Siguiendo a la mujer de cerca, no puede ocultar su cara de sorprendido al caminar por los enormes pasillos de lo que parece ser un palacio. Volviendo a preguntarle a la mujer dónde se encuentra, se detiene de golpe al mirar un cuadro enorme que llama su atención. Aunque el arte no le interesa y no logra entenderlo, sus ojos reconocieron de inmediato lo magnífico y maravilloso de la pintura.
—¿Te gusta el arte? —pregunta la mujer.
Volteándola a ver, responde —No, ni siquiera logro entenderlo.
—Si te portas bien, te diré el significado del cuadro.
—¿¡En serio!?
—Sí. Pero después, ahora sígueme.
Sin decir una palabra, comienza a seguirla, pero algo vuelve a llamar su atención, aquellos ventanales, dejan entrar una luz opaca emitida por el sol. Aunque parecía que sus ojos lo engañaban, no podía dejar de ver a la ciudad apagarse, lentamente. —¿Qué hora es? —pregunta mientras intenta recordar dónde ha dejado su teléfono.
—Son las dos de la tarde, ¿por qué preguntas? ¿Te preocupa algo?
—Solo quería saber la hora.
—Tranquilo —dice acercándose a él—. No te preocupes, no te haremos daño.
Aunque se pregunta dónde se encuentra, no se ha preocupado por las intenciones de la mujer. —Cuando alguien dice que no te hará daño, normalmente lo hacen, lo aprendí de las películas —dice con una sonrisa.
Al llegar al final del pasillo, los nervios comienzan a aparecer al estar parado al frente de una puerta, la cual la mujer abrió lentamente para darle suspenso al momento. Sus ojos ven por primera vez el vestido rojo que modela la mujer; al verla, queda maravillado mientras se pregunta por qué no la había visto.
—Por fin me ves —dice ella con una pequeña sonrisa.
Sora sonríe al escucharla —Te ves hermosa en el vestido —dice sin pensar en sus palabras.
Sin mostrar una reacción por el cumplido, termina de abrir la puerta —Pasa, mi señor te espera.
Al otro lado de la puerta solo hay luz, la cual no lo deja ver dentro de la habitación. Tras despedirse de la mujer con una sonrisa, entra a la habitación sin pensarlo dos veces.
Despidiéndose de él con una cara seria, cierra la puerta de la habitación con tranquilidad. Volviendo a caminar por los enormes pasillos, regresa a la habitación donde dormía Sora; tras cerrar la puerta con seguro, comienza a quitarse el vestido. Después de quedar completamente desnuda, se tira en la cama y queda dormida al instante.
El fuego poco a poco es controlado por los bomberos. Ryu sigue viendo a los bomberos trabajar, mientras espera una respuesta; Khalida lo mira con preocupación, preguntándose qué relación tiene con aquel chico.
Sintiendo un frío que recorre todo su cuerpo, se pregunta dónde ha acabado tras cruzar la puerta. Sin importar dónde mire, solo puede ver blanco, el cual parece no tener fin.
Sus manos no dejan de temblar, su corazón late más rápido, todo comienza a dar vueltas, sin saber cómo respirar. Su brazo derecho se prende fuego, pero no le provoca dolor; mechones rubios de su cabello caen al suelo. Lágrimas empiezan a bajar por sus mejillas mientras ríe a todo pulmón sin motivo.
Una mujer aparece frente a él, estirando su mano —Camina —dice la mujer secando sus lágrimas.
Intentando no llorar, le sonríe a la mujer. Las llamas de su brazo se propagan por su cuerpo. —Camina —repite la mujer molesta—. Cabizbajo, camina a un lado de la mujer mientras se pierde en sus pensamientos. —Soy una basura —piensa, mordiendo su labio por la rabia que siente.
Aquella mujer vestida con un traje de maid lo mira con preocupación. Acercándose a él, limpia cuidadosamente la sangre que baja por su labio con la manga de su traje.
Al ver a la mujer preocupada, vuelve en sí. —¿Qué me está pasando? —se pregunta, mientras le muestra una enorme sonrisa a la mujer—. Perdón por preocuparte.
—No estoy preocupada —dice ella sonriendo.
Era algo extraño lo que sentía, pero al hablar con aquella mujer era como si estuviera libre y cautivo; aunque se encuentra ansioso, su voz lo hace sentir tranquilo. Pero sobre todo, está feliz.
La habitación es enorme, está decorada con miles de pinturas de diferentes tamaños y una mesa que apenas puede ver.
—Siento lástima por la persona que limpie este lugar —piensa, mientras se acerca a la mesa, que se hace más grande a medida que se acerca.
—¿Estás nervioso? —pregunta ella.
A lo cual él niega con la cabeza.
—Eres extraño... —dice ella en voz baja—. Por eso me gustas.
Llegando a la mesa, se sorprende al verla de cerca; es una mesa larga y ancha, alrededor de la cual hay una cantidad de sillas en las que podrían sentarse al menos cien personas o más.
—Toma asiento —dice la mujer desapareciendo.
Sentándose, observa los alrededores de la habitación, en la cual no hay otra persona; examina una a una las pinturas que decoran el sitio. Después de haber esperado un par de minutos, empieza a aburrirse. —Tengo sueño —piensa mientras comienza a mirar al techo.
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Editado: 17.02.2025