Olvidé todo lo que estaba a mi alrededor, perdiéndome en mis pensamientos al recordar un día cálido. Las nubes se veían hermosas y el viento soplaba generando una brisa agradable. Estábamos solos en el salón; Leiko tenía su mirada pegada a un cuaderno viejo mientras escribía con un lápiz mordisqueado. Su letra eran garabatos que me cautivaban, aunque no lograba entender lo que escribía. De repente, y sin venir a cuento, Leiko hizo una pregunta. -¿Te has enamorado? -haciéndome salir de mi estado meditabundo. La miré, confundido por la pregunta repentina, pero a mi mente rápidamente vino una respuesta-. Sí.
Sorprendida, soltó el lápiz mirándome con sorpresa. -¿De quién? -preguntó con curiosidad.
-Kahdalia -dije aquel nombre sabiendo que Leiko lo reconocería.
-Del oso -dijo, como si ya lo supiese-. No me sorprende, es muy bonita, serían una gran pareja -declaró desbordando una felicidad extraña. Como si conociera algo, aunque era molesto, ya me había acostumbrado a la sensación amarga que era pensar que ella sabía más de lo que mostraba saber. Aunque una pregunta invadió mi mente.
-¿Oso? -pregunté, confundido y a la vez sorprendido por la peculiar forma en la que le había dicho a Kahdalia.
-Sí, así le comencé a decir tras cruzar palabras con ella un día -sus ojos se llenaron de pesar al recordar. Era extraño viniendo de ella, pero eso la hacía más bonita-. Al hablar con ella quise abrazarla, pero si lo hubiera hecho, estoy segura de que hubiese sido destrozada por sus garras, igual a lo que pasaría con un oso.
-¿Te dan ganas de abrazar osos? -pregunté, confundido.
-Sí, ¿a ti no? -preguntó.
-No -respondí.
-Eres raro -dijo, sonriéndome-. Le hicieron mucho daño -susurró, volviendo a pegar su mirada al cuaderno.
-¿Qué escribes? -pregunté, a lo cual ella me pasó el cuaderno. Lo tomé y empecé a leer en voz alta con dificultad-. Había una vez un pájaro gris, el cual voló buscando algo que no era real, pero tenía la ilusión de poder encontrar... ¿Qué dice aquí? -pregunté, apuntando a una parte con un tachón. Leiko me miró y empezó a reír, preguntándome qué estaba leyendo.
-No entiendo estos jeroglíficos, parecen brujería o un cántico para invocar a un demonio -respondí, haciendo ruidos extraños con la boca. Ella me miró con lástima y me quitó el cuaderno, dándome un golpe con él en la cabeza.
-Calla -dijo, alzándose del asiento. Levantó sus brazos con un gran bostezo, su camisa se levantó, dejando su abdomen al descubierto. Miré por la ventana, intentando no verla como un acosador. Al percatarme, Leiko se sentó en mis piernas, tomando mi mano. Cerró mis dedos, dejando el índice apuntando al primer renglón de lo que escribía-. Tienes que aprender a leer lo que escribo, presta atención -dijo, moviendo mi mano siguiendo el ritmo de su lectura-. Te amo, te amo. No sé cómo explicarlo, pero es lo que siento por ti cada vez que te pienso o te tengo cerca de mí. Por eso hoy decidí ser feliz, acercarme a ti en este mundo frío y hostil. Solo quiero sentir, sentir tu calor, el cual pienso que me quemará, pero es un riesgo el cual no me arrepentiré si sale mal...-Un silencio se hizo presente cuando una moto llegó. Me había perdido en sus palabras, quería escuchar más, ya que me calmaban. Mi corazón se aceleraba cada vez más, aunque intentaba controlar aquella reacción. Leiko seguía en silencio mirando por la ventana. Al escuchar tres veces un claxon, se levantó y rápidamente guardó sus cosas. -Después continuaremos con la lectura -dijo, caminando hacia la puerta.
-Espera -dije, tomando su mano-. No te vayas -grité en mi interior mientras veía su mirada que esperaba algo. Al estar en presencia de aquella mirada, me puse nervioso, pero quería decirle que se quedara un poco más-. ¿Te has enamorado? -pregunté, a lo que ella respondió asintiendo con la cabeza-. ¿De quién? -pregunté, un tanto desesperado, a lo que ella, tras soltarse de mi mano, respondió.
-A quien van dedicadas todas mis cartas -dijo con un tono de voz melancólico.
-¿A quién van dedicadas? -pregunté con miedo.
-A la muerte -respondió, marchándose a los brazos de su novio.
Saqué un cigarrillo y lo encendí, dándole una bocanada larga. Boté el humo y me pregunté si ella sabía lo que había pasado con Kahdalia, si sus ojos veían a través de mí como siempre, si aquellos ojos sabían que de ella estaba enamorado. -Da igual -pensé, sintiendo un dolor en mi pecho. "Qué bonito recuerdo," pensé, volviendo a la realidad.
-Lo siento, me perdí en un hermoso recuerdo -dije, viendo a Aisha, quien me miraba raro.
-Qué extraño comienzo para una historia de amor -dijo Aisha.
Reí al escucharla, sabiendo que ella tenía razón. Era una historia extraña, pero, sobre todo, era un recuerdo, un recuerdo que había querido olvidar.
-¿Te has enamorado? -le pregunté.
-Sí -al responder, toda el aura a su alrededor cambió-. No comprendo el amor, pero lo que sentí al conocerla fue como si mi vida tuviera sentido.
Aisha se quedó en silencio recordando tiempos mejores. Aunque quería animarla, no encontraba las palabras para hacerlo, pero...
-¿Te gustan las mujeres? -pregunté.
-Sí, ¿no se nota? -preguntó, sorprendida.
-Lo supuse al no verte caer en mi coqueteo -dije, intentando poner la voz grave.
-¿En qué capítulo intentaste coquetearme? -preguntó Aisha, intentando recordar.
-No puedes romper la cuarta pared -reproché.
-¿De qué hablas? -preguntó Aisha.
-¿Tú de qué hablas? -respondí con una pregunta.
Los dos nos miramos como si fuéramos bichos raros, y empezamos a reírnos a carcajadas como psicópatas. Parecía que el tiempo se había detenido, o eso era lo que yo deseaba. No quería que este momento acabara, aunque saber que quedaría como un hermoso recuerdo me ponía feliz.
-Sigue contándome, siento que ha pasado más de un mes -dijo con seriedad.
-Yo pensé que te habías olvidado, y ya deja de romper la cuarta pared -exclamé.
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Editado: 08.02.2025