Capítulo 10: Señales del Abismo

El aire estaba impregnado con el olor a ceniza. La selva había vuelto a sumirse en un inquietante silencio tras la desaparición del espectro, pero la sensación de peligro persistía. Azrael seguía con la vista fija en el suelo, donde solo quedaban restos carbonizados de la criatura.

Eryx guardó su daga con expresión tensa.

—Tenemos que movernos.

—¿Y si hay más? —preguntó Azrael, su mente aún tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.

—Lo averiguaremos pronto —respondió el demonio sin mirarlo.

El ángel sintió que una punzada de inquietud recorría su espalda. Desde que llegó a la Tierra, había asumido que el peligro vendría del Cielo o del Abismo, pero no esperaba encontrar algo tan oscuro en este mundo.

Caminaron en silencio por la selva, manteniendo la guardia en alto. Cada sombra parecía alargarse con la tenue luz de la luna, cada sonido en la maleza los hacía tensarse. Azrael podía sentir algo en el aire, una presencia extraña, como si algo invisible los observara.

Después de un rato, llegaron a un claro donde la luz plateada iluminaba la tierra oscura. Allí, sobre la hierba húmeda, encontraron algo que los hizo detenerse en seco.

Marcas.

Trazos oscuros, quemaduras en el suelo, como si un fuego negro hubiera arrasado el lugar sin consumirlo. Azrael se inclinó y tocó una de ellas.

Un escalofrío le recorrió la piel.

—Esto… —susurró—. No es humano.

Eryx observó las marcas con el ceño fruncido.

—No. Es del Abismo.

Azrael levantó la vista con sorpresa.

—Pero… el Abismo está sellado. Dijiste que solo lograste escapar cuando la barrera se abrió.

—Así es —murmuró el demonio, cruzando los brazos—. Pero estas marcas… significan que alguien o algo más logró salir.

El ángel sintió un nudo en el estómago.

—¿Otro demonio?

Eryx negó con la cabeza.

—No. Si fuera un demonio, ya lo habríamos notado. Lo que escapó no es algo que pertenezca a este mundo… ni al infierno.

Azrael tragó saliva.

—Entonces, ¿qué es?

Eryx se quedó en silencio un momento antes de responder:

—Algo peor.

El viento sopló con más fuerza, como si la isla misma reaccionara a aquellas palabras.

Azrael sintió cómo su pulso se aceleraba. Si el Abismo había dejado escapar algo más, significaba que el equilibrio de los mundos estaba en peligro. Y él, un ángel caído sin propósito claro, ahora se encontraba en medio de una amenaza desconocida.

—No podemos ignorarlo —dijo finalmente, poniéndose de pie—. Si algo más escapó… tenemos que encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.

Eryx lo miró por un momento, como si estuviera evaluando su determinación. Finalmente, asintió.

—Entonces será mejor que nos preparemos. Porque si esa cosa ya está aquí… pronto nos encontrará a nosotros.

El fuego del claro seguía ardiendo, iluminando las marcas en el suelo. Como un aviso silencioso de que algo oscuro ya había comenzado.

Y que no se detendría hasta completar su propósito.

Una Revelación Oculta

Eryx dio unos pasos alrededor del claro, inspeccionando las marcas con mayor atención. Se arrodilló sobre la tierra quemada y pasó los dedos sobre una de las grietas.

—Esto no es solo un rastro —murmuró.

Azrael frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

El demonio lo miró con seriedad.

—No son simples marcas. Es un sello incompleto.

El ángel sintió que el aire se volvía más denso a su alrededor.

—¿Un sello?

—Sí. En el Abismo, hay criaturas que no tienen forma física… sombras que devoran la esencia de lo que tocan. Solo pueden manifestarse si un sello las llama.

Azrael sintió un escalofrío.

—Entonces… alguien lo está llamando.

Eryx asintió lentamente.

—Y si no lo detenemos… podría ser demasiado tarde.

El silencio entre ambos se cargó de tensión. Azrael sintió que su viaje acababa de volverse mucho más peligroso de lo que había imaginado.

Sin embargo, en su interior, algo le decía que no podía retroceder.