En busca de la Navidad

Capítulo Cuatro

 

Los días pasaron pero no las dudas de saber quién era Rune o por qué nadie la conocía en este hospital. Puede que sea un hospital grande pero no es una excusa para no conocer a sus trabajadores. Como sea, Rune no ha vuelto a aparecer por aquí y eso me hace sentir con más fuerzas, por muy extraño que parezca. No tenerla cerca solo me da más fuerzas para salir de este nefasto lugar e ir en su búsqueda.

          Por eso, he decidido hablar con el Doctor Ramos. Hablamos por dos días, en sesiones de dos horas. Teníamos mucho que hablar, pero a pesar de esto no le mencione por nada del mundo a Rune. Por miedo de meterla en algún problema. O tal vez ya lo había hecho y por ello ya no venía a trabar.

          Esa teoría fue descarta cuando el día antes de irme del hospital, la noche del 17 de diciembre, me visitó en mi habitación. Me explicó todo y me dijo que no había venido por algunos problemas familiares, y aunque no tenía derecho de preguntarle más cosas sobre su vida privada, lo hice. Y nos quedamos un par de minutos hablando sobre nosotros. Nada muy personal, no fue como si nos hubiéramos desnudado el alma «el único desnudo que vale, si me lo preguntan», solo me contó lo básico de ella y yo hice lo mismo.

          —¿Te vas? —Me preguntó mirando hasta donde estaban mis maletas, que no eran muchas. Estaban muy vacías, ni siquiera recuerdo cómo es que llegaron aquí. No he tenido visitas.

          —Ya he hablado con el Doctor Ramos, y mañana me darán de alta. Fue un gusto ser tu paciente, Rune. Tal vez tenga el placer de cruzarme contigo por la calle, ya sabes lo que dicen; el mundo es un pañuelo. —Le di mi mejor sonrisa y luego me empecé a ver los dedos mientras jugueteaba con ellos— ¿Qué haces?

          Rune estaba a pocos centímetros de mí. Creo que incluso ella podía escuchar los fuertes latidos de mi corazón. Bien, esto se está poniendo un poco raro. Sus ojos me miraban fijamente, no se inmutaba en parpadear y yo junté todas mis fuerzas para no parpadear, como si esto fuese una competencia del que parpadea pierde la partida.

          —No. No te vayas. —Apuesto a que mi cara era un poema «¿Qué me quiere decir?»— Tal vez puedes fingir que te duele un poco la cabeza. Pero no te vayas. Eres de los pocos pacientes que me han caído bien, y tal vez esto sea muy poco profesional, pero siento que me atraes.

          Pude ver cómo sus ojos volvían a tener ese brillo de la primera vez que la vi. No pude evitar ceder a su petición y por ello cuando llegó el Doctor a la mañana siguiente preguntando cómo me sentía, no le pude decir otra cosa mas que una mentira. Mentí y le dije que me dolía la cabeza.

          Él decidió dejarme un día más en observación y así hasta que llegó el 23 de diciembre. Las mentiras se las habían comido todos como potito de bebé. Y ahora lo más importante; se acercaba Nochebuena, y yo no podía estar más contento.

 




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