le gruño— Llevo peleándome con estos por varios minutos. ¿Dónde estabas?

—Persuadiendo a mi tía en que no cometa una locura. —luce cansado— ¿Alguna idea de dónde podría estar él?

—Soy la última en enterarme que vendría hoy para su fiesta de compromiso. No puedo creer que continúen presionándolo en algo que él no piensa ceder.

—Ya se lo dijo a su madre, por ende, la bomba atómica explotó. —masajea su cuello— Nicolás se niega a casarse y mi tía le dijo que si no lo hacía..., se olvidara de la empresa de su padre.

Supongo que la Señora Yolanda al ver que Nicolás no es un hombre de palabra, es un inepto para dirigir los hoteles que tanto le costó al Señor Quecedo. Pero es que ¿Cómo puede obligar a su propio hijo a casarse con una mujer que no ama? Estoy seguro de que hay algo delicado detrás de todo esto.

—Es lamentable que le haya dicho una cosa así. —niego con la cabeza, estoy decepcionada— Nicolás siempre soñó en tomar ese mando y ahora, solo lo ponen entre la espada y la pared.

—Ahí es dónde entras tú. —lo miro confundida— Tienes que convencerlo en que deje de actuar como un berrinchudo, cumpla lo estipulado por su madre y haga crecer más la gran empresa que le dejó su padre.

— ¿Estás bromeando no? —no puedo creer lo que estoy escuchando— ¿Cómo crees que yo…?

—No estoy en contra de lo que él siente por ti, pero este compromiso es necesario. —dice firme lo que me hace temblar— Él sabe cómo se manejan estos negocios.

— ¿Estás diciendo que este compromiso es solo un negocio?

Armando de queda en silencio.

No necesita decir nada porque lo he interpretado todo. Lo único que me falta para completar este acertijo es… ¿Con quién demonios hicieron esta clase de trato?

—Haz lo que te digo, Angie. —me toma por los hombros— Llámalo y pídele que venga a verte. Si lo haces tú, no se negará.

—Yo no puedo hacerle esto. —me zafo de su agarre, siento que no conozco a este chico— No debí venir.

Quiero alejarme de él, pero un auto se estaciona frente a nosotros. De este bajan, Camile, mi padre y mi madrastra los cuáles visten con elegancia. Es una lástima que no haya podido destrozarle el vestido por completo, pero me lleno de satisfacción al notar cierta hinchazón en su nariz.

Una buena foto para el recuerdo.

— ¡¿Por qué te fuiste así?! —mi padre me toma del brazo, alzándome la voz— ¿Cómo fuiste capaz de golpear a tu hermana?

—No golpeé a mi hermana, sino a la hija de tu mujer. —sonrío un poco— y veo que le quedó de lujo el buen golpe.

— ¿Te burlas?

—Fue ella quien comenzó a golpearme, no me iba a quedar con los brazos cruzados. —me suelto de su agarre.

— ¡Eso es mentira! —exclama la mentirosa sin dejar de señalarme— Ella insistió en venir al evento y como le dije que no porque las invitaciones se agotaron, me pateó.

Mi padre me mira como si no reconociera a su hija, no sé a qué se deba esa expresión si lo hace todo el tiempo.

—No diré nada en mi defensa porque nunca crees en lo que te digo.

—La hinchazón de Camile lo dice todo. —nuevamente me toma, pero esta vez de la muñeca— Vete a casa, es una orden.

— ¡No! —grito, luchando con él— Soy lo suficientemente grande para que me des órdenes.

— ¡Soy tu padre!

—Solo eres una marioneta.

— ¡Eres una...!

Él intenta golpearme, pero Armando lo detiene al detener su acción. No me sorprende, no es que lo haya logrado alguna vez, pero han sido varias veces en donde fácilmente ha perdido los papeles. Sé que está situación lo frustra, sobre todo que su hija le falte al respeto, contestándole de una manera que nunca ha esperado…, pero ¿Qué se supone que haga? Quiere manipularme, y eso sí no se lo voy a permitir. Lo amo a pesar de todo, pero lo que siento por Nicolás es más fuerte que un huracán.

—Seños Ruiz, tranquilícese. —le susurra cerca de su oído— Este no es ni el lugar, ni el momento adecuado para hacer este tipo de escenas ¿No lo cree?

Armando tenía razón, a nuestro alrededor había demasiada gente que no se molestaba en detener sus pasos para presenciar nuestra acalorada discusión. Mi padre se relaja, acomoda su traje y opta en soltarme para luego tomar la mano de su mujer.

—Vámonos.

Tanto Laura y su hija asienten, desapareciendo de mi vista.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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