"En algún lugar del cielo" (libro 1)

Epílogo

Cuatro años después…

“—Te amo tanto.

—Y yo a ti, siempre tenlo presente y no lo olvides”.

 

Me levanto sobresaltada, con la frente sudando y ni sé porque el corazón me late como una maldita locomotora. Prendo mi lámpara para poder servirme un vaso con agua, poco a poco logro calmarme y nuevamente vuelvo a acostarme. Está es la séptima vez que tengo ese raro sueño que comenzó hace un año aproximadamente. Esas palabras son las que más se acentúan, ya que nunca he podido observar el rostro de la persona que me lo dice. Siempre yace de espaldas, mostrándome su cabello color azabache. A veces es un adulto y otras un niño pequeño.

Debo estar volviéndome loca.

Cierro los ojos, acariciando el único objeto que me da una paz que no puedo explicar.

Mi pulsera.

Vuelvo a quedarme dormida.

Al día siguiente, despierto con los rayos del sol sobre mi rostro. Estiro mis brazos, dispuesta a incorporarme para darme un rico baño, pero mi celular comienza a sonar. Me percato de la hora en mi despertador y caigo en cuenta de quién se trata.

Respondo.

—Para que tener un despertador cuándo te tengo a ti.

—Te avisé con anticipación. —resoplo— Sería de este modo mientras estuviera de viaje.

—Lo sé, amor. —bostezo.

— ¿No dormiste bien?

—No. Otra vez tuve ese sueño extraño.

—No deberías darle tanta importancia.

—Es difícil no hacerlo al chico de cabello azabache.

—Tal vez, algún amor de tu vida pasada.

—Quizás. —los dos reímos— Qué bueno que no eres celoso.

— ¿Quién dice que no lo soy?

— ¿Lo eres?

—El hecho de que seas mía, mi esposa, no quiere decir que no lo sea.

—No hay necesidad cuando sabes perfectamente que te amo.

—Y yo a ti.

“Y yo a ti, siempre tenlo presente y nunca lo olvides”.

Trato de olvidarlo, concentrándome en la conversación que tengo con mi esposo. Por motivos de trabajo, él ahora se encuentra en Estados unidos. Suele viajar una vez al mes y su estadía dura un par de semanas, lo que significa que estará aquí en unos tres días.

Lo extraño tanto, sobre todo porque me siento algo perdida al no tener una respuesta clara de mi vida. Sí, perdí la memoria en un accidente hace unos años en dónde olvidé todo sobre mí. Sino fuera por el hombre que tengo a mi lado, estaría deambulando sin razón. Gracias a él, supe que mis padres fallecieron cuando solo era una niña pequeña y que nos conocemos desde que tengo uso de razón. Nos casamos un año después de nuestra estadía en Europa.

—Pronto estaremos juntos.

—Ansiosa por tu regreso, Sergio.

Después de cuarenta minutos al teléfono, me despido de él y vuelo a ducharme, ya que mi amiga Valentina llegará en diez minutos. Salgo del baño y el timbre suena, llegó antes de lo previsto.

Abro la puerta.

— ¿Lista para seguir con la tortura?

—Qué exagerada. —le ayudo con las bolsas que trae utensilios de cocina— ¿Compraste todo de la lista no?

—Por supuesto. —se avienta sobre el sofá— Siempre cumplo.

—Si, claro.

— ¿Por algo soy tu socia no?

—Ajá.

— ¡Hablo enserio, Clara!

—Yo también. —sonrío y le ofrezco un poco de agua— Para que resuciten las fuerzas, socia.

—Burlona.

Valentina y yo nos conocimos en una elegante y conocida pastelería. Ella era mesera y yo me dedicaba a preparar diferentes postres, ya que había estudiado en un reconocido instituto en Francia. Con el tiempo nos volvimos inseparables, nos confiábamos todo, por lo que decidimos trabajar juntas para crear nuestro propio negocio.

Y es así cómo vamos creciendo al tener nuestro primer gran buffet para la mejor empresa hotelera del país.

—Es increíble que hayas aceptado ese enorme pedido. —da un suspiro— Cocinar para quinientas personas no es nada fácil.

—Ellos me contactaron, no pude rechazarlo.

—Y me enviaste a mí a cerrar el contrato.

—Sabes que ese día no podía. —termino de empacar unas cajas— ¿Preparada para ir al taller?

—Siempre lo estoy, tonta.

Valentina me ayuda con las cajas y es así, que las dos salimos de mi casa.

Al llegar al taller que está a unas cuadras de dónde vivo, me encuentro con las cuatro personas que nos ayudarán a preparar los bocaditos y el banquete. No iba a arriesgarme de no terminar todo a tiempo, el valor de mi negocio es la puntualidad, no defraudar y ser serios con lo que ofrecemos.

Por suerte, opté en comenzar dos días antes, por lo que en la madrugada del sábado ya tenía todo listo.

— ¿Se lo contaste a tu esposo?

—Aún no, quiero darle la sorpresa.

—Y vaya que se caerá de espaldas.

— ¿Por qué lo dices?

—Ganarás un buen dineral.

—Ganaremos, querida. —esboza una sonrisa de satisfacción— Aceptar este trabajo nos abrirá más puertas, ya lo verás.

—Pues que así sea.

Ambas nos dedicamos a empacar los pedidos y de un momento a otro, caigo rendida sobre la mesa. Nuevamente, la silueta del niño con cabello oscuro aparece en mis sueños y está vez, él está cogiendo de la mano a una niña de cabellos claros quién mueve los labios, tratando de decirme algo.

No logro escucharla.

—Clara… Clara…

Abro los ojos encontrándome con los de Valentina. Estiro mi cuerpo por completo y ella me entrega una taza de café.

— ¿Qué hora es?

—Las ocho. —bebo un poco— Quedaste agotada.

— ¿Tú no?

—Eres tú la que siempre se fuerza más.

—Solo quiero ofrecer lo mejor.

—Te admiro.

— ¿Por qué?

—A pesar de que no recuerdas tu vida, siempre tratas de dar lo mejor de ti y eso es admirable.

—No me alagues tanto que me lo voy a creer.



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En el texto hay: esperanza, romance, drama

Editado: 17.04.2022

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