En busca de las estrellas del norte

Capítulo 5: El comienzo del viaje

Luego de correr en la fría nieve durante un rato, al ver que finalmente no había rastro de los cánidos atacantes, el tigre frenó y dejó bajar de su lomo a los dos muchachos, quienes no salían de su asombro por las cosas que acababan de vivir. Claramente, no todos los días un tigre te salva de unos lobos hambrientos.

Aliosha seguía todavía muy confundido, más que nada porque aún no podía admitir que había escuchado a un animal hablar.

―Aún sigo insistiendo en que ya perdí la cabeza―dijo el kozzakhi con una mano en la frente―.Esto tiene que ser un absurdo sueño.

―Te aseguro que no estás dormido―le respondió el tigre. Dylara miraba fijamente al animal.

―Quiero saber algo...¿Quién o qué eres y cómo nos encontraste?― preguntó Aliosha con seriedad.

El fresco viento volvió a soplar en medio del silencio y arrastró algunas de las hojas caídas que había en el suelo.

―Yo soy quien observa y cuida tu sueño. Quién deja sombras en tu cuarto por las noches. Quién está ahí a pesar de no darte cuenta ―afirmó el tigre con seriedad rompiendo el hielo―.Estoy en tu conciencia a pesar de que no lo sepas.

Los chicos se miraron entre ellos en silencio, con expresión confundida y sin tomar con mucha seriedad lo que el animal dijo. Si algo les parecía más extraño que el ejemplar con el que estaban conversando, era que este mismo animal hable con metáforas retorcidas.

―¿Cuál es tu nombre, bello felino? ¿Por qué razón nos salvaste? ―preguntó Dylara.

―Al ver que no me han comprendido y que aún no salen de su asombro, decido explicar de a poco: Mi historia es demasiado larga, pero me conocen como Megrez ― respondió el tigre con mirada mucho más seria que antes al notar que los niños no habían entendido y estaban a punto de reírse―, y fui enviado por las estrellas para una misión. He estado mucho tiempo esperándolos a ustedes, los elegidos.

―¡¿Qué?!― preguntaron al unísono los muchachos incluso más confundidos que antes.

―¿Elegidos para qué? Tiene que ser un error. No somos más que dos simples niños que andaban en el bosque por la noche y de la nada fueron atacados por una manada de animales rabiosos. Gracias por salvarnos, estoy más que agradecido por eso, pero por favor, no vengas con tomadas de pelo―le dijo Aliosha a Megrez un tanto molesto y mirando hacia su alrededor―. Y para colmo, ahora estamos perdidos.

Dylara estaba pensativa mientras escuchaba a su amigo reprochar y soplaba humo con su boca en el frío aire invernal. De pronto, ella abrió los ojos como platos y dejó de soplar. Había recordado algo.

―¿Te molesta que le diga algo? ―le preguntó al animal señalando al muchacho. Ella se lo llevó a un par de metros de distancia y dando la espalda al lugar en que estaban hace menos de un minuto.

―¿Qué pasa?—preguntó Aliosha.

―Al, esto claramente es el inicio de algo grande. Estoy segura de que todo ese sermón raro de Megrez tiene que ver con esto― le susurró con ojos soñadores, mostrándole la carta que había encontrado dentro de la funda de su sable esa misma misma noche―.Por favor, confía en mí. ¿No sientes un llamado hacia lo desconocido?¿Acaso hemos tenido alguna aventura en nuestras vidas?

Aliosha miró la carta pensativo y luego a su amiga. Él preferiría volver al pueblo para seguir con la relativa normalidad de su vida y dejar las peligrosas persecuciones en el bosque como una simple anécdota, la idea de ir mucho más allá no le convencía demasiado. No era la mejor vida, ni la más interesante, aunque al menos su familia podía conseguir comida y vivir tranquilos, pues hasta ahora nunca habían sido apresados por las tropas imperiales. Sin embargo, él quería mucho a su amiga, sabía que ella siempre había soñado con tener un viaje épico que la llevara a los confines del reino, con una aventura. Respiró hondo en silencio para luego acercarse otra vez a Megrez.

―Vuelvo a decirlo, gracias por salvarnos. Ahora, si no te molesta ¿Podríamos ir a casa?―le preguntó el muchacho.

―Lamento informarte que no es muy seguro regresar o quedarnos aquí, ellos podrían volver a atacarlos. E incluso podrían venir cosas peores― contestó firmemente el felino observando la aurora que iluminaba el cielo y comenzando a caminar. Los chicos no tuvieron más opción que seguirlo.

―¿Te refieres a los lobos, verdad?― le preguntó Dylara mientras avanzaba al lado del animal.

―Esos no eran lobos. Eran demonios, seres de oscuridad― afirmó Megrez―. Lo vi en sus ojos. Son capaces de adoptar cualquier forma que se les ocurra con tal de alcanzar a su presa.

Los niños se miraron entre ellos asombrados. El viento volvió a soplar entre las copas de los tupidos árboles susurrando una melodía en el inmortal silencio del bosque.

―Ahora bien, ¿Hacia dónde iremos entonces? ―preguntó Aliosha observando al cielo con expresión desolada mientras caminaba junto al tigre y su amiga.

―Solo diré que tenemos que ir hacia el norte, dentro de poco amanecerá y necesitamos salir de aquí. El viaje será largo y lo más probable es que sea muy peligroso, así que prepárense— dijo el animal, dejando a los niños subirse otra vez a su lomo.

Caminaron en el bosque virgen, mientras la oscuridad iba poco a poco desvaneciendo, ya que era el momento de comenzar el día. Las lechuzas y búhos iban ocultándose, para dejar su territorio a las famosas águilas doradas, animal al que el reino le tenía tanto respeto y aprecio que con el paso de los años terminó convirtiéndose en su símbolo más reconocido por el mundo. Los sonidos de la noche se silenciaban para que comience a sonar la sinfonía de las aves que no habían emigrado con la llegada del invierno. El sol con sus dorados rayos aparecía por detrás de los Montes Centinela, la cordillera más imponente e inhóspita del imperio. Tiñendo el oscuro cielo con tonalidades anaranjadas, amarillas, rojas y rosadas, ofrecía un espectáculo a la vista que era magnificado por la inmensa paz de la madrugada, lejos de todo asentamiento humano.



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En el texto hay: magia, amistad, aventura fantasia

Editado: 11.08.2024

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