"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Capítulo 34: El retrato.

Dicen que el día se ve más nublado y gris porque es así como tu corazón te hace sentir, porque eres consciente de los sucesos tristes que abarcarán hoy y que lastimosamente no podrás hacer nada para revertirlo. El hombre que amo le dará el sí a otra en el altar, unirá su vida con la de ella mientras que yo fugaré a otro país para nunca más volver. No soy capaz de verlo con su nueva familia, los recuerdos serían desgarradores, así que el lazo que teníamos será roto para siempre.

Hay un lazo más fuerte que siempre los unirá, Angie.

—Pero él nunca lo sabrá.

Me digo a mí misma y miro mi pancita. Me tomo unos segundos en acariciarla para luego mojar mi rostro, esperando que las ojeras de la mala noche desaparezcan.

Ayer decidí abrirme con mi ex - jefa y Sole. Les conté el porqué de mis precipitadas decisiones, mi situación infernal con las brujas y la indiferencia de mi padre. La presión de la madre de Nicolás y finalmente, su engaño. Algo que me hubiera gustado omitir porque se supone que “Una persona que ama, no lastima”.

Salgo del baño y escucho un par de golpes en mi puerta.

—Adelante.

El extranjero entra, trayendo un vaso de agua junto a una pastilla.

—Tu vitamina.

—Gracias. —la tomo de golpe y continúo acomodando mi ropa en la maleta.

— ¿Son todas tus cosas?

—Así es. Al contrario de usted, yo no ando desperdiciando lo poco que gano en miles de vestidos.

—Ya no me compro trajes.

—Ajá. —escucho como ríe bajo— ¿A qué hora saldrá el avión?

—A las nueve, pero debemos estar allí dos horas antes. —asiento— Tienes tiempo de sobra para empacar todo lo que necesites.

— ¿La primera parada es Alemania no?

—Sí. Tengo que hacer unos negocios ahí durante un par de semanas. —él chequea su celular— Mientras tanto puedes ir averiguando lo que quieres estudiar. ¿Le pediste los datos a la Señora Elena?

—Si. —sonrío un poco— Se emocionó cuando se lo pregunté.

—Eres buena y debes aprovecharlo al máximo.

Y eso es lo que haré.

Mi nueva meta es abrir mi propia empresa de pasteles en algún futuro. Debo lograr que mi hijo se enorgullezca de mí. Nunca más la estúpida Ángela para que así, él o ella se sienta seguro conmigo.

—Por cierto, ¿Se lo dijiste a tu padre?

—No y no creo que lo haga, ¿Por qué?

Sergio extiende su celular, mostrándome el nombre de mi padre en su pantalla.

—No deja de llamarme. —lo miro apenada— Será mejor que te comuniques con él ahora y se lo digas o fácilmente vendrá a mi departamento para que le diga tu paradero.

— ¿Cree que lo haga?

—Los seis meses que estuvo sin ti, quizás han servido de algo, ¿No crees?

Lo dudo.

Si fuera así, ya estaría tramitando su divorcio.

Respiro hondo.

—Terminaré de alistar mi maleta y lo llamo.

—De acuerdo. —él observa alrededor— ¿Necesitas que te ayude en algo?

—Estoy bien.

—Cuando acabes, ni se te ocurra jalar esa maleta.

—El embarazo no es una enfermedad que me impida a hacer algo.

—Nada de esfuerzos. —peñisca levemente mi mejilla— Iré a seguir empacando.

—Vale.

El timbre suena lo que nos deja algo confundidos. No esperamos a nadie, por lo que es extraño que hayan venido aquí.

Es él quién abre la puerta al reconocer la voz del Señor Diaz, el dueño del edificio. Un hombre de cincuenta y cinco años, algo canoso y gordito.

—Lamento mucho molestarlos tan temprano, pero tengo un paquete para la Señorita Ángela Ruiz.

— ¿Un paquete para mí? —frunzo el ceño— ¿Por parte de quién?

—Creo que adentro hay una tarjeta del remitente.

Aquel señor me lo entrega y parece una especie de cuadro por su forma. Está envuelto por un papel Kraft, lo que me impide confirmar si es o no lo que pienso. Decido dejarlo sobre la mesa para luego agradecerle por tomarse el tiempo en traérmelo.

— ¿No lo abrirás? —me pregunta Sergio al momento de cerrar la puerta— Tengo mucha curiosidad de saber quién te lo envío.

—Lo haré más tarde. Aun tengo que… —mi celular vibra y lo chequeo— Creo que primero, atenderé a mi padre. Deséeme suerte.

—Buena suerte.

Me devuelvo a mi habitación sin ganas, aseguro la puerta y respondo su llamada.

— ¡Hasta que te dignas en contestarme! ¡¿No se supone que ibas a ser tú quién me llamará para darme tu ubicación?!

—Lo siento, papá. No he tenido mucho tiempo libre.

—Podrías haberme enviado un mensaje.

—He estado súper ocupada…

— ¡Puros pretextos! —no se calma con nada— ¿Qué tanto ocultas ah?

— ¿Qué?

—Está claro que me ocultas algo, así que dime ¿Qué es?

—Nada.

— ¿Y por qué tu indiferencia? ¿Por qué no quieres que te visite? Si es por él…

—No, no lo es. —lo corto antes de que me lo mencione— Tengo mis propias responsabilidades. Mi nueva vida, a la que me arrastraste, ya no gira en torno a ti o a tu mujer.

— ¿Arrastrarte? ¿De qué…?

—No quiero entrar en discusión, por lo que iré de frente al grano. —doy un suspiro— Si te respondí es para decirte que me iré a vivir al extranjero.

— ¡¿QUÉ?!

Dios, él grita tan fuerte que por poco me daña el tímpano.

— ¡¿Cómo que te vas?! ¿Cuándo? ¿A dónde?

—Ten la seguridad que voy a estar bien.

—Ángela… —su voz suena algo desesperada— Dime que estás bromeando.

Cómo quisiera que fuera una broma.

No respondo.

—No puedes hacerme esto…

—Supongo que ya andas preparándote para el gran evento de hoy… —trato de que mis palabras no tiemblen debido a estoy cerca que romper en llanto. Aguanto el sollozo— El matrimonio de tu hijita adorada.

—Mi hija adorada eres tú.

— ¿Sabes? Cuánto hubiera querido que sea así. —seco mis lágrimas que han comenzado a desbordarse— Ahora ya está de más que me lo digas.



#122 en Joven Adulto
#2723 en Novela romántica

En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.