— A mí me complace verte feliz, con una amplia sonrisa en tus labios, reminiscentes de tu infancia, cuando te maravillabas incluso ante la visión de una pequeña oruga. Por esta razón, siempre he procurado hacerte feliz, brindándote todo lo que desees alcanzar en la vida, con el fin de verte radiante y perpetuamente sonriente - comentó Rayla, mientras la tomaba por los hombros y apoyaba su cabeza sobre la de ella.
Ante la mención de su madre sobre su deseo de hacerla feliz, Violet consideró que era un momento propicio para plantearle la idea de no regresar a Brasil. — Creo que hay un pequeño asunto más que me haría completamente feliz — expresó, mientras se liberaba del abrazo de su madre y, con pasos cautelosos, comenzó a tocar los cuadros dispuestos en las paredes, evitando así el contacto visual con su madre.
— Estoy completamente atenta a tus palabras. Sabes que todo lo que he hecho es por ti, con el propósito de que te sientas cómoda y segura, y para que puedas alcanzar todos tus sueños y anhelos. Comunícamelo, y haré que sea posible.
—Observa esta amplia habitación, la cual es ideal para cualquier persona y, en particular, para mí. Sin embargo, falta algo, y ese algo soy yo —expresó de repente, estableciendo contacto visual con su madre.
—¿Qué quieres decir? Si hay algo que no te agrada de la habitación, simplemente házmelo saber y lo modificaré a tu gusto. Al final, la habitación es completamente tuya. Estoy aquí para escucharte, Violet —respondió Rayla, fingiendo no entender, aunque era plenamente consciente de lo que su hija intentaba comunicarle.
—Lo que quiero expresar es que, a pesar de contar con esta magnífica habitación, no la disfrutaré como debería. Es mía, pero no la utilizaré a diario si regreso a Brasil, lo cual resulta ilógico considerando el esfuerzo que has invertido en algo que solo será utilizado unos pocos días al año.
— Bien, tienes algunos fines de semana de festividades en el calendario escolar, además de que se aproximan nuevas vacaciones, lo que te permitirá viajar nuevamente para visitarme. Sin embargo, es imperativo que regreses y completes tus estudios allí, tal como tanto has anhelado, ¿no es así?
—No deseo regresar, no deseo —respondió, elevando la voz, sintiéndose incomprendida y frustrada. Pensó que su madre realmente la extrañaba y anhelaba vivir con ella—. Lo único que deseo es finalizar mi educación preparatoria, viajar por este país y luego recorrer el mundo entero. Ya no quiero estudiar medicina; siento que eso consumirá toda mi vida y yo deseo disfrutar de mi existencia al máximo.
—¿Qué hay de tu aspiración de convertirte en neurocirujana? ¿Vas a desperdiciar todos los esfuerzos que hemos realizado a lo largo de estos años solo por el deseo de viajar por el mundo? Eso carece de sentido.
—No me comprendes; ni siquiera has intentado ponerte en mi lugar para entenderme. Ya no deseo ir a Brasil; quiero quedarme aquí contigo y con mi padre, y conocerlo mucho más. Ya no quiero estar lejos de ustedes.
— Entiendo y comprendo plenamente su situación. Estaría dispuesto a darlo todo para que estuviera aquí conmigo; sin embargo, en ocasiones es necesario realizar sacrificios para alcanzar nuestras metas en la vida. Mi único deseo es lo mejor para usted. He hecho todo lo posible para que pueda estudiar en la institución de su elección, razón por la cual la envié a Brasil y tomé un préstamo para cubrir todos los gastos relacionados con su educación. No considero justo que, de repente, cambie de opinión y dé por sentado todo lo que se ha invertido en este proceso.
—No, dudo mucho que realmente desee que esté aquí; parece que solo desea apartarme del camino para estar a solas con Charles, por lo que desea enviarme nuevamente. Además, con el dinero que ahora presume por estar en una relación con él, no creo que le importe lo que se ha gastado si ahora tiene recursos en abundancia. Yo tengo claro cuál es la verdadera razón: no me desea en su vida en absoluto. Por eso, mi padre está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para que yo pueda estudiar aquí —expresó con evidente malestar.
Rayla intentó acercarse a Violet con la intención de calmarla y abrazarla, ya que le partía el corazón observarla tan afligida. Sin embargo, Violet la empujó de los hombros y salió de la habitación, manifestando su descontento con rabietas.
Charles había permanecido detrás de la puerta desde el momento en que escuchó a Violet expresar su deseo de no regresar a Brasil. Decidió no intervenir para no interrumpir la conversación entre madre e hija, además de ser consciente de que Violet lo detestaba profundamente. Justo cuando estaba a punto de darse la vuelta, la puerta se abrió de golpe y Violet salió apresuradamente, limpiándose lo que parecían ser lágrimas mientras murmuraba entre dientes.
Lo que alertó a Charles fue el agudo quejido que Rayla había emitido. Inmediatamente, ingresó a la habitación y observó cómo Rayla intentaba sostenerse de la pared mientras se agarraba el estómago.
—¿Qué sucede? —preguntó con preocupación mientras la tomaba entre sus brazos, dispuesto a llevarla a urgencias, ya que la expresión de dolor que Rayla mostraba indicaba que algo grave estaba ocurriendo.
—Me resbalé un poco al intentar seguir a Violet, pero estoy bien; solo deseo ir a mi cama y comer esa comida especial de la que me hablabas —respondió, tratando de disimular el dolor para no preocuparlo más. Por ello, había optado por mentir, sin mencionar que su hija la había empujado y que ella había caído de espaldas contra la pared.
Charles no añadió nada, pues había escuchado toda la discusión y consideraba que dicha situación había afectado a Rayla en gran medida. Pensaba que hablar sobre este tema podría generarle un mayor estrés, aunque eso no significaba que no debiera confrontar a Violet.
Charles había dejado a Violet sobre la cama y se había dirigido a calentar la sopa de pescado para Rayla. Sin embargo, al visualizar a Violet en el patio trasero, sentada en uno de los columpios, llorando y conversando con alguien por teléfono, sintió la necesidad de averiguar el contenido de su conversación. Por ello, abrió ligeramente la ventana de la cocina, y, para su sorpresa, el tono de voz de Violet era bastante elevado.