Alejandra Pizarnik 》”Y yo moriría mil veces por recibir amor sin pedirlo”
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Rayla llegó a su hogar acompañada por Charles, quien amablemente se ofreció a llevarla, ya que su automóvil había dejado de funcionar esa mañana. Durante el trayecto, ambos disfrutaron de una conversación amena, fortaleciendo su relación y amistad. Ellos tenían la costumbre de hablar durante horas y mantener la llamada activa hasta quedarse dormidos todos las noches.
Rayla también había integrado a su hija en esta amistad, lo que resultó en una buena conexión entre ellos y le brindó a Rayla una sensación de mayor comodidad y relajación.
Al llegar, Charles se bajó de su auto para abrir la puerta del copiloto a Rayla. La acompañó hasta la entrada de su casa, donde fueron interceptados por un mensajero.
—¿Es usted la señora Rayla? —preguntó un hombre de traje, con una apariencia amable.
—¿Y usted quién es? —interrumpió Charles, colocándose frente a Rayla de manera protectora, ya que desconfiaba de la presencia del desconocido.
—Lamento no haberme presentado antes. Soy Norman, abogado del abogado Córdoba. He venido a entregar formalmente este sobre.
Rayla, al darse cuenta de que el hombre solo había sido enviado para entregar el sobre y notando su actitud calmada y sin malicia, respondió con cortesía: —Soy la persona que busca, mi nombre es Rayla —dijo mientras extendía una mano para recibir el sobre.
— En ese caso, mi labor aquí ha concluido. Les deseo un excelente resto del día.
— Gracias — se despidió Rayla mientras observaba alejarse a la persona.
— Es extraño — comentó Charlesaun con una actitud de desconfianza. - No sabía que tenías una cita con algún abogado. ¿Todo está bien? ¿No enfrentas algún problema legal, verdad?
— No, en realidad, esto también me resulta extraño, ya que no he tenido comunicación con ningún abogado - respondió, frunciendo el ceño mientras abría el sobre con curiosidad.
— ¿No prefieres entrar primero a tu casa y revisar el contenido del sobre con calma? Sería mejor que lo leas en la privacidad y comodidad de tu hogar.
— Tienes razón — dijo, abriendo la puerta de su casa y entrando.
Charles se encontraba de pie en la puerta, indeciso sobre si Rayla deseaba que entrara a su casa o si prefería estar sola para leer el documento que tenía en manos. Ella no le había dado ninguna indicación; simplemente había entrado, absorta en el contenido del sobre, dejándolo a él en el umbral. Rayla estaba tan concentrada en descubrir lo que contenía el sobre que no se percató de la presencia de Charles hasta que él habló desde la puerta.
—Disculpa, sé que estás muy ocupada y no quería interrumpirte. Solo quería despedirme. Si necesitas algo, no dudes en escribirme o llamarme, ¿de acuerdo?
Rayla se sintió avergonzada al verlo allí, parado en la puerta. Se llevó la mano al rostro, sonrojándose mientras lo miraba con pena, ya que era la primera vez que Charles visitaba su casa y ella no lo había invitado a pasar de manera adecuada.
— Charles, oh Dios, lo siento mucho, pensé que me habías seguido adentro y ahí estás parado en la puerta. No quise dejarte ahí, ¿dónde están mis modales? ¡Entra, esta es mi casa! Siéntate cómodo. Ven, déjame servirte un poco de limonada.
Rayla se sentía súper mal por cómo había actuado, porque sabía que Charles merecía un mejor trato. Él siempre había sido un gran amigo y un tipo increíble en quien podía confiar. No podía negar que su compañía la hacía sentir segura y querida.
Mientras ambos estaban sentados en el sofá, Rayla tomó la carta que contenía el sobre y comenzó a leer su contenido en voz alta para que Charles pudiera entender de qué se trataba. Al finalizar, dejó caer la carta y cerró los ojos, conteniendo las lágrimas.
Charles, al escuchar todo, maldecía en su mente a Michael una y otra vez por el dolor y las molestias que había causado a Rayla.
—No puedo creerlo, esto no está sucediendo, es imposible— exclamó al terminar de leer. Rayla, incrédula, no había imaginado que él se enteraría de la verdad sobre la niña, ya que pensaba que la señora Rose no lo permitiría. Sin embargo, se había equivocado; tal como la señora Rose le había advertido, así sucedió. Él estaba reclamando la custodia total de su hija y le prohibían salir del país hasta que se resolviera el juicio.
》Todo esto debe ser porque me atreví a ir a su oficina ese día. Tal vez por eso la señora Rose dejó que él supiera la verdad, y ahora esto es su venganza - dijo con voz temblorosa.
Al escucharla, Charles se sintió mal, porque no le había contado que él había agredido a Michael como advertencia. No pensó que se atrevería a atacar a Rayla de nuevo, pero se dio cuenta de que estaba equivocado; estaba haciendo todo lo posible para hacerle la vida imposible a Rayla.
—No te preocupes, Rayla, te prometo que voy a buscar a los mejores abogados para que ganes este caso. Michael no podrá quitarte a tu hija, no importa lo que haga, ni siquiera si intenta prohibirte salir del país como lo ha hecho. No va a ganar — se sentía culpable por todo y haría lo que fuera necesario para darle la tranquilidad que Rayla se merece.
Rayla miró a Charles con los ojos enrojecidos y una expresión de agotamiento, atormentada por la incertidumbre de su futuro.
—¿Me lo prometes? —preguntó, sosteniendo las manos de Charles entre las suyas en busca de consuelo.
—Si tengo que mover cielo y tierra para que eso suceda, créeme, lo haré. No quiero verte estresada y angustiada mientras ellos viven felices creyendo que te han destrozado. Confía en mí, no hay nada que no haría por ti. Ahora, llama a Violet y ponla al tanto de lo que está sucediendo.
—No quisiera preocuparla con esto. Ella está muy enfocada en sus estudios y preferiría que no supiera lo que está pasando —respondió, convencida de que esa era la mejor opción.
—Si crees que es lo mejor, hazlo. Eres su madre y sabes lo que es mejor para ella; eso no está en duda.