"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 18: Juegas sucio.

El Señor Torres estaciona su auto a una cuadra de mi casa. No quería tener que darle explicaciones a mi padre y mucho menos escuchar los comentarios malintencionados de su mujer e “Hijita”. Ya tenía suficiente con mi genio debido al pleito que tuve con Nicolás como para que pueda soportar a ese par de brujas. Decido agradecer a mi jefe el haberme traído, y sin más me despido de él para luego bajar de su auto.

—Por cierto… —me acerco a la ventana del copiloto— Quería que me diera permiso para ir mañana a la clínica. Un chequeo médico no estaría de más.

—Me parece buena idea.

— ¿Ósea que puedo llegar tarde?

—Tomate el tiempo que necesites. —él prende el motor— Cuídate.

—Muchas gracias.

Me quedo ahí hasta que su auto desaparece de mi vista.

Comienzo por caminar y al mismo tiempo me quedo pensando en esa foto. Quise preguntarle el parecido, pero sentí que solo iba a quedar en ridículo. Si lo hubiera hecho era como si estuviera indagando sobre su vida personal y lo que menos quisiera sería que piense que estoy interesada por él. Imagino que al tener aun su foto es porque no la ha olvidado, el recuerdo de su esposa sigue presente y eso es algo de admirar. Como dicen: “Uno se casa una vez en la vida”. “Uno solo ama una vez”. Para algunos son tonterías, pero para otros embobados como yo…

—Angie…

Ay, Dios. Creo que ya estoy alucinando con la voz de Nicolás. Es imposible que él ande por aquí, no hay forma de que su nivel de toxicidad haya llegado tan lejos y no le importe ser visto por las locas.

— ¡Ángela!

No, no es una alucinación.

Me doy la vuelta y tengo que parpadear varias veces para confirmar que no estoy soñando. Él sigue en traje. Está claro, que saliendo del hotel ha conducido hasta acá y solo para verme o cerciorarse que ese hombre me haya dejado sana y salva.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —lo suelto de golpe. Sigo enojada— ¿Has venido a ver si he regresado a casa y no estoy por otros rumbos con mi jefe?

—No le digas jefe fuera del horario.

—Pero lo es. Así como tú eres el Joven Quecedo.

—Soy tu novio y el amor de tu vida.

— ¿En serio? —me cruzo de brazos— Dime otro chiste.

A Nicolás le cambia todo el semblante. No quería ser dura con él, pero me sentía tan herida por su desconfianza que era difícil controlar mi lengua. Quería que sienta como me sentí yo en ese momento, quería darle los motivos necesarios para que en verdad no confíe en mí.

—Escúchame…

—No puedo. —finjo que chequeo la hora de mi celular— Como lo sabe mi horario de trabajo acabó, así que…

— ¡No actúes de esa forma conmigo! ¡No lo merezco!

— ¡¿Y yo si merezco que me trates como si fuera una puta?!

— ¡Jamás me he referido así de ti!

— ¡No necesitas mencionar esa palabra para hacerlo! El que desconfíes de mí lo dice todo.

— ¡No desconfío de ti! ¡Sino de él!

—Tus celos, tus reclamos me tienen cansada. —digo firme— Ya es agotador tener que lidiar con las exigencias de ese hombre como para que tú solo me increpes por qué tengo que hacer mi trabajo, diciendo que solo quiero cumplir sus “necesidades”. ¿Desde cuándo te has vuelto un idiota?

Él no dice nada, solo agacha su mirada y yo ya no quiero seguir enfrentándolo.

—Espera… —me sujeta de la muñeca— Hablemos, por favor.

—No quiero.

— ¿Vas a comportarte así?

—Sí.

—No me gusta. —puedo sentir que tiembla, opto por voltear— Temo a que termines por dejarme y… no podría resistirlo. No soy ese chico perfecto que siempre quise demostrarte, tengo inseguridades, virtudes, defectos como cualquiera. Quería ser diferente para que solo me vieras a mí y a nadie más. —continúa— Ahora me doy cuenta de que solo la he jodido, que no soy capaz de controlar mis celos llegando al punto de lastimarte. Sin embargo, créeme cuando te digo que no ha sido mi intención, que lo que menos quiero es hacerte llorar.

—Nicolás…

—Perdón. —puedo notar sus ojos azules llenos de lágrimas y aquello me rompe el corazón. Detesto verlo así y ya ando arrepintiéndome de haberlo tratado tan mal— Lamento mucho haber sido un idiota.

—Si, lo has sido. —toco su mejilla. Con mis dedos seco sus lágrimas— Pero no me importa que seas así; celoso, tóxico. Lo que me enoja es que no confíes en mí porque es como si no creyeras cuando te digo lo mucho que te amo, que eres el único que tiene mi corazón y que deseo estar contigo toda la vida. Es como si el transmitirte mis sentimientos sean por las puras…

—No. —acuna mi rostro— No es así, mi amor.

—Para mí sí, Nicolás.

—Te juro que no lo veía de ese modo.

—Solo tienes que dejar esas inseguridades. —me aferro a él, acercando mi boca a la suya. Su aroma es exquisito— Eres el hombre que amo, que deseo, que me tiene loca de amor.

— ¿Sigues amándome?

—Nunca dejaría de hacerlo.

— ¿Lo juras?

—Sí.

—Dilo otra vez.

—Te amo.

Él apoya sus labios contra los míos llevándome al mismo paraíso. Me sumerjo en saborearlos, disfrutarlos, jugar con su lengua que me calienta la zona íntima. Extrañaba el tacto de sus manos que no dejan de recorrer mis curvas, embriagarme de su aliento que me atonta y escuchar sus “Te amo” sobre mi boca. Le tenía unas malditas ganas, sino fuera por ese pleito temprano, estaríamos entre sus sábanas.

—Vamos a mi departamento. —detiene el beso. Sus labios bajan por mi mentón hasta llegar a mi cuello— Quiero pasar toda la noche contigo.

—No puedo… —aprieto mis labios para no gemir, trato de controlar mi respiración— Mañana debo ir temprano a la clínica.

—Vamos juntos.

— ¿En serio? —lo alejo antes de que termine gritando de placer. Toco mis mejillas y están ya van a entrar en llamas— ¿No tienes ninguna reunión?

—No… —cierra los ojos y da un suspiro. Lo supuse— Si, tengo uno temprano. Pero puedo dejarte allá, regresar al hotel y cuando termine la reunión volver por ti.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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