En busca de la Navidad

Capítulo Dos

—Bien, ahora solo necesito que siga la luz con sus ojos. —Hice lo que la enfermera me indicó. Es una mujer morena. Con unos rizo más que definidos. Tiene la raya del ojo muy marcada, y sus largas pestañas cubiertas con una gruesa capa de máscara de pestañas. El maquillaje que lleva hace que sus ojos se vuelvan mucho más el centro de atención en toda ella. En sus gruesos labios en forma de corazón, solo lleva un poco de brillo labial. —Tuvo una crisis nerviosa, así que, le sugiero que guarde reposo por un tiempo. Yo seré su enfermera, Rune. Con este botón, me puede llamar —me deja un control remoto y me indica qué botón debo presionar para llamarla—, no tenga vergüenza al hacerlo.

          La enfermera Rune, me dio su mejor sonrisa y se fue de la habitación. Me permití por un segundo mirar a mi alrededor y observar cada uno de los detalles de la habitación. Es una habitación en la que el color escasea. Todo es blanco; las paredes, el suelo, la mesa, las sábanas, todo. Incluso la puerta es blanca. Lo único que cambia de color es un ramo de rosas rojas. Me gustaría levantarme para saber quién me ha obsequiado el hermosa ramo de rosas, sin embargo, no tengo ni fuerzas para mover un dedo.

          Decido que lo mejor que puedo hacer es cerrar los ojos y esperar a que venga la enfermera Rune con mi próxima ronda de medicamentos. Al instante en el que me dediqué a cerrar los ojos, la mirada penetrante de Rune invadió mi cabeza. Casi sentí que era como mi ángel de la guarda «si es que eso realmente existe».

          A los quince minutos de intentar dormir, supe que aquello era imposible. Por lo que hice lo que la enfermera Rune, me había dicho. Tomé el control remoto y hundí el botón que ella me había indicado. Y en menos de dos o tres minutos, ella ya estaba en mi habitación.

          —Hola, ¿Hay algún problema, Señor Ferrer? ¿Siente dolor de cabeza? Podría darle algún analgésico si así lo desea. —Niego.

          —No, no es necesario. Solo quería saber quién me ha enviado ese ramo de flores. —Extiendo mi mano y con mi dedo índice señalo el ramo de rosas.

          Ella se levanta y se inclina solo un poco para olfatear el fresco aroma que desprenden las rosas. Cerró sus ojos por unos segundos y esbozó una leve sonrisa. Luego se volteó hacia mí y dijo:

          —Lamento informarle esto, Señor Ferrer, pero estas flores siempre están aquí. La cambiamos cada dos o tres días.  Y cada semana tratamos de cambiar el tipo de flores. ¿Es usted alérgico a las flores? —Niego y ella vuelve a esbozar una amplia y hermosa sonrisa— Me alegro, Señor Ferrer, las rosas son mis favoritas.

          —No tienes que llamarme “Señor Ferrer”, me puedes llamar Ezra, al fin y al cabo ese es mi nombre. —Le di mi mejor sonrisas.

          Ambos nos quedamos en silencio por unos segundos, segundos que aproveché para mirarla y apreciar cada uno de sus detalles. Dándome cuenta de que sus ojos no son totalmente marrones como pensaba, de hecho tienen un destello verde en el centro de su pupila.

          Nuestro mágico silencio fue interrumpido por el llamado a la puerta. Fueron tres golpes a la puerta, jamás pensé odiar a una persona sin siquiera conocer su rostro. Aquella persona ha interrumpido este momento. La enfermera Rune se disculpó un segundo y me pidió permiso para usar el cuarto de baño a lo que yo accedí. Aproveché para responder a la persona al otro lado de la puerta.

          —Buenas noches, Señor Ferrer. Una disculpa por no haberme presentado antes. Por aquello de las festividades madrileñas, mañana es 6 de diciembre —me explica—, todo nuestro personal está un poco ocupado por ello. ¡Oh! Disculpe, no me he presentado aún. Soy el Doctor Ramos. Médico Psiquiatra. Supongo que, como nadie lo ha visto aún, no le han dicho cómo es que llegó aquí… —Lo interrumpo antes de que continué equivocándose.

          —… Disculpe Doctor, pero ya me han estado atendiendo. Cuando desperté una enfermera me dijo lo que había pasado. Me alegra saber que estoy en tan buenas manos. He escuchado buenas reseñas de este hospital, Doctor.

          —No lo creo, Señor. Según mi registro nadie ha venido a verlo. —El galeno miró su registro y luego me miró nuevamente. —Tal vez haya sido una de las chicas nuevas. Alguna interna ¿Tal vez? Como sea, confió en que ella ya le ha dicho todo lo que pasó y cómo llegó aquí. Así que, me ahorraré aquellos detalles. Por el día de hoy, solo haré un par de estudios y tendremos una pequeña charla.

          —¿Podría ser otro día? —Preguntó fingiendo cansancio.

          —Claro, aunque cuanto más dilate el asunto, más tiempo permanecerá en este lugar.

          —Está bien por mí. —Comento pensando en Rune.




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