En aquel invierno

A pesar de que hace frío, no puede faltar un helado

Justo hoy, un día frío, vuelvo a recordar nuevamente algo un poco gracioso, bueno, puede que sean cosas de la vida que uno llega a recordar en un futuro. Déjenme contarles lo que sucedió, más que todo en ese preciso invierno.

Justo mi ambición por conseguir dinero para presumir a mis amigos cuando regresara al instituto estaba por las nubes, pero eso sólo era en mi cabeza más que todo, puesto que no tenía ni la más mínima idea de que de verdad podría seguir trabajando con mi tío, más que todo, ya me estaba empezando a sentir un poco como cansado y cada día siempre una queja era mi lema por el frío de la mañana.

Y de esta manera es que inició aquel día. Me encontraba dando mi queja matutina, por supuesto que no lo diría de forma en que lo escuchara alguien más, pero si se detenían a ver mi rostro, estoy seguro que podía verse, o por lo menos eso creo, bueno, me suelen decir que mi cara es como un libro abierto, así que por eso creo que en ese entonces también se miraba mi frustración.

Llegué a trabajar como de costumbre, pero mi tío me dejó ir antes ya que era sábado. Terminé saliendo como a medio día, por supuesto que después de recibir mi paga. En ese momento estaba esperando con ansias el poder obtener mi primera paga y con ello poder hacer un montón de cosas. Pero de verdad, jajajajaja, sólo por ganar unos cincuenta quetzales en una semana ya me sentía como un millonario, de verdad que no tenía ni la menor idea de como es el tener el dinero en la mano, pero también el simple hecho de haberlo ganado después de estar trabajando duro durante ya una semana, era algo que no tiene precio.

Así que mi primer pago fue algo memorable, por supuesto que puede que haya quienes digan que eso es muy poco y todo por el trabajo que hice, pero siendo sincero, para todo lo que hice con mi tío no creo que sea algo bastante, ya que me tenía consideración y me ponía menos trabajo que otro gato que tenía con él.

Ya teniendo el dinero en la mano, me dirigí con una gran emoción hacía mi casa, o por lo menos esa era la idea. En realidad lo que sucedió, mientras caminaba, en mi cabeza pasaba un millón de maneras de poder gastarme el dinero y disfrutarlo, pero no podía conseguir todo eso con lo que tenía, así que debía de pensarlo bien.

La concentración en tener que considerar en qué gastar mi primera paga terminó haciendo que ni siquiera sintiera como iba caminando y terminé nuevamente en aquel parque que se había vuelto en un punto de descanso antes de regresar a casa. Ese día se sentía un poco diferente, no había casi personas pasando ahí, pero lo que no cambiaba era el viento frio que soplaba. Mientras sentía eso, vi un heladero pasar. La verdad, ahora que lo pienso, ellos deben de tenerlo un poco difícil el poder vender bastante en esta época. Bueno, dejando eso de lado, se me pasó en mi mente y dije “Ya sé en que puedo gastar, siempre lo he visto y he querido obtenerlo” así es, justo en una heladería había una promoción en la que compraba un helado sundae y con ello el vaso en el que lo servían era promocional y coleccionable, era algo que me había llamado la atención, pero no lo había comprado ya que eso valía como unos treinta quetzales, la verdad sí que estaba cara, pero el tener ese vaso coleccionable era lo suficientemente resplandeciente para mí que no me importaría comprarlo.

De esa manera, sin siquiera pensarlo más, me dirigí a la heladería, si se preguntan como se llama esa heladería, no era Dos Pinos, sino que era Sarita quien tenía esta promoción, la verdad es que los dos son buenos helados, pero en ese momento estaba atraído por los vasos promocionales de Sarita. Por supuesto que podía comer también un rico helado de los heladeros, sobre todo había un heladero en particular que su helado era bien cremoso y rico, y justo sólo costaba un quetzal comprarlo, pero en ese momento, sintiéndome todo poderoso con mis cincuenta quetzales, me dirijí al local, pero de verdad, jajajaja, no voy a olvidar como me sentía en ese momento.

No tengo ni la menor idea de si esto es algo de risa o no, pero me causa tanta risa ahora, yo iba hacia esa heladería mientras mi corazón latía a mil por horas, estaba tan nervioso de como poder comprarlo, no es que no supiera como comprar en una tienda o algo por el estilo, sino que el estar en una heladería como Sarita me hacia sentir como “Ey, mirenme voy a comprar un gran helado” jajajaja, por supuesto que me sentiría igual en otra heladería como esa, eso era más que todo porque los helados ahí eran más caros pero siempre escuchaba que eran bien ricos, así que las expectativas estaban por los cielos, además de que para poder comprarme un helado como al que estaba apuntando, debería de reunir los dos quetzales que me daban para mi refa en el instituto por quince días, lo cual ahora era posible en una semana y todavía me sobraba para comprar otra cosa más.

Bueno, me acerqué a la tienda de helados, pero debido a mi nerviosismo, terminé pasando de largo una y otra vez, era más como si fuera algún guardia que está dando vueltas mientras custodiaba el lugar. De verdad, de seguro que si había personas que me vieron ahí, deberían de haber pensado “¿Qué le pasa a este muchacho? O acaso será sólo un loco” de verdad que me debería de ver tan raro en ese momento.

Dejando eso de lado, después de dar unas cuantas vueltas, al fin me animé a entrar y pedir el helado. Me acerqué al mostrador y, mientras la tendera me preguntaba que era lo que quería, yo me quedé un momento en blanco y sólo decía algo como “ahhh, este, ahh, me da,,, mmm, ahhh” de verdad que debería de ser muy patetico en ese momento como para poder decir algo, pero en realidad no encontraba como decirle que quería lo de la promoción así que, en el momento en que escuché una voz atrás de mí que era de una muchacha, ya saben que pasó con eso, me puse más rígido y sentía una vergüenza altísima, así que sólo miré rápido el menú y pedí un helado normal, de verdad, no pude pedir el que quería, por suerte, el que pedí no era tan caro, sino que me costo quince quetzales, por supuesto que me lamentaba de mi elección, pero no podía hacer nada en ese momento.




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