Cuando la señora Rose recibió una llamada informándole que su hijo había sido detenido por la policía, su mandíbula se tensó y su mano se aferró al teléfono móvil, mientras su hijo, a través de la misma línea, solicitaba su ayuda para resolver la situación. De inmediato, se dirigió en busca de su esposo.
—Tu hijo me acaba de llamar; se encuentra detenido en una de las comisarías, tratado como un vulgar delincuente. Me parece repugnante que nuestro hijo sea sometido a tal trato. Debemos contactar a nuestro abogado y sacarlo de allí.
—¿En qué problema se ha metido ahora? —preguntó el señor Rose con serenidad mientras encendía un cigarro.
—Él no me proporcionó explicaciones sobre la situación, probablemente porque estaba bajo custodia policial, pero eso no es lo relevante en este momento. Necesitamos irnos de inmediato —respondió ella con furia, arrebatándole el cigarro de la boca y arrojándolo al suelo, donde lo pisoteó.
—Como puede observar, la situación es completamente su responsabilidad; usted es el problema en este hogar. Su comportamiento ha influido en su hijo, quien ha adoptado los mismos problemas de ira que usted presenta. Le insto a que se ocupe de una de las numerosas situaciones que él ha creado y que usted ha encubierto. Ahora, le solicito que abandone mi oficina y no regrese sin mi autorización— exclamó con evidente frustración hacia la mujer. Ella era consciente de cómo cruzar los límites y hacerle perder el control, un patrón que había contribuido a la falta de durabilidad en su matrimonio, tal como él había anticipado.
La señora Rose, lanzando una última mirada de desdén, abandonó el lugar con un portazo que resonó en toda la oficina. Sin embargo, la respuesta de su supuesto esposo no la detuvo; de inmediato buscó a su abogado de confianza, quien los había asistido en numerosas ocasiones, convencida de que esta situación no sería diferente.
— Buenas noches, señor Castillo. Necesito que nos reunamos en esta dirección — indicó, mientras le enviaba la ubicación, con un tono autoritario que no dejaba lugar a preguntas, exigiendo a la persona al otro lado de la línea.
— ¿Podría indicarme en qué puedo asistirle hoy, para poder prepararme adecuadamente? — respondió Castillo, mientras dirigía una mirada fatigada a su esposa, quien se encontraba sentada a la mesa disfrutando de la cena y simplemente negaba con la cabeza.
— Realmente no tengo información sobre el asunto, por lo que no puedo proporcionarle más detalles. Estoy en camino, así que nos veremos allí — manifestó, colgando la llamada sin darle oportunidad de responder.
La señora Rose finalmente llegó al lugar donde se encontraba Michael. Con un aire de superioridad y grandeza, se dirigió a un joven para preguntarle dónde estaba su hijo.
— El señor Michael Rose se encuentra detenido en la celda 5, madame — respondió él con respeto.
— ¿En una celda sucia? ¿Sabe usted a quién está ofendiendo? La falta de respeto y la escasa conciencia que demuestran son inaceptables. Exijo la liberación de mi hijo de inmediato, de lo contrario, enfrentarán las consecuencias.
— Es un delito, señora, amenazar a un oficial de policía; usted podría ser arrestada por ello — expresó el joven, visiblemente molesto por la actitud exigente e irrespetuosa que la señora Rose estaba mostrando.
— No me importa en absoluto; nadie tocará a mi familia, y mucho menos la encerrará en una celda. Deseo hablar con el líder de este establecimiento; no voy a seguir perdiendo mi tiempo con trivialidades si mi hijo no ha cometido ninguna falta.
— Señora, su hijo ha sido detenido por un delito de agresión hacia un civil, y según lo que se ha informado, se le impondrán varios años de prisión. Por lo tanto, independientemente de su situación familiar, la ley se aplica a todos, —expresó de manera burlona ante la señora Rose. Ella estaba a punto de gritarle y amenazarlo, pero el superior a cargo hizo su aparición.
— Puede acompañarme a mi oficina, señora Rose —comentó aquel hombre con una voz persuasiva, pero con un porte autoritario.
Al reconocer a la persona que se había presentado, ella le lanzó una última mirada al joven mientras seguía al nuevo interlocutor.
— Ha pasado mucho tiempo desde nuestra última reunión, comandante Marlo—dijo ella mientras se disponía a tomar asiento .
—Eso debería decirlo yo. Pensé que los problemas de juventud habían quedado atrás y que no volvería a verte en estos lugares. Por suerte para ti, he sido trasladado a este departamento, Claudia.
—Como bien sabes, los problemas son interminables. Sin embargo, al verte aquí hoy, me siento considerablemente más confiada. Estoy segura de que estoy en buenas manos— comentó con un tono coqueto.
—Así es, pero debo señalar que las circunstancias han cambiado; todo se ha vuelto más complejo en lo que respecta a la ocultación de ciertas informaciones o la eliminación de registros del sistema. Has observado cómo ese joven tuvo la audacia de contradecirte; esto se debe a que representan una nueva generación. No comprenden cómo operan los sistemas tradicionales, lo que complica aún más la situación— respondió mientras entrelazaba sus manos y la miraba fijamente a los ojos.
—En lo que respecta al dinero, no es un problema; puedo ofrecerte el doble— afirmó ella, consciente de a qué se refería, aunque el dinero era lo de menos en comparación con la reputación de su hijo.
—Sí, tengo una solución que permitirá que todo esto desaparezca del sistema. Puedes estar tranquila al respecto— expresó mientras esbozaba una sonrisa.
—Perfecto, mi abogado seguramente vendrá por aquí para asegurarse de que todo esté en orden— concluyó ella.