En Busca De Lo Perdido

Consuelo

Jael Medina 》 “Muy en el fondo lo sabía, pero joder tenía la esperanza de equivocarme”.

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Lamentablemente para Rayla, él no había cesado en sus intentos de contactarla hasta el momento en que logró alcanzarla.

—¿Te encuentras bien? —preguntó al acercarse a ella.

—Yo estoy bien, pero en este momento necesito estar a solas —respondió, mientras su voz sonaba ronca y fatigada.

—No creo que estés bien —dijo él, tomando uno de sus hombros para que se detuviera y colocándose frente a ella. Su comportamiento le parecía muy extraño y, a pesar de que no habían tenido contacto en los últimos días, él seguía pensando en ella y estaba preocupado por su situación.

Cuando Charles finalmente se encontró frente a ella, notó que sus ojos estaban enrojecidos y a punto de llorar. Su cuerpo temblaba ligeramente y parecía desesperada por escapar, mientras intentaba ocultar su rostro. Sin embargo, él pudo distinguir parte de su piel marcada por huellas dactilares.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Charles, inundándolo de tristeza y rabia. No comprendía del todo por qué, pero verla en ese estado despertó en él una avalancha de emociones, siendo la más prominente el enojo, que se reflejaba en su ceño fruncido.

—Rayla, por favor, dime quién te ha hecho esto. ¿Quién se atrevio a poner sus manos sobre ti? —su voz sonó ronca, amenazante y autoritaria.

—Por favor, necesito ir a mi coche y marcharme. No deseo hablar— dijo, intentando liberarse de su agarre en un intento de escapar.

—Déjame preguntarte algo— respondió él con voz autoritaria, mientras su respiración se aceleraba. —¿Michael tiene algo que ver con esto?

Rayla se detuvo en seco, sus pies anclados al pavimento mientras sus labios temblaban.

—Oh, no, por favor, dime que él no te ha agredido, Rayla— exclamó, su rostro distorsionándose por la ira. Sus manos se cerraron en puños, su voz se volvió más grave y su rostro se enrojeció.

Él no recibió respuesta de ella, lo que lo llevó al límite y a decidir abandonar el lugar. —Él pagará por haberte agredido— exclamó mientras avanzaba con determinación.

—¡No, espera! Charles, por favor, detente— dijo Rayla, corriendo tras él y abrazándolo por detrás, suplicando con la voz entrecortada. —Por favor, no tomes decisiones de las que puedas arrepentirte. Solo olvida todo; yo me encargaré de resolverlo.

Rayla comenzó a llorar desconsoladamente mientras lo abrazaba por la espalda, susurrando súplicas para que él no tomara decisiones impulsivas. Los ojos de Charles se tornaron rojos, abrumado por la impotencia y un creciente deseo de confrontar a Michael al escuchar el llanto de Rayla.

Él la giró suavemente, sosteniéndola entre sus brazos para ofrecerle consuelo. Sin pronunciar una sola palabra, permitió que ella liberara todas sus lágrimas. Permanecieron así durante un largo periodo, hasta que finalmente ella se separó de él, limpiándose las lágrimas.

Charles había acariciado suavemente las mejillas de Rayla, buscando ofrecerle consuelo. Sin embargo, no podía evitar sentirse atraído por su expresión triste y delicada, un rostro tan suave y frágil como la porcelana. Ambos mantuvieron la mirada por un instante, creando una conexión silenciosa.

Para aliviar la tensión y evitar que ella se sintiera incómoda, Charles decidió romper el hielo. —Me gustaría que me contaras qué ha sucedido hoy— le dijo con amabilidad.

Rayla se mordió el labio al escuchar la pregunta, dudando sobre si debía compartir lo que había ocurrido. Tenía claro que, independientemente de su decisión, Charles confrontaría a Michael. Con un suspiro, decidió ser honesta desde el principio.

—Después de nuestra última conversación, en la cual me aconsejaste que le contara la verdad a Michael, había estado reflexionando durante varios días sobre si debía hacerlo o no. Esta es una de las razones por las cuales no te había contactado, ya que no deseaba que me presionaras respecto a este asunto. Sin embargo, finalmente decidí enfrentar la realidad y comunicarle la verdad.

—¿Espera, me estás diciendo que estás aquí porque decidiste hablar con él? —preguntó Rayla, asintiendo con la cabeza en respuesta.

—Y después, ¿qué le dijiste? ¿Él te agredió? —inquirió en un tono molesto.

—Bueno, en realidad no llegué a decirle nada. Tan pronto como entré a su oficina, él comenzó a insultarme, por lo que decidí salir de allí. No anticipé que mi decisión de irme lo enfurecería —respondió, soltando un pesado suspiro antes de continuar.

—El me empujó lo que hizo que mi bolso provocó que la grabadora de voz cayera al suelo. Él la vio y asumió que estaba allí para recopilar información sobre él. Fue en ese momento cuando me agarró del rostro, y puedes imaginarte la situación — dijo, tragando con dificultad.

Durante todo ese tiempo, Charles había estado lidiando con la intensa frustración de querer ir directamente a la oficina de Michael y confrontarlo por atreverse a ponerle la mano a una mujer.

—Sin embargo, te pido encarecidamente que no te involucres más de lo que ya lo has hecho, porque él cree que tú estás detrás de todo esto. No quiero que salgas perjudicado por mi situación.

—No te preocupes por mí, Rayla— dijo mientras sostenía una de sus manos entre las suyas. —Sé cómo defenderme y nadie puede hacerme daño. En cuanto a ti, quiero disculparme por haberte pedido que hablaras con él. Lamento que hayas tenido que pasar por un momento tan difícil por mi culpa, y te prometo que no volverá a suceder. Reconozco que estaba equivocado y me arrepiento sinceramente de haberte puesto esas ideas en la cabeza. Te prometo que me aseguraré de compensarlo.

—Ahora, te pido que te mantengas alejada de Michael. Permíteme enfrentar esta situación por ti y asumir tus cargas para que tu vida sea más fácil. Por último, necesito que mantengamos el contacto. ¿Me lo prometes?

—Te lo prometo— respondió Rayla, sintiéndose más tranquila. Hablar con Charles y saber que estaba de su lado le brindaba un gran alivio.




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