Lucy, quien había estado en el pueblo más cercano en busca de un afrodisíaco que le ayudara durante los tres días en que los inquilinos estarían presentes, tenía la intención de añadirlo a la bebida de Michael. Aunque completar su objetivo podría no ser una tarea sencilla, el primer paso ya había sido dado.
Mientras se encontraba en el automóvil en dirección a la residencia, revisaba su calendario para determinar si sería fértil durante esas tres noches. Para su fortuna, las probabilidades de quedar embarazada eran elevadas. Sintiendo una inmensa felicidad y relajación, se dispuso a disfrutar de la soledad del trayecto, sin la molestia de ser interrumpida y sin la necesidad de fingir ser la persona más amable y bondadosa del mundo.
Desde el momento en que ella ingresó a la residencia, pudo percibir un ambiente tenso; no se escuchaba ningún tipo de ruido y no había presencia de personas en la casa. Sintiendo una extraña inquietud y avanzando con la mayor cautela posible, decidió dirigirse a la habitación de Violet para investigar lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, en ese instante, la puerta de la habitación se abrió, revelando a un Michael visiblemente enojado.
Su corazón experimentó un sobresalto y, de manera instintiva, afianzó su mano en su bolso, protegiéndolo a toda costa, ya que en su interior guardaba un recurso valioso, la ventaja que le permitiría vivir con comodidad sin la necesidad de trabajar arduamente cada día.
—¿Dónde has estado? ¿Quién te otorgó el permiso para salir de este lugar sin mi consentimiento? ¿Acaso te has creído con el derecho de ir a donde desees sin consultarme y dejando sola a Violet? —preguntó con voz airada, mientras sujetaba el rostro de Lucy con fuerza y sin compasión.
Lucy, quien sentía el dolor de su agarre en los pómulos, logró zafarse y caminó apresuradamente hacia el interior de la habitación, sentándose al pie de la cabecera de su cama. Con un movimiento, colocó su bolso detrás de sus piernas, adoptando una actitud de víctima.
—Lo siento, no fue mi intención dejar a Violet sola, sentía que me iba a asfixiar aquí dentro, mi claustrofobia ha estado en su punto más alto estos días, añadiéndole que los nuevos inquilinos querían hacerme cargar todos sus equipajes y yo no pude aguantar más —dijo sollozando con una mano en su pecho— Caminé un buen rato y luego tomé un Uber para poder aclarar mi mente en otro lado, pero regresé, estoy aquí y me siento mucho mejor ahora. No hay nada de qué preocuparse.
—Debiste aguantarte, me importa una mierda lo mal que te sentías, por tu culpa Violet tuvo que cargar el equipaje y si yo no me percataba, ella pudo haberse lastimado. Y sabes qué? Es toda tu puta culpa, tú debiste hacer ese trabajo, tú debiste cargar todo el equipaje como se te ordenó porque para eso es que sirves, para eso te pagamos, para eso estás en este maldito viaje. Maldita inservible —gritó furioso.
Michael se encontraba profundamente molesto con su familia, y sentía la necesidad de expresar su dolor y frustración a alguien; en ese momento, Lucy estaba presente, escuchándolo gritar. Michael experimentaba una gran frustración, ya que lo único que parecía interesar a sus padres era la empresa, el dinero y la acumulación de riqueza. A pesar de todo el esfuerzo y tiempo que había dedicado para mantenerlos contentos y ser el hijo ideal, ellos no lo reconocían. Una vez más, intentaban imponerle responsabilidades en la empresa, mientras él anhelaba disfrutar de aquellas semanas fuera del trabajo y de la monotonía. Sin embargo, no lograba encontrar la paz, ya que, en lugar de ello, sus padres organizaban reuniones por videollamada y enviaban a su hermano para tratar de perturbar su tranquilidad.
—Yo, yo prometo no volver a hacerlo, te doy mi palabra, cumpliré con mi rol —murmuró entre dientes, intentando apaciguar la ira de Michael y recuperar su confianza para poder llevar a cabo su plan más tarde.
—Más te vale, porque si vuelves a cometer otra imprudencia como esta, te enviaré de regreso.
—Entiendo, ¿dónde se encuentra Violet? Me gustaría disculparme con ella — intentó utilizar a Violet como una excusa para eludir la ira de él.
—No te preocupes, ella ha salido con mi hermano al centro comercial como una forma de disculpa por haberla hecho cargar su equipaje. Ellos pasarán la tarde allí, mientras que tú, no deseo verte el resto del día. No me molestes, quiero descansar.
—No hay problema. Si lo deseas, puedo traerte un trago para que te relajes más rápidamente. Solo eso y me desapareceré por el resto del día. ¿Te lo traigo? — preguntó, sosteniendo su bolso entre las manos, pensando que su plan podría comenzar antes de lo previsto.
—Adelante, pero quiero whisky, como lo hacían en tiempos pasados, con un poco de humo. ¿Sabes cómo hacerlo de manera ahumada? — dijo, intentando complicarle la tarea.
—Déjamelo a mí y experimentarás la gloria— comentó, guiñando un ojo antes de salir de la habitación con su bolso en mano. —Pronto te darás cuenta, Michael, de que soy más que una simple sirvienta para ti, y te arrepentirás—murmuró para sí misma con una mirada maliciosa mientras tomaba un vaso de trago corto, añadiendo dos cubos de hielo y whisky. Con precisión, incorporó tres gotas del afrodisíaco, cubriendo la mezcla con un ahumador y añadiendo varios trozos de madera y quemarlo para impartir un toque ahumado al whisky, creando así una experiencia única.
Para Lucy, este tipo de bebida era la mejor opción, ya que el sabor del afrodisíaco se volvía difícil de detectar. No siendo la primera vez que realizaba esta preparación, decidió añadir solo una pequeña cantidad para que el efecto no se manifestara de inmediato. Su intención era administrarlo en pequeñas dosis hasta que él no pudiera resistir y fuera él quien la buscara. Ella lo esperaría complacientemente, observando cómo caía en su trampa.
—¿Qué opinas? ¿He superado tus expectativas o mis habilidades no son lo tuyo?