Sus ojos se cerraban lentamente por el cansancio que sentía, aunque intentaba permanecer despierto, pellizcarse no funcionaba. Observando los extraños cuadros que se encontraban esparcidos por toda la habitación, por más que miraba, no lograba entender ninguno de estos. Entre todas las obras, una captó su atención de inmediato, aunque no lograba entenderla, sabía que era algo único y maravilloso.
—¿Te gustan los fénix? —preguntó un hombre, sentado en la otra punta de la mesa.
—¿Fénix? Creo que no —respondió confundido.
—Qué lástima —dijo el hombre mostrando una sonrisa—. Sabías que el fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del tiempo con el renacer de sus miembros. El fénix representa el Sol, que muere por la noche y renace por la mañana. Otro símbolo vinculado al... —Aquel hombre sentado frente a él, con sus ojos brillando de felicidad, parecía un niño contándoles a sus padres el magnífico día que tuvo en el colegio—. Y por eso el fénix es mi favorito. —al terminar de hablar, el brillo en sus ojos desapareció—. ¡MUERE! —gritó el hombre con una sonrisa.
Sin saber qué hacer y ansioso de salir de ese lugar, miró aterrorizado su muñeca —Mira la hora, ya es tarde, mi familia debe de estar preocupada, será mejor que me vaya —dijo levantándose de la mesa. Buscando la salida para correr hacia ella, quedó paralizado al escuchar la risa de aquel hombre.
—Eres malo mintiendo, ¿sabías? —dijo aquel hombre, apuntándole con una pistola—. ¡SIÉNTATE! —gritó haciéndolo estremecer—. ¡SIÉNTATE! —Repitió sacándole el seguro al arma.
Mirando aquel hombre, comenzó a reír.
—¿Qué te causa gracia? —preguntó el hombre.
Sin parar de reír, respondió—Me sentí patético.
Confundido y sorprendido, preguntó —¿No me tienes miedo?
Parándose en la mesa, comenzó a caminar hacia aquel hombre —Dime, ¿por qué sentiría miedo de una basura, patética, miedosa, inútil pedazo de mierda como tú?—. Mirándolo fijamente, gritó —¡RESPONDE! ¿¡POR QUÉ SENTIRÍA MIEDO DE TI!?—. Haciendo la forma de una pistola con su mano, miraba aquel hombre con asco desde lo alto de la mesa, sentándose en esta dijo con una gran sonrisa. —Mejor cambio la pregunta, dime por qué sentiría miedo de mí.
Los dos se miraban fijamente, sin miedo, temor o alguna pizca de cobardía, lo único que sentían era felicidad.
¡Bang!
Los bomberos corrían desesperados sin saber qué hacer, las llamas que consumían la casa empezaron a alborotarse y no sabían por qué, sin importar cuánta agua utilizaban, las llamas no cedían.
La noche había llegado. Khalida, se había marchado tras recibir una llamada de su madre, y Ryu, miraba maravillado las llamas de la casa. —Falta poco —pensó sonriendo a la nada.
Todo estaba teñido de sangre, al ver su cuerpo tirado en el suelo, comenzó a cuestionarse incluso el más mínimo de sus pensamientos.
—¿Quién soy? ¿Qué quiero? —se preguntaba mirando el extraño cielo gris, el cual era adornado con aquel hermoso sol que lentamente se apagaba.
Caminando a su casa, escuchaba los murmullos de las personas que lo miraban con asco al pasar, todos se apartaban o se tapaban los ojos al verlo. —Pervertido —gritó una señora. Sin interés de saber a quién le gritaba, siguió caminando rumbo a su casa.
Al ver su casa, se sintió aliviado. —Falta poco —escuchó, de inmediato volteó a mirar y se sorprendió al ver a Ryu, sonriéndole desde la distancia. —Así que él es el pervertido— pensó mientras entraba a la casa, caminando directamente a su habitación, se detuvo al verse completamente desnudo en un espejo. Al mirarse comenzó a reír, y lentamente todo frente a él se volvió oscuridad.
Las llamas se apagaron de repente y los bomberos por fin pudieron descansar.
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Editado: 17.02.2025