En Algún Lugar Dentro de Mi Mismo

EN EL DESIERTO 

Las manos de Ángelo encontraban el vació. La inmensa enredadera había llegado a su final, por fin. Ángelo, con su gran esfuerzo al empujar y hacer la inmensa fuerza que ejercía para abrirse camino, no se esperaba eso e irremediablemente volvió a caer al suelo. Esta vez se encontró con una gran pila de arena. Pero no dudó en levantarse. Inmediatamente lo hizo, alzó su mirada y delante de él había un gran desierto que se extendía más allá de los límites de su vista.

Ángelo comenzó a caminar. Caminó largo tiempo. Caminó horas. Casi un día completo, (el tiempo en su mente, era tan relativo como su consiente lo imaginaba). A lo lejos divisó una tormenta de arena y él caminó hacia ella. Pronto la tormenta lo atrapó. Le impedía caminar pero, Ángelo ya estaba seguro de que lo único que tenía que hacer, si quería lograr sus objetivos, era avanzar, y eso hacía, avanzar. Pese a que la arena le golpeaba tan fuerte en su cuerpo como si fueran inmensas rocas.

La tormenta cesó.

Ángelo quitó la arena que había quedado en su rostro, en sus parpados, en su cabello. Y cuando volvió a levantar la mirada alcanzó a ver, en el horizonte mismo, un inmenso árbol, frondoso. Debajo, en su sombra, y mirando en la misma dirección hacia donde estaba Ángelo, una figura de pie, cubierta con un capucha que no le dejaba ver el rostro. Ángelo sintió curiosidad y comenzó a correr hacia él.

Ángelo llegó hasta donde estaba el árbol, pero la figura aquella que antes divisó no estaba. En su lugar, un aciano, sentado en un pequeño banco, con una mensa en frente y una tablero de ajedrez con algunas jugadas ya realizadas,  aguardaba por él.

Ángelo lo miró, y el anciano sonrió.

"Ya se fue", dijo el anciano "Si te das un poco más de prisa podrás alcanzarlo."

Ángelo no dijo nada a las palabras del anciano, pero si se colocó justo encima de la colina en done estaba el árbol y trato de ver en todo el desierto para ver si lograba dar con la figura aquella. No logró ver nada.

"¿Cómo puedo encontrarlo?", pregunto Ángelo.

"Esa no es la pregunta adecuada", dijo el anciano.

Ángelo, pensó unos segundo. Se sentó en el banco vacio que estaba de frente al anciano y que, aparentemente, estaba reservado para él.

El anciano hizo una jugada. "Jaque..." dijo.

Ángelo vio la jugada y sonrió. También hizo una jugada. El anciano volvió a mover una ficha. Ángelo nueva vez hizo lo mismo pero esta vez expresó: "Jaque mate".

Entonces el anciano dijo: "Ves, si juegas contra ti mismo conocerás siempre la jugada siguiente".

Ángelo extraño su mirada y la levantó para mirar al anciano, pero el anciano lo distrajo mirando hacia el horizonte, justo detrás de Ángelo.

Ángelo, rápidamente se volvió para ver lo que el anciano miraba y allí estaba la silueta aquella, de espaldas, en el mismo hilo del horizonte, con una capucha que le cubría todo el cuerpo y no le dejaba ver el rostro. Entonces, aquella figura, comenzó a caminar.

Ángelo al ver que caminaba, se levantó rápidamente, y corrió hacia él. Pudo ver que le daba alcance. La figura, se sentó, justo en medio de aquel desierto, como a esperar por Ángelo.

A sus pasos, Ángelo se tropezó con algunos objetos inesperados. Eran recuerdos. A lo lejos vio un niño llorar. Un poco más allá vio un joven caer. La silueta de un soñador se desvanecía casi frente a él. Ángelo, corría, no quería perder el norte, algo, en su corazón le decía que todas sus respuestas, a sus confusas preguntas, se las proporcionaría aquella figura.

Una montaña de arena se atravesó en el camino. Ángelo subió por ella, y ya es cúspide, logró ver al hombre sentado, en medio de la nada, rodeado de la inmensa arena de aquel desierto, de espaldas, esperando por él. Ángelo descendió y corrió hasta la figura.

Unos pasos antes de llegar se detuvo y le habló.

"Amigo... ¿puedo hablarle...? Necesito hacerle unas preguntas..."

Pero el hombre aquel no respondía. Así que Ángelo se aproximaba hasta él pero mas tímidamente.

"Amigo", dijo una vez más Ángelo y al ver que nada decía, se animó a tocarlo.

Cuando Ángelo colocó su mano en el hombro de aquel hombre, una fuerte briza lo golpeó a los dos. Era casi insostenible. Pero Ángelo se aferraba a estar de pie y con su mano sujeta en el hombro de la figura. Ángelo insistió: "Amigo..." Entonces, la figura volvió su mirada hacia Ángelo , y quitó la capucha que le cubría su rostro.



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En el texto hay: intriga, reflexión familia , suspenso

Editado: 30.11.2018

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