Si Nicolás a las justas soportaba de que otro hombre se me acerque o me toque, no quería ni imaginar si alguien se atrevía a propasarse conmigo. Bueno, ahora no solo me lo estoy imaginando, sino que estoy presenciando como el futuro presidente está moliendo a golpes a su aun socio extranjero.
— ¡Detente, por favor!
Trato de persuadir a que lo suelte, se ha detenido, pero lo tiene agarrado del cuello. No quiero que esta situación llegue a oídos de algún medio, tengo temor de que alguno de los comensales esté grabando este penoso hecho. A Sergio Torres no deja de sangrarle la boca, lo peor es que no se queja, es más lo está disfrutando y eso me fastidia.
— ¡¿Por qué carajos besó a Ángela?! —grita Nicolás.
—Solo quería confirmar algo, es todo.
— ¡¿Y fue necesario besarla?!
—No tuve más opción.
— ¡Seguiré rompiéndote la boca! ¡De esta manera no volverás a tocarla!
—Sigue haciéndolo, no voy a detenerte.
¡Este hombre se volvió loco!
Todo esto es mi culpa, sino hubiera venido nada de esto habría llegado muy lejos. Ahora solo me queda pensar en lo que debería de hacer para alejarlo de aquí… Claro, es esta la única solución.
— ¡Son unos malditos idiotas! —exclamo y miro a Nicolás— ¡Será mi jefe, pero no mi dueño para que venga a golpear a todo el mundo! ¡Renuncio!
Salgo del restaurante intentando no tropezarme con estos tacos que ya me están produciendo ampollas en los tobillos. Camino por esas calles que desconozco, algo desconcertada porque no sé cómo rayos volveré a mi casa. Espero que él haya caído en la trampa…
Sus pasos se escuchan detrás de mí. ¡Sí! ¡Cayó!
—Angie, espera. —él me toma del brazo, deteniéndome y dándome la vuelta para encararlo— ¿A dónde crees que vas sola?
—Sabía que vendrías por mí. —sonrío y me suelto de su agarre para rodear su cuello con mis brazos— Sé que nunca me dejarías irme sola.
— ¿De qué estás hablando? —frunce el ceño— ¿Estabas actuando?
—Era la única manera de separarte de ese señor. ¡Ya le habías roto la boca!
— ¡¿Y?! —sigue furioso— ¡Es poco de lo que se merecía por haberte tocado sin tu consentimiento! —acuna mi rostro con sus manos— Y no tiene nada que ver el que yo sea tu novio porque no te considero una propiedad a quién le debes lealtad. Nadie tiene porque pasarse de la raya contigo, mereces respeto y si ese idiota no lo sabe, pues aquí estoy yo para demostrárselo a punta de puñetes. Mientras estés a mi lado, de mi depende de que seas intocable.
Quiero decir algo, pero él junta mis labios con los suyos. Su tacto me deja en silencio, disfrutando del momento en que puedo deleitarme con ese manjar que acelera mi corazón. Nicolás sabe cómo derretirme con sus palabras, si decía que era un tóxico de mierda pues sí lo era, pero a su manera. Me cuida, me protege, estoy tan segura en sus brazos que solo deseo permanecer siempre a su lado.
—Lo siento. —susurro cuando ha dejado de besarme— En verdad, lamento lo que pasó.
— ¿Por qué tienes que lamentarlo? Él es el único culpable de lo sucedido.
—Tengo tanta cólera que me haya tomado desprevenida, no tenía idea de sus intenciones.
—Estoy tan apenado de no haber llegado antes. —acaricia mi mejilla— Perdóname.
Quiero volver a tocar sus labios, pero él me detiene. Me quedo confundida al ver como saca un pañuelo de su saco y lo apoya encima de mi boca.
—Pero... —digo incómoda al saber que está limpiándolo— ¿Qué haces?
—Borrando su huella de tus labios.
— ¡Si me besaste!
—Por si acaso.
—Solo fue un ligero tacto.
—Nada ligero debe estar allí.
Río para mis adentros, dejo de luchar en vano y me quedo quieta para que culmine su ridícula manera de borrarme un beso de un extraño. Tengo que admitir que esa acción lo hace muy tierno y celoso al mismo tiempo.
—Listo. —bota el pañuelo en un tacho de basura.
—OK. —lo tomo del brazo— ahora llévame a comer que muero de hambre.
Él asiente.
Los dos tomamos un taxi el cual en menos de quince minutos nos deja en la puerta de otro restaurante de mil estrellas. ¡Por Dios! Estos ricos quieren que me dé un paro de tanto dinero que manejan. De seguro, los platillos de aquí cuestan el sueldo de mi padre.
Un mozo nos recibe dándonos la bienvenida, nos guía a una mesa lo bastante alejada de otros clientes y termina por dejarnos la carta del día. No quiero ni abrirla, lo más probable es que salga corriendo al chequear los precios. Nicolás se percata de mi incomodidad, me pregunta si él puede pedir por mí y se lo agradezco. Aunque ahora, estoy arrepintiéndome de haberle dado ese permiso y es que es capaz de ordenar la comida más cara de este lugar.
El mismo mozo recibe los pedidos y vuelve a marcharse.
— ¿Algo para beber?
—Agua, por favor.
—Angie…
—Será mejor que me hagas caso. —suspiro— No vaya a ser que me desmaye cuando vea la cuenta.
—Déjame complacerte por todo el tiempo que estuviste esperando y por lo mal que te hice pasar en el hotel.
—Tú no hiciste nada, soy yo la que debería disculparse por el comportamiento de ese par de locas. —lo miro cabizbaja— ¿Ellas… te trataron mal?
—Claro que no. —niega con la cabeza y deja el pañuelo sobre sus piernas— Aunque Camile estaba muy molesta, se disculpó por el escándalo.
— ¿Estás diciéndome la verdad o solo es porque no quieres preocuparme? —enarco una ceja.
— ¿Qué cambiaría si te dijera la verdad?
—No tienes por qué lidiar con mis problemas, Nicolás. —estoy tan cansada de esta situación— Yo pude haberme defendido.
—Te golpearon. —aprieta sus puños— No es fácil ver como lastiman a la mujer que amo. Así que no me pidas que no me incluya cuando lo único que quiero es que estés bien.
Esta vez esas estúpidas me agarraron con la guardia baja, pero no volverá a ocurrir. Dejé de ser la cojinova de Ángela hace años como para que ahora traten de rebajarme delante de él o de cualquier persona. Tomo una de sus manos, relajando el ambiente y decido cambiar de tema.