En busca de la Navidad

Capítulo Tres

Luego de que se fuera ese molesto Doctor, Rune salió del baño y se disculpó pues tenía que ir a revisar a sus demás pacientes. Decidí, que lo mejor era, no contarle sobre el incidente con el Doctor Ramos. Poco después de dejarme solo en la habitación, me pude dormir. Bueno dormir era lo que quería y necesitaba. Pero aún seguía el recuerdo del rostro de Rune.

          Por un momento, me permití recordar a Alice. Un déjá vu de la primera vez que vi a Alice me vino a la memoria. Sabía que este sentimiento era el mismo que tuve cuando conocí a Alice. Y sabía que eso no era nada bueno, no cuando acabas de perder al amor de tu vida hace tan poco tiempo como lo había hecho yo. Pero Rune era como el ángel que Alice había enviado para protegerme. «O eso era lo me quería hacer creer». A veces es mejor vivir en la ignorancia que afrontar la triste realidad que tenemos frente a nosotros.

          Me sentía como un adolescente, con todas esas hormonas alborotadas con ganas de hacer una que otra locura con tal de llamar la atención o despreocuparse un poco. ¿El problema? Ni yo era un adolescente, ni tenía los ánimos suficientes para ponerme a hacer alguna estupidez. Así que solo me concentré el esperar a que Rune viniera con mi dosis diaria de medicamentos. Mientras esperaba me dediqué a realizar el crucigrama, que era mi única fuente de entretenimiento.

          Alguien llamó a la puerta y crucé los dedos con la esperanza de que fuera la enfermera Rune y no aquel nefasto Doctor Ramos que siempre tiende a llegar en los momentos menos oportunos.

          —¡Adelante! —La puerta se abrió solo un poco, segundos después Rune invadió la pequeña habitación. El aroma a rosas de su perfume hizo que me sintiera en una floristería. Agradecí que fuera ella para mis adentros.

          —Hola, Ezra. Espero que aún quiera que lo llame de esta forma.

          —Me gustaría que me siguiera tuteando, no tengo ningún problema con ello. Rune, ¿Podrías hacerme un favor? —Pregunté con timidez. Sin embargo, ella asintió y esbozo una sonrisa amable. No me quise emocionar mucho, pues tal vez ella le ofrece este tupo de sonrisas a todos sus pacientes. Al fin y al cabo, es su trabajo— ¿Qué día es?

          —Le alegrará saber que hoy es 8 de diciembre. Ha estado durmiendo un buen rato, parece que los medicamentos que le han suministrado mis compañeras le han hecho un buen efecto. —Comenta dejando el pequeño vaso de plástico en mis manos— Tome las pastillas y recuerde…—La interrumpo antes de que pueda terminar.

          —…si necesito algo, no dudaré en llamarte, Rune.

          Rune me dio su mejor sonrisa y me dejó solo en la habitación. Me quedé un par de segundos embobado a la espera de que ella regresara a la habitación con la excusa de que había olvidado algo, pero no fue así.

          Miré mi mano izquierda donde se suponía que había dejado el vaso de plástico con las pastillas, pero el vaso no estaba. Miré a mi alrededor con la esperanza de que este se hubiera resbalado de mi mano y hubiera caído al suelo, pero no fue así. Fue casi como si nunca me hubiese dado el vaso.

          Decidí marcar el botón que me había indicado Rune, y con toda la vergüenza del mundo esperé a que ella llegase a la habitación para comentarle que había perdido el vaso con las pastillas. Sabía que me iban a cobrar esto extra y que tal vez mi seguro médico no cubriría todos los gastos. Este hospital se ve muy pijo y dudo que el seguro lo cubra por completo. Debo tener una deuda gigante aquí.

          Llamaron a la puerta y segundos después entró una señora de la mediana edad con algunas entradas en su azabache cabellera. Quería preguntar por Rune pero preferí quedarme callado. De esta forma, tal vez, pensarían que no me habían dado las pastillas y no me las cobrarían.

          —¿Qué desea, Señor Ferrer?

          —Es solo que creo que ya es la hora de mis medicamentos, me preguntaba si me la podían suministrar en estos momentos.

          —Claro, justo venía a hacer lo mismo. Soy la enfermera que lo está atendiendo en el turno diurno. Supongo que aún no conoce a mi compañera del turno de la noche. Tengo entendido que las pastillas le dan mucho sueño, es normal.

          —¿Qué pasa con Rune?

          —¿Rune? No conozco a nadie que se llame Rune y eso que llevo aquí trece años. —La enfermera me puso un vaso de vidrio y me dio las pastillas en la mano. Espero hasta que me las tomé y luego se fue no sin antes decir—: Que tenga una buena noche, Señor Ferrer.

          ¿Qué clase de hospital es este? No conocen al personal que tienen. Ni el Doctor Ramos ni esta enfermera que ni el nombre me dijo.

 




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