Les imploro que no lean estos últimos capítulos sin escuchar música melancólica. Les recomiendo escuchar la canción “Lovely”. Si no lo hacen, no sentirán la misma emoción que he querido transmitir. Se los ruego.
El peso que llevaba sobre sus hombros no se había aligerado, a pesar de haber conversado con su madre. No obtuvo las respuestas que buscaba y no se sintió como había esperado, sin embargo, logró abrir los ojos y ver las cosas con mayor claridad. A partir de esta reflexión, llegó a la conclusión de que no debía repetir los mismos errores que cometió su madre.
Era imperativo que buscara a su hija y, al menos, estableciera una mejor comunicación. Esta vez, no con segundas intenciones, sino con el propósito genuino de formar parte de la vida de su hija y convertirse en un mejor padre.
No obstante, era consciente de que recuperar la confianza de su hija no sería una tarea sencilla, especialmente después de haberla llamado mentirosa y de no haber creído en ella, así como de haberla acusado de conspirar con su madre para hacerle daño. En uno de sus momentos de euforia y ataque de ira, había acudido a la casa de Rayla y había pronunciado palabras hirientes que no debió haber dicho, y en ese instante, pudo ver en su hija una mirada de desprecio y rencor hacia él.
A pesar de que el día se presentaba sólido, Michael se sentía nublado y aturdido. No sabía por dónde comenzar ni cómo entablar una conversación con Violet. No era una persona dada a hablar mucho y temía que Rayla no le permitiera acercarse a su hija, con razones válidas, ya que indudablemente él era una persona inestable. Sin embargo, estaba decidido a cambiar, a romper patrones y a tomar decisiones de manera consciente, no por impulso, sino con la mente clara. Para que esto funcionara, debía dar el primer paso, y ya lo había hecho: había decidido cortar de raíz el problema, que consistía en no mantener ningún tipo de conversación con su madre.
Al llegar a la residencia de Rayla, se encontró con un gran portón que antes no estaba presente. Quizás esa medida se había implementado por su propia culpa, ya que en la última ocasión había llegado y entrado sin el consentimiento de ninguno de ellos, lo que había llevado a la construcción de esa barrera por motivos de seguridad.
— Bien — se dijo a sí mismo al salir de su automóvil, con las manos en los bolsillos, acercándose al portón y tocando el timbre. Sus manos estaban sudorosas y su respiración lo traicionaba; se sentía nervioso, mucho más que cuando iba a visitar a su madre en prisión, aunque en ese momento la ira parecía superar a la ansiedad; el sentimiento era, sin duda, diferente — quizás, avergonzado.
Quien abrió la puerta de la casa fue Charles, quien, con su mirada, intentaba descifrar la razón de su visita a tan tardía hora.
— He venido en son de paz; no tengo la intención de discutir con ninguno de ustedes. Me presento respetuosamente ante ustedes con el deseo de hablar con mi hija, si me conceden el permiso — vociferó, esforzándose por ser escuchado por Charles a pesar de la considerable distancia.
Sin embargo, no hubo respuesta. Charles había entrado de nuevo en la casa sin intercambiar una palabra con él, una acción que lo había tomado por sorpresa. Se sentía profundamente avergonzado, pero sabía que para rectificar sus errores, debía tomar ese camino humillante.
Rayla había sido la persona que salió una segunda vez, llevando en sus brazos a una niña de unos meses, con cabello naranja y piel tan blanca como la nieve, mirándola con desconfianza y sospecha.
Unos minutos más tarde, Charles salió y tomó a la niña en sus brazos, mientras Rayla se acercaba hacia la puerta, Charles la miraba con una mirada amenazante desde el otro extremo.
Rayla se detuvo a una distancia razonable, donde él podía oírla sin tener que garantizar su seguridad.
— Escucha, intenté hablar con Violet para que viniera personalmente y conversara contigo, pero su respuesta fue negativa. Lo que menos deseo es que ella repita el mismo error del pasado y elija a uno de sus padres sobre el otro únicamente por enojo.
— Entiendo y me gustaría lograr que ella me perdone por todo lo que he dicho y hecho, pero también reconozco que aún estamos en medio del proceso de custodia —dijo con un tono algo cabizbajo.
— He decidido cancelar el proceso de custodia; no tengo la intención de privarte de tu derecho como padre. Sin embargo, como madre, también necesito sentirme segura de que mi hija se encuentre bien y, sobre todo, que esté fuera de peligro. Michael, por el momento, deseo que la comprendas y le des su espacio; ella vendrá a ti, me aseguraré de ello. Por ahora, eso es todo; puedes retirarte —dijo, indicándole con la mano hacia su automóvil.
Michael asintió ante su gesto y se dio media vuelta, pero un sentimiento de pesadez lo invadió; quizás culpa o arrepentimiento. Un nudo se formó en su garganta, sintiendo el impulso de expresar algo más.
—Rayla, yo… —dijo con un suspiro, esforzándose por encontrar la fuerza y la voluntad necesarias para continuar.
—¿Aja? —respondió Rayla, mostrando curiosidad por lo que él tenía que comunicar.
—…Lo siento… Lo siento por todo el daño que te causé a ti y a Charles, lamento no haber protegido a Violet y no haber creído en su verdad, y lamento profundamente lo que Sandrine te hizo. Lo digo de corazón. No espero que me perdones, pero deseo que sepas que me siento arrepentido y asumo toda la responsabilidad por mis acciones —expresó, con los ojos humedecidos.
Rayla asintió con solemnidad ante las palabras de su interlocutor y le ofreció una sonrisa antes de darse la vuelta y marcharse. Había dejado atrás todo su pasado; ya no albergaba odio ni resentimiento hacia ninguno de ellos. La vida le había enseñado que existen nuevos comienzos y que aferrarse al pasado podría destruir las segundas oportunidades. Ella había sanado, disfrutaba de una hermosa familia con un hombre que la amaba profundamente y dos hijas por las cuales daría su vida sin dudarlo.
Editado: 23.05.2025