Martes comenzó con una fuerte lluvia. La cual nos había tomado lejos de la casa. ¿Dónde estábamos? No recordaba, pero estábamos jugando en medio de la carretera, saltando en los charcos que se formaban por la lluvia. Aisha comenzó a correr pasando los autos que se movían a gran velocidad, yo iba detrás de ella intentando atraparla mientras esquivaba los autos y miraba a las personas que se sorprendían al vernos pasar.
La lluvia cada vez caía más fuerte, impidiéndome ver bien. El cielo se iluminó, truenos comenzaron a escucharse, aunque el ruido nos daba igual. Todo me traía recuerdos que me llenaban de diversos sentimientos, aunque solo quería recordar los que me hacían feliz. Seguí corriendo detrás de Aisha. El sonido de las gotas pegando contra el suelo me relajaba, era una canción, una canción que nunca me dedicaron. Saqué mi teléfono y miré la hora. Habían pasado cuatro horas desde que martes había comenzado. La lluvia no parecía que pararía en todo el día. Era como si el cielo llorara. Me quedé un instante viendo el teléfono mojarse, al verlo sentía que recordaría algo que nunca llegó, pero olvidé. Miré al cielo. Las gotas de lluvia parecían agujas entrando en mi piel, pero nada importaba. No sabía lo que estaba haciendo, a dónde iba o qué haría. Solo corría. -¿Por qué? -me pregunté.
-Eres muy lento -dijo Aisha sentada en el techo de un auto. Sacándome la lengua, me sonrió al verme tan meditabundo. Al escucharla, volví en sí con una felicidad que invadió mi ser, haciendo que tuviera una sonrisa dibujada en mi rostro, una que no podía ocultar.
-¿Es verdadera? -preguntó Aisha.
-¿Qué? -dije confundido.
Saltando desde el auto a mis brazos, caímos golpeándonos contra el asfalto de cara, comenzando a rodar. Nuestra ropa se rasgó y nuestra piel se raspó con cada vuelta. Quedé arriba de ella. Los dos teníamos una sonrisa y la cara raspada. -Es la primera vez que te veo sonreír de verdad -dijo Aisha, a lo cual no supe qué responder. Nos levantamos del suelo con nuestras heridas curadas-. ¿Vamos a casa? -preguntó Aisha.
Saqué mi teléfono del bolsillo para ver la hora. Habían pasado media hora desde la última vez que había visto el teléfono.
-Qué teléfono más resistente, ¿dónde lo compraste? -preguntó Aisha.
-Fue un regalo -respondí.
-A verlo -dijo Aisha arrebatándome el teléfono de las manos.
Los dos seguimos jugando, ignorando el ruido de un auto que se aproximaba a gran velocidad, arruinando la canción que cantaba la lluvia. Los dos, aunque nos habíamos percatado, nos mirábamos retándonos a ver quién se quitaba del camino primero.
-Toma -dijo Aisha lanzándome el teléfono-. Al percatarme, el auto arremetió contra nosotros. Todo mi cuerpo quedó destruido. No podía respirar bien, ni ver, ni sentir algo que no fuera la muerte. Poco a poco iba muriendo, pero a su vez mis células se reconstruían impidiendo mi muerte. Una nueva cicatriz se hizo en mi cuerpo. El auto siguió su camino sin mirar atrás. La lluvia siguió cayendo, convirtiéndose en charcos que eran contaminados por nuestra sangre.
-Sí, volvamos a casa -respondí, tirado en el suelo.
Respirando profundamente, comenzó a toser. -Espera, tomo aire, y me levanto -respondió Aisha, agitada. Tirada a unos centímetros de mí, nos quedamos en silencio un par de minutos, viendo al cielo por obligación. Las gotas chocando contra el suelo no se escuchaban por el fuerte ruido de nuestra respiración-. ¿A qué hora vas a estudiar? -preguntó Aisha con dificultad.
-A la una -respondí.
-Hay mucho tiempo para dormir -dijo, sentándose en el suelo. Estirándose un poco, preguntó-. ¿Puedo llevar el arma? -a lo cual respondí con un "no".
Levantándome del suelo, miré el teléfono que se encontraba destrozado por el impacto. -¿Qué comeremos? -le pregunté a Aisha.
-¿Quieres que cocine? -preguntó Aisha.
-Mejor pedimos comida -respondí, estirando mi mano hacia Aisha. Esta tomó mi mano, y la ayudé a levantarse.
-Con qué dinero -preguntó.
-¿Robamos un banco? -pregunté, mirándola.
Con una sonrisa me dio una palmada en la espalda y dijo -Ahora podemos ser buenos amigos -a lo cual solo pude reír. Comenzamos a caminar, jugando bajo la lluvia, empujándonos de un lado a otro, mientras dejábamos un rastro de sangre a nuestro paso.
Después de un rato caminando, llegamos a casa. A medida que íbamos entrando, Aisha se desnudaba, tirando su ropa por todas partes, quedando completamente desnuda. Se tiró en el mueble, quedándose dormida al instante. Recogí la ropa del suelo y la puse en la lavadora. Subí hasta mi habitación y me cambié de ropa. Tomé una cobija de la cama y bajé al primer piso para arropar a Aisha. Eché mi ropa a la lavadora, poniéndola a lavar. Volví a subir a la habitación. Miré el reloj que colgaba en la pared. Este marcaba las cinco. -Una hora está bien -pensé, tirándome en la cama. Al caer en esta, quedé dormido al momento.
Desperté en el duro suelo de la habitación. El reloj de la pared marcaba las cinco y quince. Me levanté del suelo y miré a Aisha durmiendo en mi cama. Dormía con los brazos y piernas estirados, en una almohada cubierta con su propia baba. Susurraba algo que no lograba entender, algo a lo cual no le di importancia. Entré al baño para echarme agua en la cara. Algo se escuchó en el primer piso, pero no le presté atención, pensando que era la falta de sueño. Me miré en el espejo. Las ojeras habían desaparecido con las cicatrices de mi cuerpo. Algo se volvió a escuchar. Salí del baño pensando que Aisha se había despertado, pero seguía dormida en su propia baba. -Creo que hay alguien en la sala -dije moviendo a Aisha, la cual me volteó la cara, pero seguí insistiendo. Tarareando algo que no lograba entender, sacando un revólver de la nada, cogía este del cañón-. toas nsodk to Toma -dijo con dificultad-. ¿De dónde lo sacaste? -pregunté, tomando el arma. Ella solo balbuceó algo, haciendo una señal con su mano, la cual tomé como que la dejara en paz, volteando la cara, siguió durmiendo como si nada hubiera pasado.
#1426 en Fantasía
#834 en Personajes sobrenaturales
#648 en Thriller
#283 en Misterio
Editado: 08.02.2025