"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 15: Nuevo jefe.

Es inconcebible lo que me está diciendo Nicolás. ¿Qué su nuevo socio me quiere como su secretaria personal? ¡Está loco! No hay forma en que yo trate directamente con una persona como él y encima tenga que servirle, permanecer a su lado todo el tiempo, prepararle el café, tomar sus recados. ¡No! Me niego rotundamente.

—Él te pidió como secretaria cuando mi madre mencionó que no trabajabas para mí, sino para el Señor Luis Morales.

—Los dos sabíamos que tarde o temprano se iba a enterar.

—Tienes que rechazarlo.

—Lo haré, pero… eso significaría que perdería el empleo ¿No?

—Es lo más probable. —toma mis dos manos— Prometo que te ayudaré a que consigas otro. Lo importante es que no estés cerca de ese sujeto.

Estoy odiando la idea de quedarme sin empleo, y es que eso cambiaría muchas cosas, entre esas mi salida de la casa de mi padre. No podría costear el alquiler de un departamento, a las justas me alcanzaría para mi alimentación.

Voy a tener que pedirle más tiempo.

—De acuerdo, amor.

Suelta mis manos, lo tomo del rostro y presiono mis labios contra los suyos. Me pierdo entre estos por unos segundos, tenía la necesidad de transmitirle que todo iba a estar bien. Nicolás presiona mis caderas para aferrarme más contra su cuerpo, su erección me maltrata un poco.

Cielos, no es de los que se contiene.

—Vas a tener que pensar en otras cosas… —digo al separarme de su boca— No va a bajarse solo.

— ¿Por qué no regresamos a mi departamento? —su voz suena tan cadente. Dios, este hombre me moja demasiado— Merecemos un buen momento a solas.

—Otro día. —suspira rendido— Ahora tengo que hablar seriamente con Camile.

— ¿Sobre lo que pasó?

—Claro que no. —acaricio su mejilla— ¿Te olvidas de que me hizo un favor? Debo agradecérselo.

— ¿Lo dices en serio?

— ¿No confías en mí?

—Si, pero… —entrecierra los ojos— No sé porque tengo la sensación de que le dirás de todo, menos eso.

—Cree en mí, ¿Sí? —le doy un beso corto— Nos vemos.

Me despido de él con la mano hasta que entro a mi casa. Por suerte, no voy a perder el tiempo en buscar a la susodicha, ya que la veo bien sentada en el sofá, comiendo canchita sin apartar la mirada del televisor. Tengo tantas ganas de arrancarle la cabeza, sobre todo borrar su boca por haber besado al hombre que amo y que es solo mío.

Decido caminar hacia ella, coger el control remoto y apagar el aparato electrónico frente a sus ojos. Camile se incorpora luciendo como una fiera y avienta el plato de cancha al piso.

— ¡¿Qué carajos haces, estúpida?!

— ¡¿Desde cuándo me haces favores, bruja?! —grito. La muy pendeja sonríe y cruza sus brazos— ¿Robar mi pulsera solo para ver a Nicolás? Tu desesperación cayó tan bajo.

— ¡¿Y qué pretendías?! —exclama— ¿Qué me quede sentada viendo como buscas pretextos para tener una cita con mi prometido? ¡Pues no!

— ¡Él es mi novio, no tu prometido! —se lo recuerdo— Así que puedo tener un millón de citas si se me da la gana. Además, fuiste tú quién rompió mi pulsera.

—Pues deberías agradecer que no boté esa estúpida joya a la basura.

“Esa basura” como tú lo llamas es lo que más me une con él, ¿Por qué crees que no se inmutó en repararla y colocarle diamantes? —sonrío de lado— Eso es algo que nunca ha hecho y ni hará por ti. —la miro de pies a cabeza— Le das asco, te aborrece.

—No me pareció eso cuando me besó.

—Error. —replico— ´Tú lo besaste y lamento decirte que tus labios le provocaron unas náuseas terribles. —finjo tristeza, pero luego esbozo una enorme sonrisa. Ella sigue con una expresión molesta en el rostro— Tienes suerte de que mis besos, mis caricias lo hayan ayudado muchísimo porque si no fácilmente te denunciaba.

— ¡Deja de ser irónica!

— ¡Solo estoy diciendo la verdad! —trato de calmarme, no quiero que mi padre escuche nuestros gritos— Espero que lo hayas aprovechado, Camile. Es la última vez que vuelves a acercarte a él con otras intenciones. Métete en la cabeza que Nicolás está conmigo, me ama y nunca vas a lograr separarnos.

—Él pronto será mi esposo…

— ¡Sueña grande! —la corto con un tono de sarcasmo— Es malo alucinar con algo que nunca tendrás.

—Nicolás no tiene opción, ni tú tampoco. —inquiere, logrando que recuerde el trato que la Señora Yolanda tiene con su padre. No puedo demostrarle la tristeza que sus palabras me causan, no puedo ser tan vulnerable— Es cuestión de tiempo para que sea solo mío.

No puedo darle el gusto de lastimarme.

—Nicolás podrá casarse contigo, pero siempre estaré yo en su corazón.

— ¡Por favor! —resopla— Será fácil borrar tu existencia de él cuando esté conmigo.

— ¿Y Cómo? Están comprometidos hace seis años y sigue amándome a mí, sin contar que hace diez años antes también me amaba.

El rostro se le torna rojo, sus manos se convierten en puños y si tuviera las uñas largas ya se estaría desangrando. Ella trata de irse, pero rápidamente la tomo del brazo. Lucha porque la suelte, pero se lo aprieto más.

— ¡Devuélveme mi celular, ahora!

—¡Yo no lo tengo!

— ¡Deja de ser una maldita mentirosa y dámelo antes de que te rompa la boca! Porque ni creas que voy a olvidar que lo tocaste sin su consentimiento, arrastrándolo a ese lugar con mentiras, usándome para tu propio beneficio.

—No lo olvides, hermanita. —me mira triunfante— Para que veas que soy capaz de hacer de todo para obtener lo que quiero y besar a Nicolás solo es el comienzo de tu desgracia.

Se suelta de mi agarre con brusquedad para encaminarse hacia su habitación.

—Y, por cierto, ni tengo tu celular, ni robé tu pulsera. —ríe bajo— No tengo la necesidad de mancharme las manos.

¿Cómo no me di cuenta? Tenía la sospecha y ahora, Camile acaba de confirmármelo. Mis pies avanzan, pasando por su lado y por poco la boto de la escalera. La sangre me hierve, mi corazón se acelera debido a la cólera que siento porque utilizó la memoria de mi madre y todo para complacer a su cría.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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