Mario Benedetti 》”Que alguien te haga sentir cosas sin ponerte un dedo encima, eso es admirable”.
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Charles, quien había estado reflexionando sobre la conversación que tuvo con Michael, intentaba comunicarse con Rayla, pero ella no respondía a sus mensajes, a pesar de que había indicado que era urgente.
"¿Qué estará haciendo?", se preguntaba, ya que apenas habían pasado dos horas desde su reunión y aún no había recibido respuesta.
Esta situación preocupaba a Charles, especialmente porque le había confesado sus sentimientos a Rayla, lo que podría haberla llevado a distanciarse y no contestar. Sin embargo, era crucial para él contactarla de inmediato, ya que Michael parecía estar fuera de control y Charles temía que su ira pudiera perjudicar a Rayla.
Charles nunca había experimentado el amor en su vida. Si bien había sentido atracción por la belleza de varias mujeres y había disfrutado de su compañía, nunca había ido más allá de lo físico. Sin embargo, todo cambió recientemente con Rayla. Aunque no habían compartido momentos íntimos, cada vez que la veía, su corazón latía con fuerza, sus manos se volvían sudorosas y una sensación extraña invadía su estómago.
Deseaba escuchar su voz constantemente y sentía una conexión especial entre ellos. Esto era algo nuevo para él, algo que iba más allá de un simple capricho. Era capaz de distinguirlo claramente; no se trataba de una pasión sexual, ya que ni siquiera había tenido un contacto físico cercano con ella. Lo que sentía era amor, una palabra que había evitado a lo largo de su vida, ya que se consideraba un soltero codiciado por muchas y disfrutaba de su libertad.
Sin embargo, el destino le presentó un desafío inesperado: se había interesado por una mujer que también había captado la atención de su amigo. Aunque esa conexión no prosperó, decidió explorar si sus propios sentimientos por ella eran más que una simple idea. Su deseo de protegerla y compartir su vida con ella crecía cada día, anhelando una relación basada en la honestidad y la transparencia, donde solo existieran ellos dos.
Esta perspectiva le otorgaba una sensación de fortaleza y poder; la mera idea de tenerla a su lado iluminaba su día y mejoraba su estado de ánimo.
Con un suspiro de frustración, miró la pantalla de su celular, que aún mostraba la falta de respuesta. Consideró la posibilidad de acercarse a su lugar de trabajo, donde anteriormente se habían encontrado, o incluso a su casa, aunque no tenía la dirección, ya que nunca había estado allí. Así que continuó enviando mensajes, esperando que ella respondiera.
Su último mensaje fue: "Es urgente, necesito hablar contigo sobre tu hija. Tengo información importante que compartir, pero prefiero no hacerlo por teléfono. ¿Podemos reunirnos mañana para discutirlo?"
Aproximadamente quince minutos después, Charles recibió un mensaje de Rayla: "Nos vemos a las 9:00" seguido de la dirección del lugar de encuentro. Esto sorprendió a Charles, ya que dudaba que ella quisiera reunirse con él tan pronto, considerando que ya se habían visto recientemente. Sin embargo, subestimaba la importancia que la niña tenía para Rayla.
A las nueve de la noche, Charles llegó al restaurante, un lugar poco conocido que no formaba parte de sus habituales elecciones, pero que no le desagradaba en absoluto.
Rayla, sin darle tiempo a acomodarse, le preguntó de manera directa: —¿Qué es lo urgente que tengo que saber sobre mi hija? — Su tono era firme y su postura, tensa; su mirada, desconfiada y penetrante, estaba fija en Charles.
Él tragó con dificultad mientras tomaba asiento y se aclaraba la garganta ante esa recepción. Aunque no tenía hijos, comprendía perfectamente la preocupación de Rayla por la información que estaba a punto de compartir.
—No era mi intención incomodarte nuevamente hoy— comenzó Charles, disculpándose antes de continuar. —Después de nuestra reunión esta mañana, Michael me abordó en mi oficina porque nos vio. —
—Realmente no me interesa Michael, y si nos vio o no, no es relevante. No soy su esposa y tengo derecho a vivir mi vida como desee. Ahora, ¿qué tiene que ver mi hija en todo esto? Ve al grano, Charles, no andes con rodeos, — respondió Rayla, su tono reflejando una creciente desesperación. Sentía que la situación se le escapaba de las manos y que no tendría tiempo para reaccionar antes de que todo se desmoronara.
—Él mencionó que va a descubrir la verdad y que no se detendrá hasta encontrar pruebas de que esa niña es suya. Además, advirtió que lamentarás haberte cruzado en su camino, — dijo Charles, observando atentamente el rostro de Rayla mientras repetía las palabras de Michael.
Charles observó cómo el rostro de Rayla se tornaba pálido, y la imagen de la mujer fuerte y decidida que siempre había conocido se desvanecía ante él. Este cambio le provocó un profundo dolor en el corazón. La expresión de tristeza y miedo que ahora la dominaba despertó en Charles emociones que nunca había imaginado experimentar.
Sintió un impulso irrefrenable de levantarse y abrazarla con todas sus fuerzas para ofrecerle consuelo al ver cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Sin embargo, se contuvo y optó por sostener sus manos entre las suyas, buscando brindarle apoyo sin invadir su espacio personal ni cruzar límites que prefería respetar.
— Estoy a tu disposición para lo que necesites, pero necesito entender la situación entre ustedes dos para poder ayudarte — comentó Charles.
Rayla retiró sus manos de las de Charles, recuperando su postura fría y reservando sus sentimientos para sí misma.
— Disculpa que pregunte, ¿él mencionó algo más? — inquirió Rayla con desconfianza.
— No y no tengo claridad sobre la situación actual, ni sobre tu hija, y menos aún sobre lo que él mencionó. No tengo información al respecto, por eso me acerco a ti con la intención de ofrecerte mi apoyo, ya que no me pareció adecuada su actitud ni la forma en que se refería a ti. Reconozco que eres una mujer fuerte y capaz de enfrentar los desafíos por tu cuenta, pero a veces, contar con la ayuda y protección de un hombre puede facilitar las cosas.