En busca de las estrellas del norte

Capítulo 6: En Nodvragoda, parte I

La caravana de comerciantes, con su paso lento terminaba de cruzar el bosque. El trío se había escabullido en la carreta más grande de esta para llegar más rápido a su destino. Estaban tan cansados que se quedaron dormidos por varias horas.Sin embargo cuando despertaron se dieron cuenta de que no eran los únicos que iban en ella.

Aliosha se estiró y vio a un par de hombres a su lado.
―¿Durmieron bien, niños? ― preguntó el más viejo del grupo que estaba en la carreta.

―¿Cómo llegaron a aquí y de dónde vienen? ―preguntó un joven de cabello rubio claro a los menores― Porque claramente sabemos a dónde se dirigen.

―Fuimos atacados por animales salvajes en el bosque, nos perdimos y nos metimos de polizones. No están enojados, ¿cierto? ― respondió Dylara acomodando un poco su cabello.

―Para nada...De hecho, bienvenidos a nuestro club― contestó él estirando las telas que cubrían el piso del carro― ¿Cómo se llaman?

―Yo soy Aliosha― afirmó el joven Kozzakhi con un poco de vergüenza― y ella es Dylara. Vivimos en Barkistán.

―Mi nombre es Vladimir.Y prefiero no hablar de mi pasado― le contestó el joven adulto mirando hacia abajo― He sufrido bastante y a muchos de los míos les fue peor. Me dirijo a Nodvragoda porque es mi hogar y mi pueblo me necesita.

―Aquí claramente somos todos polizones y forajidos, así que no tienen nada de qué avergonzarse― dijo el anciano apoyándose sobre un gran bulto suave cubierto por la tela.
El bulto se movió y cuando él decidió correr la tela ¡estaba Megrez debajo!
El anciano se desmayó instantáneamente luego de haber visto al tigre.

La caravana salió finalmente del bosque para entrar en un amplio y seco pastizal, ubicado en una llanura en las que algunas sierras y montañas pequeñas se veían de fondo. En esta región aún no había nevado tanto como en las cercanías de Barkistán, por lo que aún no había nieve acumulada, a pesar de que el viento era bastante fresco. Podían verse el pasto seco, amarillento y algunos parches aislados de nieve cuyo color combinaba con el color blanquecino del cielo nublado. Durante algunos minutos los carros tirados por caballos prosiguieron su ruedo, hasta llegar hasta una muralla que se hallaba junto a un río. Era de piedra caliza blanca un tanto deteriorada, con varias torres de techo plano. Habían llegado a Nodvragoda.

Los cocheros de algunos carros bajaron de sus sillas luego de detener los vehículos para avisar su llegada a los vigilantes que estaban junto a la muralla.

―¿Qué es lo que traen? ―preguntó uno de los centinelas desde lo alto de una de las torres que estaba junto a la puerta.

―Lo de siempre: telas, vegetales, vajilla. Articulos traídos de la capital y sus alrededores― respondió uno de los cocheros, que comenzó a hablar con el guardia― Además, vienen algunos animales exóticos para el mercado.

Quien llevaba la carreta más grande (dentro de la cual viajaban el trío y los demás forajidos) se levantó de su asiento y metió la cabeza dentro de la carreta para decir― ¡Hemos llegado a destino, camaradas! Bajen con cuidado.

―¿Cómo sabía él que estábamos aquí adentro? ―preguntó Aliosha confundido.

El tigre levantó los hombros y miró al niño con cara de desentendido.
Los pasajeros se bajaron y entraron por la puerta de la muralla. La ciudadela tenía un aspecto más gris que Barkistán, aunque sus calles también estaban hechas de piedra, a excepción de algunas que eran de tierra. Muchos de los edificios tenían forma circular, como de torreón, y sus techos acababan en punta. En su mayoría, estos eran de tonos claros como blanco y gris, dando un aspecto sobrio y melancólico a la ciudad. La única excepción visible era el Kremlin, cuyas paredes eran rojas.
Algunas casas sin embargo parecían haber sido consumidas por las llamas tiempo atrás, pues muchas poseían en sus paredes manchas con una apariencia carbonizada, además de tener cortinas rasgadas en lugar de puertas.

Mientras caminaban algunos nodvroguitas los observaban extrañados y con algo de temor, quizá por la obvia presencia de un enorme tigre junto al grupo, pues a diferencia de la capital, en esta ciudad no eran tan comunes los espectáculos de animales, pese a que en el mercado solían venderse algunos ejemplares exóticos. En cambio, otras personas simplemente pasaban al lado del particular conjunto con total indiferencia y una expresión seria y desolada, como si su alegría se hubiese borrado de la faz de su pueblo.

Siguieron caminando hasta llegar a una esquina. El trío junto a Vladimir se separaron del resto de los forajidos que se dirigieron al mercado y se metieron en un angosto y sombrío callejón que estaba vacío. Esperaron un rato en silencio hasta que en la oscuridad se vio la silueta de una mujer encapuchada con una larga túnica. Ella era de una estatura relativamente baja y entre las sombras sobresalía su cabello grisáceo que formaba dos trenzas. Ella giró la cabeza hacia los lados para verificar que no haya nadie más cerca.

―Síganme, por aquí― dijo en un susurro la anciana moviendo su mano hacia adelante.

―Así que ella es a quien estábamos buscando ―dijo Aliosha. La anciana lo calló haciendo un gesto con su dedo índice.

Los cinco caminaron por ese callejón hasta salir del interior de la muralla y llegar a una zona residencial poco poblada a las afueras de la ciudad. La misteriosa mujer se dirigió a la puerta de una sencilla cabaña y la abrió con una llave. El grupo entró a la vivienda y la mujer se quitó la capucha.

―¿Usted es la famosa Baba Yanga? ― preguntó la joven kozzakhi.
― Con qué famosa, ¿eh? ―dijo la anciana mirando a Megrez―. Dime que les has contado sobre la vieja Shirkania Yanga a estos chiquitos.

La vivienda en la que habían entrado era mucho más grande por dentro de lo que parecía por fuera. Estaba adornada con coloridas alfombras que colgaban de las paredes. La mesa y las sillas eran de madera rústica y estaban pintadas con intrincados diseños. Lo que más llamaba la atención eran un gran caldero de hierro y la asombrosa biblioteca de piso a techo que ocupaba una pared entera. Esta poseía numerosos estantes, muchos de los cuales tenían cientos de libros y otros contenían distintos objetos. Los muchachos miraban a su alrededor atónitos.



#6638 en Fantasía
#8387 en Otros
#1006 en Aventura

En el texto hay: magia, amistad, aventura fantasia

Editado: 11.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.