ÁNGELA
—Adelante.
Entro con el semblante más relajado de mi puta vida, llevando el sobre de los documentos de mi renuncia en las manos y lo veo de espaldas dándome una vista impresionante de su…
Me cacheteo mentalmente.
Mis pies se detienen a una distancia prudente y él voltea para darme la cara. No me sorprende que sus ojos luzcan cabizbajos, melancólicos, es el tipo de expresión que da cuando quiere victimizarse y me odio por haberle creído tantas veces.
Dejo los documentos sobre su escritorio.
—Solo necesito que lo firme para poder irme.
—Debemos hablar.
—No tengo mucho tiempo. —chequeo mi celular— Tengo que tomar un vuelo.
— ¿Qué? ¿De qué vuelo hablas?
— ¿No se lo dijo su prometida?
—Respóndeme.
—No es algo que le compete. —cojo el sobre y lo abro para sacar las hojas— Fírmelo de una vez.
—He estado siendo paciente, Ángela… —lo miro y sus ojos se tornan rojos— Decidí darte tiempo para que te tranquilizaras y podamos hablar como un par de adultos, pero sigues actuando igual y…
— ¿No va a firmar?
—No hasta que me escuches…
—En ese caso, me presentaré con su madre. —vuelvo a guardar las hojas en el sobre— Si se niega, tengo todo el derecho de hacerlo.
—Está especificado que debo ser yo…
—A menos que se rehúse en hacerlo. —sonrío un poco— Con su permiso, joven Quecedo.
Me doy la vuelta, preparada para salir de allí, pero como no es de los que pierde, me toma de la muñeca y me jala hacia el sofá en dónde no le importa darme un leve empujón para aprisionarme. Lucho para que se aparte y su tacto solo me recuerda que la tocó… ¡La tocó! Estuvieron juntos en esa habitación durante toda la noche, follando mientras que yo me deshidrataba de dolor por haberlo perdido.
Bien dicen que un hombre despechado no se inmuta en ponerte el cuerno.
— ¡Escúchame! —logro empujarlo y me incorporo— ¡No es lo que crees!
— ¡No seas cínico que te vi con mis propios ojos!
—No pasó nada, ¡Te lo juro!
— ¡¿Me crees tan estúpida?! —exclamo hecha una furia— Niégame que no dormiste con ella, que no despertaste junto a ella… —se queda callado— ¡Niégamelo!
Su silencio lo dice todo y yo siento que muero una vez más.
—No sabes cuánto te odio…
—No digas eso… —sus ojos se llenan de lágrimas e intenta tocarme, por lo que lo empujo más fuerte y me encamino hacia la puerta— ¡Déjame explicarte, por favor!
—No hay nada que explicar si esto ha quedado más que claro. —vuelvo a posar mis ojos en él— Te acostaste con ella, sin importarte mis sentimientos, pensé que estabas tan devastado como yo después de que terminamos ese día, pero no. Solo estabas esperando el momento perfecto para desfogarte...
— ¡No digas estupideces! —grita desesperado— ¡Jamás me acostaría con otra mujer que no seas tú! ¡Te amo a ti! ¡Tú eres la única que tiene todo de mí! Y sí estaba devastado, lo estoy y es por ello que nunca se me ocurriría engañarte.
—Pues lo hiciste, y lo que más me duele es que haya sido con la persona que más me ha hecho sufrir. —seco mis lágrimas antes de estas caigan— Ahora me doy cuenta de que son tal para cual, merecen estar juntos y yo merezco algo muchísimo mejor en vez de andar penando por alguien que no supo valorarme.
—Lo dices porque te sientes herida, pero Angie te juro que entre ella y yo…
— ¡Deja de ser mentiroso, por dios!
— ¿Por qué no me crees? ¡Es Camile la que miente!
—Pues la escena que me diste no dijo lo mismo.
— ¿Cuándo te he dado motivos para que desconfíes en mí? —no puedo evitar reír— ¡Hablo en serio!
— ¿Y qué es lo que se supone que piense cuando tú tenías la ropa mal acomodada y ella con la sábana envuelta en su cuerpo? ¿Qué estaban jugando twister? ¡No me jodas!
— ¿No ves que ella lo planeó todo? —ruedo los ojos— ¡Ni siquiera recuerdo nada!
— ¿Ahora eres amnésico?
— ¡Te estoy diciendo la verdad!
—Ahórrate las excusas porque no te creo nada…
Él aprieta sus labios y sus lágrimas ruedan por sus mejillas. No sé de dónde saco tanto autocontrol para no llorar, tal vez la misma cólera me mantiene más fuerte que nunca.
—Dijiste que siempre confiarías en mí.
—Y yo creí que jamás te atreverías a engañarme.
— ¿Ya no me amas?
El pulso se me dispara.
Si supiera cuánto lo sigo amando y es por eso que lo odio tanto, porque pude esperarlo de muchas personas, pero no de él. Del hombre que supuestamente me sería fiel hasta los últimos días de nuestras vidas.
— ¡Responde!
— ¡Suficiente! —lo callo— Ya no tengo porque seguir escuchándote cuando lo nuestro acabó.
—No puedes terminar conmigo. —niega con la cabeza— ¡No lo acepto!
— ¡Pues yo no puedo estar con alguien que solo me ha visto la cara de idiota! No eres el Nicolás del que me enamoré, aquel chiquillo de catorce años que solo me profesaba su amor a mi… ¡A mí! Y no se iba acostando con otras.
—Tu ira te enceguece…
—Esa ira desaparecerá cuando ya no los tenga al frente. —regreso hacia su escritorio y dejo el documento encima de este— así que firma que quiero largarme de aquí.
— ¿Es eso lo que quieres? —pregunta en un hilo de voz— ¿Dejar de lado lo que construimos juntos?
—Es gracioso que lo digas cuando tú estás bien comprometido con…
—Contigo. —me corta— Porque ni creas me casaré con ella para convertirme en tu “cuñado”.
—Da igual si lo haces o no. Yo estoy dispuesta a comenzar de nuevo, muy lejos de ti y de los que siempre me han hecho daño. ¿Quieres hacer algo bueno por una vez en tu vida? ¡Firma!
— ¡NO!
La distancia que nos separa se acorta y es cuando aprovecha en acunar mi rostro con sus manos. El que tiemble me hace ver que está desesperado, nervioso, angustiado. Trato de zafarme, pero se pone más fuerte, impidiendo que lo aleje de mí.
—No puedo perderte, Angie… —solloza— Si lo hago, me volveré loco.