"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 12: ¿Día libre?

ÁNGELA

Estoy a punto de tener un colapso fatal porque llevo una hora buscando la bolsita en donde guardé la cajita de mi pulsera rota. Estoy segura de que lo guardé en uno de los cajones de mi tocador, pero como por arte de magia negra ha desaparecido. ¡Dios! ¿Cómo es posible que esté pasando esto? ¡Es imposible que se haya evaporado mi objeto más valioso!

Quiero llorar, gritar, hacer rabieta porque ya ni sé en dónde buscar. Si pudiera continuaría chequeando cada rincón de mi habitación, el problema es que voy a llegar tarde al trabajo y no puedo darme el gusto de hacerlo (A pesar de que el dueño es mi novio).

¡Ay, no! Pienso en él y me duele más no tener lo que me regaló, ¿Qué voy a decirle?

— ¡Ángela! ——mi padre toca la puerta— te llaman por teléfono.

— ¿Quién?

—El joven Armando Quecedo.

¿Qué Nando ha llamado al teléfono de mi casa? Es raro porque él sabe perfectamente el número de mi celular…

¡Mi celular!

Nuevamente, busco por todos lados, pero esta vez queriendo encontrar ese aparato que no he visto desde que desperté. Ahora entiendo porque la alarma nunca sonó y yo creyendo que lo había silenciado media dormida. ¡Carajo! ¿Qué demonios ha pasado aquí?

— ¡Ángela, ve a contestarle!

¡Por una mierda! No me queda de otra que dejar mi habitación de patas arriba, salir de esta, por poco empujar a mi padre para correr hacia el primer piso. Respiro hondo antes de responderle, sigo enojada con él, por lo que me gustaría mandarlo bien lejos.

— ¿Diga?

—Angie, ¿Por qué tienes apagado tu celular?

—Olvidé cargarlo ayer. —miento y chequeo la hora. Llevo cinco minutos de retraso— Lamento aun no salir de casa, pero ahora mismo estoy yendo…

—No será necesario. —me interrumpe— Te llamaba para darte el día libre.

— ¿Ah? —estoy confundida— ¿Y eso?

—Tendremos una reunión que nos tomará todo el día, así que no se requiere de tu presencia.

—Pero mis responsabilidades son otras. —respondo con tono molesto— Te recuerdo que ayer fingí ser la secretaria de Nicolás, sus reuniones no me competen, por lo que es innecesario que me llamen para darme el día libre.

Él suspira.

— ¿Sigues enojada por lo que te pedí ese día?

—Si. —no puedo contener la ira— Mejor dime cuáles son realmente los motivos que te han conllevado a bloquearme la entrada al hotel.

—Nicolás estará aquí todo el día y mi tía no quiere “Distracciones”. —lo sospeché— Suficiente que hayan estado dos días juntos.

— ¿Entonces debo agradecérselo? —resoplo— Cómo si hacer eso va a lograr que no lo vea.

—Solo estoy cumpliendo sus órdenes, por lo tanto, nos vemos mañana.

—No comprendo porque tu tía accedió a contratarme sabiendo las consecuencias que esto traería… el de vernos.

—Ella no pensó que él adelantaría su viaje, y mucho menos que rechazaría el compromiso por completo.

—Suena coherente.

Antes de colgarme, Armando me comenta que debo tener listos unos documentos que me ha enviado a mi correo de trabajo. No tengo ni una semana en el hotel y ya me gané mi primer día libre y todo por ser un peligro para el futuro presidente a quién extraño a morir, lo deseo con todo el cuerpo y no puedo sacarlo de mi cabeza. Doy un suspiro sintiéndome derrotada, sin embargo, me doy cuenta de que tengo más tiempo en buscar la pulsera. Total, Nicolás y yo nos encontraríamos a las seis de la tarde aproximadamente.

Corro hacia mi lugar privado.

— ¿Qué quería el joven Quecedo? —me pregunta mi padre al plantarme en la puerta de mi habitación

—Solo el de avisarme que tengo el día libre.

— ¿Día libre? ¿Tan pronto? —asiento— Recuerdo que se les daba a los empleados con buenos méritos.

Si es que se quiere quejar, va a terminar saltando de alegría con la Señora Yolanda. Quiero decirle algo más, pero la bruja mayor se aparece delante de nosotros y toma del brazo a mi padre.

— ¿Así que tienes el día libre?

—Creo que lo escucho perfectamente.

—Angie.

—Pues eso es una excelente noticia, ¿No lo crees, querido?

¿Qué? ¿Y a esta que le picó?

— ¿Por qué? —se miran entre los dos— ¿Pasa algo?

—Hoy también tengo el día libre y estaba pensando en ir a visitar a tu madre. —me quedo con la boca abierta— Fue idea de Laura.

Mi boca cae sobre el suelo.

Desde que él se casó con esta mujer, decidió no volver a visitar la tumba de mi madre por respeto hacia su nuevo matrimonio. Yo lo acepté porque pensé que eso lo haría feliz, pero aquella decisión terminó por destrozar mi corazón. No la tenía en cuerpo, así que lo único que calmaba el haberla perdido, era dejándole sus flores favoritas, los lirios de color amarillo.

— ¿Están hablando en serio?

—Claro que sí, Angelita. —responde mi madrastra y casi vomito— Es más, ya estoy listísima para irnos.

— ¿Y Camile también irá?

—No.

Tampoco es que esa tenga que ir, suficiente con el veneno de su madre que solo va a lograr contaminar el cementerio. Mi padre me mira atento, sabe que soy capaz de negarme con tal de no tener a su mujer a mi lado, pero tratándose de mi madre...

Eso lo cambia todo.

— ¿Cuántos minutos tengo?

—Quince.

Asiento.

Entro a mi habitación y me desvisto para usar una ropa más cómoda. El lugar en donde yace mi madre está a dos horas de aquí, si mi trasero se va a aplanar más prefiero acostarme en los asientos del auto. Quisiera haberme negado para así buscar mejor mis cosas perdidas que más pareciera que alguien se lo hubiera robado o escondido… ¡Aj! Ya estoy comenzando a alucinar cuando debería estar pensando en cómo rayos comunicarme con Nicolás.

¡¿Acaso esto será una maldición por haberme enfrentado a la bruja de Laura?!

No tiene caso complicar más mi tortuosa situación, tampoco puedo pedirle a mi papá su celular porque preguntaría por el mío y no sabría que decirle. Solo espero llegar con tiempo a mi cita, que Armando sea capaz de decirle los verdaderos motivos que me conllevaron a faltar, recalcándole que no tengo mi móvil a la mano por si trata de llamarme.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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