Anselmo 》”Hay lugares felices a los que no se debe volver”.
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Tras la caída del bolso de Rayla, sus pertenencias se esparcieron por el centro de la oficina, dejando la grabadora expuesta. Rayla aún se sentía asustada e impactada por el arrebato de Michael. Afortunadamente, no sufrió ninguna lesión, solo cayó sentada en el suelo. Sin embargo, su mayor preocupación era que la grabadora había quedado a la vista.
Dada la actitud hostil de Michael hacia ella, era evidente que si decidía reproducir la grabación en la que aparecía su madre, él no le creería en absoluto, ya que estaba lleno de rencor hacia ella.
Michael observó la mirada de Rayla fija en la grabadora, y su respiración se aceleró, intensificando su frustración hacia ella. "Así que no solo vienes a interrumpir mi tranquilidad, sino que también intentas grabarme. ¿Acaso estás recolectando pruebas en mi contra? ¿Para qué, exactamente? ¡Habla, por favor!" exclamó, tomando la grabadora y arrojándola al suelo, rompiéndola en pedazos.
—¡No! — gritó Rayla, horrorizada al ver cómo él aplastaba lo que quedaba de la grabadora con sus pies. Ella no tenía la intención de grabar su conversación; el dispositivo solo contenía la evidencia de una charla previa que había tenido con su madre.
—Creíste que podías ser lo suficientemente astuta para venir aquí y perjudicarme. Permíteme decirte que eso es un error grave— dijo mientras se acercaba a ella, sospechando que su intención era grabar la conversación.
Rayla intentó levantarse al notar su acercamiento amenazante, pero no tuvo tiempo. Él la sujetó del rostro con firmeza, provocando un quejido de dolor que la dejó incapaz de liberarse de su agarre.
Ella nunca imaginó que él pudiera ser tan violento o agresivo como para sujetarla del rostro de esa manera. Fue un grave error intentar acercarse a él con la esperanza de que le creería o al menos le daría el beneficio de la duda. Sin embargo, al igual que su madre, no solo compartía su apariencia física, sino también su desagradable forma de ser.
Rayla se encontraba en un conflicto interno, lamentándose por no haber seguido sus instintos y por no haber optado por el silencio para proteger a su hija. Sin embargo, no había considerado su propio bienestar, y ahora se encontraba siendo sostenida con fuerza por Michael.
— No puedo creer que fueras tan tonta como para meterte en la boca del lobo y pensar que ibas a salir sin rasguños. Te aseguro que no te dejaré acercarte a mí otra vez creyendo que puedes conseguir algo en mi contra. ¿De verdad no sabes quién soy? Tú no eres nadie y nunca lo serás. - Rayla intentaba quitarse las manos de la cara, pero cuanto más lo intentaba, más fuerte la agarraba, y eso solo hacía que Michael se enojara más.
—Eres solo una persona que puedo usar y tirar, como ya hice antes. Solo eres una chica de clase baja que sus padres se esforzaron por meter en una escuela de élite. Puedo volver a hacer lo mismo contigo. No eres nada, Rayla, estás por debajo de mí, y si quiero, con solo chasquear los dedos puedo convertir tu vida en un verdadero caos.
—Sin embargo, no procederé de esa manera. Estoy convencido de que mi madre sabrá cómo hacerte frente por intentar causarme daño y jugar con mis sentimientos, al tratar de enamorarme y manipularme únicamente para herirme, especialmente considerando lo que ocurrió en el pasado y más aún ahora que has venido a mi empresa con la intención de perjudicarla. Ella sabrá cómo actuar, ya que todo el afecto que una vez cultivaste lo has desvanecido, y ahora deberás enfrentar las consecuencias de tus acciones.
—Permíteme señalar que, cuando pierdas tu empleo y todo lo que posees, no estoy seguro de que Charles permanezca a tu lado. Eres, en esencia, un cuerpo desechable que solo sirve para satisfacer al hombre. No eres nadie y, lamentablemente, nunca lo serás— con desprecio, pateó su bolso hacia la puerta.
—Ahora, lárgate de aquí y no intentes nada más contra mí, porque te vas a arrepentir.
Una vez liberada del agarre de Michael, Rayla tomó rápidamente las pocas pertenencias que había colocado en su bolso, mientras sus manos temblaban de miedo e impotencia, sintiéndose frustrada por no haber anticipado aquella situación. Había confiado demasiado en su seguridad.
Sin pronunciar una sola palabra, sostuvo el bolso con firmeza y se mantuvo erguida, con los labios fruncidos y los ojos enrojecidos, que destilaban resentimiento. Sin embargo, su mirada era fría y desprovista de compasión, tan afilada que, de haber sido un arma, habría atravesado el cuerpo de Michael.
Sin esperar un segundo más, se dio la vuelta y salió con pasos rápidos, sin mirar atrás. Sus pasos eran como si alguien la estuviera persiguiendo, mientras ella avanzaba por su vida, impulsada por el deseo de alejarse de aquel lugar y evitar el contacto con los demás. Internamente, luchaba por mantener su compostura, ya que estaba al borde del colapso emocional, sintiéndose agraviada, con el dolor en su clavícula como un recordatorio constante de su malestar.
Sus ojos ardían, y se notaban rojos, mientras las lágrimas luchaban por salir, y su labio inferior temblaba ligeramente. Sola en el elevador, su respiración se tornaba dificultosa, y pequeños sollozos intentaban emerger, pero se repetía a sí misma que llorar no resolvería nada.
Al salir rápidamente de la empresa y adentrarse en el estacionamiento, Charles divisó la silueta de una persona, lo que le provocó un leve fruncimiento del ceño. ¿Qué hacía ella en la empresa? Sin permitir que su mente formulara preguntas o asumiera conclusiones sin antes consultarle directamente, salió de su automóvil.
—Rayla —la llamó, ya que ella caminaba con tal rapidez que parecía casi correr, y él no comprendía la razón de su apuro.
Ella se volvió instintivamente, pero al reconocer que era Charles quien la llamaba, aceleró aún más su paso. En ese momento, lo que menos deseaba era encontrarse con él, pues su autocontrol estaba a punto de desmoronarse, y no quería que esto sucediera frente a Charles. Necesitaba espacio y rogaba a Dios que él desistiera de seguirla en ese instante.