En Busca De Lo Perdido

Nube negra

Charles, quien había estado desempeñando sus labores, fue notificado por Rayla de que saldría con su hija ese día. Ella le aseguró que tendría el máximo cuidado y que evitaría cualquier movimiento brusco que pudiera poner en riesgo al bebé. Ante esta información, él mantuvo la calma, pero le dejó un mensaje en el que le solicitaba que le informara a qué hora llegaría a casa, de modo que pudiera retirarse del trabajo y recibirla en la puerta de su hogar.

Rayla, a su vez, le comunicó el horario de su llegada. Por esta razón, Charles se retiró del trabajo con antelación y se dirigió a su residencia, ansioso por recibir a su futura esposa y asegurarse de que ella estuviera completamente segura y, sobre todo, que hubiera disfrutado de su salida.

Desde la distancia, Charles pudo avistar el automóvil de Rayla a través de la ventana de la sala. A medida que se acercaba, pudo escuchar el sonido de la música que emanaba del vehículo, así como el reflejo de la gran sonrisa y alegría que ambas traían consigo. Este momento fue un alivio para él, ya que tantas emociones negativas definitivamente no le hacían bien.

Al observar el automóvil de Rayla estacionarse y a las dos mujeres descender del vehículo, él se apresuró a abrir la puerta de la casa con el fin de ofrecer un cálido recibimiento. Sin embargo, notó cómo la expresión de Violet se transformó de una mirada amistosa hacia su madre a una actitud de descontento dirigida hacia Charles.

Charles no comprendía la razón detrás de este drástico cambio en la actitud de Violet hacia él; era como si una nube oscura se cerniera sobre su cabeza, expandiéndose a su alrededor y llenando el ambiente de negatividad.

—Deseo mi respuesta ahora— se escuchó la voz de Violet mientras ingresaba a la casa y se detenía en el centro de la sala con una actitud desafiante.

Charles, visiblemente confundido, no sabía qué estaba ocurriendo, y su rostro reflejaba su desconcierto.

—Creí que no deseabas la respuesta en este momento; tenía la intención de preparar uno de tus platillos favoritos esta noche y ofrecerte mi respuesta— comentó Rayla con un tono suave y afectuoso, intentando calmar la irritación de su hija.

— No, la deseo en este momento. En este instante, deseo comprobar si su respuesta está influenciada por este hombre; quiero escucharla de inmediato — declaró, exigiendo una respuesta.

— Mi respuesta ha permanecido inalterada desde el primer momento en que la formulaste. No ha cambiado, independientemente de la presencia de mi prometido; eso no altera la situación ni modificará el hecho de que me otorgues más tiempo o que ejerzas presión, como lo estás haciendo en este momento. Mi respuesta es un no; mi empresa no colaborará con la empresa de tu padre, ni ahora, ni en el futuro, ni en ningún momento — expresó, sin vacilar, visiblemente molesta por la actitud repentina que Violet había adoptado.

La negativa de su madre hacia Violet había destrozado su corazón; las lágrimas brotaban de sus ojos y sus labios temblaban, abrumados por la desilusión de descubrir que su madre era egoísta y carente de compasión.

—Mi padre tenía razón; durante todo este tiempo, no me mostraste la persona que realmente eres: una mujer carente de amor y de alma. Te ofreces al mejor postor, sin preocuparte por mi felicidad, y no comprendo por qué decidiste tenerme si solo lo hiciste para causar daño a mi padre. Conozco la verdadera naturaleza de la situación; sé cómo me mentiste y distorsionaste toda la historia en tu beneficio. Eres una impostora, intentando alejarme de mi padre únicamente para verlo sufrir. No deseo volver a verte jamás; no permaneceré ni un día más en esta casa. Mi padre vendrá por mí; aunque me queden tres días aquí, no quiero estar ni un segundo más, y puedes olvidar que tuviste una hija. Aunque, en realidad, parece que no te importa, ya que pronto tendrás otro. — expresó con voz quebrantada mientras corría hacia su habitación y cerraba la puerta de un golpe.

Charles se encontraba atónito ante las palabras tan duras y despiadadas que Violet había dirigido a su madre. Experimentaba un profundo deseo de reprenderla y exigirle que se callara, así como de instarla a no dirigirse a su madre de tal manera; sin embargo, comprendía que no era su papel ni le correspondía intervenir. Al observarla marcharse, centró toda su atención en Rayla, en busca de una respuesta, ya que no tenía idea de lo que estaba ocurriendo. No obstante, se vio impedido de formular su pregunta, pues la mirada de Rayla reflejaba una profunda pérdida. Su mano se encontraba sobre su pecho mientras las lágrimas caían silenciosamente por sus mejillas.

—Rayla, querida, vamos a sentarnos. Permíteme traerte un jugo de naranja. Por favor, dime algo, amor —dijo, tomando la mano que Rayla tenía en su pecho y sosteniéndola entre las suyas en un intento de ofrecer consuelo. Sin embargo, su esfuerzo resultó infructuoso, ya que la amargura danzaba en el rostro de su amada, y sus ojos parecían vacíos, como si algo fundamental hubiera sido arrancado de su alma y de su ser.

—Rayla, ven, toma asiento —dijo, guiándola suavemente hacia el mueble más cercano.

Las lágrimas no cesaban y su llanto era silencioso. Esta situación estaba afectando profundamente a Charles, quien detestaba verla llorar, y todo esto no les beneficiaba en absoluto.

—Si lo deseas, puedo hablar con ella y ponerla en su lugar. Debe comprender que es una falta de respeto dirigirse de esa manera hacia su madre. Solo indícalo y procederé de inmediato a darle la reprimenda que merece.

—No —murmuró, secándose las lágrimas de su rostro—. Déjala ser; ella aprenderá que no todo es color de rosa. Si desea irse, la dejaré; si no quiere volver a verme, también lo permitiré. Y si prefiere quedarse a vivir con su padre, que así sea. No continuaré nadando contra la corriente —dijo, tomando la mano de Charles entre las suyas.

Violet se presentó ante ellos con su maleta en mano, avanzando hacia la salida con la cabeza erguida y sin pronunciar una sola palabra. Había contactado a su padre, quien, sin duda, había enviado rápidamente a alguien para que la recogiera y la llevara a la casa de sus progenitores, donde permanecería hasta que él concluyera su jornada laboral.




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