En Busca De Lo Perdido

Insostenible

“Aprende a no anunciar el plan hasta cumplirlo, a no compartir tus objetivos con gente que no está en tu misma sintonía.

Protege tu energía, no todas las personas son felices con tu éxito”. —Rafael Cabaliere

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Rayla había estado reflexionando sobre los consejos que Michael le ofreció en su último encuentro. Ha decidido, en su mayoría, no mantener ningún tipo de comunicación con él, ya que se encuentra en un dilema respecto a todo lo que él le comentó.

Si bien puede percibir que él es una buena persona, ha tenido experiencias previas con personas similares que no resultaron ser lo que aparentaban. Además, no desea generar falsas expectativas, ya que no se siente en una posición estable para iniciar una nueva relación.

La relación entre ambos era sumamente compleja, especialmente debido al drama existente entre ella y Michael. A pesar de haber cortado toda comunicación, Rayla era consciente de que la situación no había llegado a su fin; de hecho, apenas estaba comenzando.

Rayla llegó a la decisión de confrontar a Michael y revelarle la verdad. Charles tenía razón: él merecía conocer la realidad. Aunque tenía más dudas que certezas sobre el desenlace de esta conversación, estaba dispuesta a arriesgarse y confesarle que la niña sí era su hija.

En los últimos días, la situación laboral de Rayla se había vuelto insostenible. Las responsabilidades aumentaban, recibiendo tareas que no le correspondían, y su horario había cambiado drásticamente, lo que afectaba su bienestar mental. Rayla estaba convencida de que todo esto era obra de la señora Rose, quien manipulaba su entorno como si fuera un títere. Sin embargo, Rayla decidió que también podía tomar el control de su vida y hacer que la señora Rose enfrentara las consecuencias de sus acciones.

No le parecía justo tener que soportar este calvario en su trabajo. Aunque la señora Rose había prometido no complicarle la vida si ella no decía nada, no cumplió su palabra. En cambio, logró que el jefe de Rayla le asignara más tareas y extendiera sus horas de trabajo, sin darle la oportunidad de negarse. Rayla sabía que era hora de actuar y buscar una solución que le permitiera recuperar el control de su vida profesional.

Rayla tomó la grabación de la conversación entre ambas y se dirigió a la empresa. No tenía idea de en qué oficina se encontraba él, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para encontrarse con él y expresar todo lo que llevaba dentro, sin importar las posibles consecuencias. Sin embargo, mantenía la esperanza de que el resultado fuera positivo.

Al llegar a la empresa, como era de esperar, una de las representantes de servicio al cliente le preguntó si tenía una cita previa.

—Sí, tengo una cita con el señor Rose. Puede verificar mi nombre en la lista —respondió, proporcionando su nombre completo.

—Lo siento, su nombre no aparece en la lista —contestó la representante con un tono amable y respetuoso.

—Es curioso, ayer discutimos la posibilidad de reunirnos aquí a esta hora. ¿Podrías hacerme el favor de transmitirle el mensaje y decirle que la señorita Rayla Harper está aquí esperando para reunirse con él? — Se atrevió a sonreír amablemente a la asistente, quien había sido muy cordial con ella.

Aunque esto no era del todo cierto, nadie podría sospecharlo, ya que Rayla había mantenido una actitud confiada y amable, lo que llevó a la asistente a comunicar el mensaje a la secretaria de Michael.

En menos de tres minutos, recibió la confirmación de su llegada, lo que le permitió acceder a la oficina.

Rayla exhaló profundamente al encontrarse sola en uno de los ascensores. No estaba completamente segura de si su presentación sería un éxito, pero allí estaba, ascendiendo hacia los pisos ejecutivos, nerviosa por lo que podría suceder a continuación. Sin embargo, mantenía una fachada de confianza, ya que debía proyectar que tenía el control de la situación.

Al llegar al último piso, se encontró con la secretaria de Michael.

— Él ya está al tanto de tu llegada. Simplemente toca esa puerta y lo encontrarás allí — dijo la secretaria, sin esperar a que Rayla se presentara.

—Gracias— dijo Rayla mientras se dirigía hacia la puerta que la separaba de Michael. Tomando una profunda bocanada de aire y enderezando los hombros, tocó la puerta y escuchó un —Adelante.

Rayla no tuvo la oportunidad de pronunciar una sola palabra antes de que Michael, sentado en su silla, la mirara con desdén y desprecio, lanzándole una serie de insultos.

—Jamás pensé que aparecerías tan pronto ante mí. ¿Qué sucedió? ¿Charles no cumplió con tus expectativas o te cansaste de jugar al gato y al ratón? Las personas como tú siempre regresan con quien mejor las satisface— comentó con una mirada afilada, sus palabras impregnadas de rencor.

La expresión de Rayla reflejó sorpresa y desagrado ante las palabras hirientes que él dirigía hacia ella. Se sentía incómoda al confrontar esa faceta tan poco atractiva de su personalidad.

—No, quizás no es eso. Tal vez es porque ya no te resulta útil como herramienta para provocarme celos. ¿Te diste cuenta de que con tan poco no podías captar mi atención y ahora has decidido buscarme? —preguntó, esbozando una sonrisa burlona.

—Entiendo que mi decisión de presentarme aquí para tener una conversación adulta no fue la más acertada. Sin embargo, parece que no has mostrado la madurez necesaria para este diálogo, y lo que percibo es un ego herido— comentó Rayla, frunciendo los labios y el ceño. —No estoy aquí para recibir insultos, y lamento haber intentado tener una platica civilizada contigo— añadió mientras sostenía el pomo de la puerta.

—¡No te atrevas a moverte ni un solo dedo más! — exclamó él con firmeza, elevando la voz. Su tono autoritario hizo que Rayla se detuviera por un instante, sintiendo un escalofrío de miedo al notar que él se había levantado de su asiento y se acercaba, invadiendo su espacio personal.




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