"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 29: Ese anillo no te pertenece.

NICOLÁS

— ¿Arrodillarme y decidir una fecha para casarme con Camile?

Tengo que repetirle esa pregunta porque sigo sin creerlo.

He sido arrastrado hasta aquí como presa fácil, sin esperar encontrarme al viejo señor que anunció un compromiso en mi nombre sin mi permiso. Creen que porque soy joven no tengo derecho a reclamar, se creen superiores por tener la mentalidad primitiva, esa que dicen que los mayores ya tienen más experiencias y que, por ende, debes agachar la cabeza y dejar manipularte.

No pienso ceder en una tontería como esa.

—Me marcho.

—Nicolás… —a las justas me doy la vuelta— Tienes que…

—No, no tengo que hacerlo porque no voy a casarme, y mucho menos con ella. —vuelvo a darle la cara— Así que dile a tu gran socio, ese que te importa más que tu propio hijo, que decline en cumplirle los caprichos a su hija y me deje en paz.

Trato de salir de ese pasadizo, pero los guardaespaldas de Rodrigo me bloquean el paso. Ahora comprendo que su única tarea no solo era cuidar a su jefe, sino también evitar que escapara de aquí. 

Carajo.

— ¡No puedes obligarme! —grito con desespero— ¡Tengo derechos!

—Si les digo que te carguen, lo harán.

—Si, claro. Como un bebé ¿no?

—Deja de hacer tanto drama y entra de una vez a la sala.

Por más que piense en un plan de cómo salir de esto, no encuentro ninguno. Estoy nuevamente en un aprieto que espero salir victorioso, quizás no ahora mismo, pero no puedo perder las esperanzas.

No digo nada y solo los sigo.

Al momento de entrar, me fijo en la feliz reunión de padre e hija. Mientras ellos conversan animadamente, la madrastra de Ángela se encuentra bien sentada, disfrutando de unos bocaditos y bebiendo vino.

Los tres notan nuestra presencia gracias al leve carraspeo del Señor Ruiz.

—Querido…

La señora Laura saluda a su esposo con un beso en la mejilla y se lo lleva para sentarlo a su lado. Él y el magnate se dan un apretón de manos con seriedad y es el segundo quién camina hacia a mí con su toque de prepotencia y autoridad.

Quiere darme miedo y lo único que me hace sentir es odio.

—Qué alegría volver a verte, Nicolás. —extiende su mano y la tomo sin dudar— Mi pronto yerno.

—No puedo decir lo mismo.

Él sonríe de lado.

—Es muy testarudo tu hijo, Yolanda. —mira a mi madre— Me pregunto qué clase de educación le habrás dado para que sea tan rebelde.

—Una educación que se basa en los valores. —respondo. Mi madre no tiene qué hacerlo por mí— Al contrario de usted y su ex – amante que no le enseñaron nada de eso a su hijita mimada, mentirosa, caprichosa que solo piensa en sí misma y no en los demás.

—Pensar en uno mismo no es malo, al contrario, te hace ser una persona superior, uno que trasciende más que el resto.

—Qué pensamientos tan estúpidos. Escuchándolo, comprendo mejor porque su hija esta tan obsesionada conmigo.

— ¡Nicolás! —exclama mi madre— Si eres hombre de valores, respeta a nuestros invitados.

—El respeto se gana.

—Peso más que tú. —dice Rodrigo.

No puedo evitar reír en su cara.

—En eso no lo puedo contrariar… —estudio su cuerpo— Está algo panzón.

La madre de Camile por poco bota el vino de su boca.

Ignoro la expresión avergonzada de mi madre y opto en acomodarme en uno de los asientos. Tengo que admitir que el señor Sánchez sí que sabe controlarse, y es que a pesar de que lo he insultado, no reacciona de mala manera, al contrario, regresa con tranquilidad hacia su hija y se sienta a su lado para continuar bebiendo su trago.

Me provoca escalofríos.

—Ya que nos encontramos todos reunidos… —habla la mujer que me dio la vida— Comenzaremos con la entrega oficial del anillo.

Ruedo los ojos.

Ella abre su bolso y de esta saca una pequeña cajita de terciopelo color negro. Lo reconozco al instante y me entra una nostalgia al recordar a mi padre, y es que fue él quién me dio esa minúscula joya con la ilusión de entregárselo a la mujer que se convertiría en mi esposa.

Mi madre me lo entrega y al abrirla, aprecio el anillo de mi abuela paterna.

El ambiente se torna silencioso.

— ¿Nicolás?

—Esto es mío. —cierro la cajita y la guardo dentro de mi saco— Mi padre me lo regaló y le pertenece a la mujer que amo.

—Es por eso por lo que vas a entregárselo... —Sonríe ante los Sánchez Vidal y luego, me mira molesta— Ahora.

—Es en vano que quieras que se lo dé a ya sabes quién... —me repugna pronunciar su nombre en voz alta— cuándo no está hecho a su medida.

— ¿Cómo?

—Que el aro del anillo fue modificado a la medida exacta de Ángela. —mi madre agranda los ojos— Al parecer no pensaste en esa posibilidad.

—Porque es imposible.

—No lo es, madre.

Esta sortija siempre se ha mantenido conmigo desde que tengo uso de razón. Me lo llevé a Alemania por seguridad y cuando regresé estaba dispuesto a dárselo a Angie. Después de nuestra primera noche juntos, me desperté en media madrugada y se lo coloqué en el dedo anular, mientras ella dormía. Lo que no conté es que le quedaba algo grande y es por eso que decidí llevarlo a la joyería.

Estaba esperando el momento adecuado para arrodillarme frente a ella, pero suceso tras suceso imposibilitó ese anhelo.

— ¿Algún problema, Yolanda? —el magnate interrumpe mis pensamientos— Estamos esperando hacer el brindis.

—Creo que hoy no habrá ningún motivo de celebración. —murmuro y me incorporo. Poso mis ojos en Camile— Si quieres que te dé un anillo, tendrás que comprártelo.

— ¿Ese es el inconveniente? —Rodrigo resopla y mira a su hija— Amor, elige el más caro y te lo compró enseguida.

—Pero…

— ¿Pero?

—Yo quiero el que guardó, Nicolás. —protesta— La señora Yolanda me dijo que usaría el anillo de su abuela al ser la futura esposa del primer nieto.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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