Ella no esperaba que Charles accediera a quedarse un poco más y disfrutar de su comida, sintiéndose algo nerviosa mientras se dirigía a la cocina, con él siguiéndola de cerca.
Charles se acomodó en un área de la cocina, quedando sorprendentemente cerca de ella. Esto, por supuesto, aumentó la tensión en Rayla, pero sabía cómo mantener la compostura y actuar como si su proximidad no le afectara.
—Déjame ayudarte con los vegetales —ofreció Charles, colocando su mano sobre la de ella mientras sostenía un cuchillo con la otra, sus miradas encontrándose en un momento de conexión.
—Por supuesto, señor Charles —respondió Rayla con un toque de coquetería, mordiendo su labio mientras su rostro reflejaba una mezcla de picardía y emoción.
Charles disfrutó de un momento de reflexión antes de desviar la mirada y enfocarse en picar los vegetales. Tras unos segundos de silencio, interrumpido únicamente por el sonido de los utensilios en la cocina, decidió compartir algo personal.
—Mi infancia fue un poco complicada —comentó, rompiendo el silencio y captando la atención de Rayla, quien estaba amasando la harina de maíz.
—Mis familiares siempre han sido muy protectores y controladores, pero a pesar de eso, nunca me había sentido realmente en casa hasta ahora —agregó, dirigiendo su mirada hacia Rayla, quien lo escuchaba con interés.
— Quizás en mi vida nunca he tenido una relación seria. Siempre intenté evitar cualquier tipo de vínculo con mujeres, ya que así crecí. Mi padre me enseñó que las mujeres pueden desviar a los hombres de su camino y que buscan atraparnos en sus redes.
— Un hombre con pensamientos arcaicos — comentó Rayla mientras continuaba amasando la masa.
— Te comparto esto porque nunca me había sentido tan cómodo en mi vida. Tal vez nunca imaginé disfrutar de cosas tan simples, pero a la vez tan complejas, ya que las situaciones rara vez salen como uno espera. Te confieso que nunca pensé que podría sentirme atraído por una mujer, y mucho menos por una que haya estado con un amigo. A pesar de que no quería abordar ese tema, no puedo negar la química que siento entre nosotros, aunque tal vez solo yo lo perciba.
— ¿Qué intentas comunicar, Charles?
— Lo que quiero expresar, Rayla, es que no sientes esta conexión entre nosotros, ese deseo que crece hasta el punto de volverse incontrolable, donde la pasión se apodera de nosotros. ¿No sientes esa energía eléctrica cada vez que estamos cerca, haciendo que todo lo demás pase a un segundo plano? O quizás soy yo quien está tan atrapado en mis sentimientos por ti que no puedo ver con claridad, y no me doy cuenta de que soy el único que fantasea con acariciar tu cabello — dijo mientras acariciaba suavemente el cuero cabelludo de Rayla.
— Dime que no anhelas sentir mis labios contra los tuyos, que no deseas mis besos recorriendo tu cuello y mis manos abrazándote con fuerza mientras nos entregamos a la pasión — susurró cerca de su rostro, sintiendo cómo su mirada se encendía por la audacia del momento, ambos completamente absortos en la cercanía y olvidando por completo los preparativos de la cena.
—¿Crees que si no lo deseara te habría pedido que te quedaras un rato más esta noche? — dijo con una voz ansiosa, sus labios entreabiertos, esperando que Charles diera el primer paso.
Charles colocó una mano en la cadera de Rayla, atrayéndola más hacia él. —Siente todo lo que provocas en mí, Rayla— murmuró mientras su cuerpo rozaba la tensión entre sus pantalones.
—Dime que lo deseas y lo consideraré, Rayla— susurró cerca de su oído con voz grave, dejando una suave mordida en su cuello que hizo que Rayla temblara bajo su toque y soltara un suspiro entrecortado.
—¿Qué esperas para hacerlo, Charles? — respondió, con la voz entrecortada.
—Todo bien— respondió Charles, dejando un suave beso en la mejilla de Rayla antes de soltarla. Este gesto sorprendió a Rayla, quien había anticipado un beso más apasionado. Su expresión reflejó una mezcla de sorpresa y confusión.
—No te preocupes, te complaceré. Solo me gustaría terminar de preparar la cena, llenar nuestros estómagos y luego pasar al postre— dijo, mirándola con una sonrisa traviesa.
—Bueno, ¡manos a la obra! — respondió Rayla, devolviéndole la sonrisa.
Ambos se dirigieron a la cocina, donde prepararon la cena entre risas, toques sutiles y bromas, disfrutando de un ambiente armonioso hasta que llegó el momento de sentarse a comer.
—Debo decir que hacía tiempo que no disfrutaba de una comida casera, y mucho menos de una preparada por alguien con tu talento— comentó Charles, elogiándola.
—Gracias, pero debo reconocer que conté con la ayuda de un asistente muy hábil en la cocina— respondió Rayla, provocando risas entre ambos.
La expresión de Rayla reflejaba la tranquilidad que sentía en compañía de Charles; parecía que, al estar a su lado, sus preocupaciones se desvanecían. Él era su refugio en medio de la tormenta.
—Déjame ayudarte a recoger la mesa— se ofreció Charles rápidamente al notar que Rayla se disponía a llevarse los platos.
—Es lo menos que puedo hacer para agradecerte por tu hospitalidad— respondió ella.
Rayla no se opuso y, de hecho, se ofreció a ayudarle. Ambos se dirigieron a la cocina en un ambiente de cómoda complicidad. Charles aprovechó el momento, acercándose a ella por detrás y rodeándola con su brazo en la cintura, mientras inhalaba el aroma de su cabello.
—¿Qué te parece si pasamos al postre? —sugirió Charles, con la clara intención de continuar lo que habían comenzado.
—¿Y si prefiero disfrutar del postre aquí mismo en la cocina? —respondió ella, girando su rostro hacia él y encontrándose a escasa distancia. Esta fue la invitación perfecta para Charles, quien no dudó en acercarse y capturar sus labios, mientras una de sus manos se posaba en su cuello, manteniéndola en esa cercanía.
—No sabes cuántas veces he deseado esto —susurró Charles, sus labios aún rozando los de Rayla.