La bruja los miraba fijamente, con la sombra de una sonrisa en sus labios arrugados. Sus palabras aún resonaban en la mente de Azrael, como un eco persistente:
"Si no la responden a tiempo… puede que no vivan para conocer la respuesta."
Eryx frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—¿Vas a seguir hablando en acertijos o tienes algo concreto que decirnos?
La anciana soltó una risa ronca y seca.
—La verdad siempre está ante ustedes, demonio. Solo necesitan abrir los ojos.
Azrael apretó los dientes.
—Si alguien en esta isla está tratando de completar el sello, tenemos que encontrarlo. Ahora.
La bruja se giró lentamente y tomó un frasco de cristal de uno de los estantes. Su interior contenía un líquido espeso y oscuro que parecía moverse por sí solo.
—Esto los guiará —susurró, extendiéndoselo a Azrael—. Pero cuidado. Una vez que vean la verdad, no podrán volver a cerrarla.
El ángel dudó un instante antes de tomar el frasco. Su interior palpitaba con una energía oscura, pero también con un rastro de algo conocido… algo celestial.
Eryx observó el objeto con recelo.
—¿Qué es esa cosa?
—Un vínculo —dijo la bruja—. Conectará tu esencia con la del Abismo. Te permitirá ver las fisuras en este mundo.
Azrael sintió que el peso del frasco aumentaba en su mano.
—¿Y qué se supone que haga con esto?
La mujer inclinó la cabeza.
—Bébelo.
El demonio soltó una carcajada seca.
—Por supuesto. Porque beber cosas extrañas nunca sale mal.
Azrael no respondió de inmediato. Algo dentro de él le decía que esto era peligroso… pero también que era necesario.
Sin más, destapó el frasco y llevó el líquido a sus labios.
El sabor era amargo, ardiente, como si estuviera tragando fuego líquido. En cuanto la última gota recorrió su garganta, el mundo a su alrededor cambió.
El aire se volvió pesado, las sombras se alargaron, y un murmullo inhumano llenó sus oídos.
"Estás viendo…"
Azrael parpadeó. De repente, la cabaña ya no estaba.
Se encontraba en un paisaje oscuro, distorsionado, donde el cielo era una grieta infinita y el suelo se deshacía bajo sus pies. Frente a él, una figura se erguía en las sombras.
Era alta, de extremidades alargadas y una piel negra como la noche. Su rostro era una máscara sin rasgos, excepto por unos ojos blancos que lo perforaban con su mirada.
"Ángel…"
Azrael sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Quién eres?
"Soy la voz entre mundos. Soy el eco que regresa. Y tú… eres un error."
El ángel sintió que el aire le faltaba.
—¿Qué quieres de este mundo?
La criatura inclinó la cabeza en un gesto antinatural.
"No es lo que yo quiero. Es lo que alguien ya ha elegido."
De repente, las sombras se agitaron y el paisaje se desmoronó.
Azrael cayó de golpe, jadeando, de vuelta en la cabaña. Eryx lo miraba con el ceño fruncido.
—¿Y bien? ¿Qué demonios pasó?
El ángel respiró hondo, tratando de calmar su corazón acelerado.
—Hay algo más… algo que ya ha cruzado la barrera.
Eryx tensó la mandíbula.
—Eso no suena bien.
La bruja sonrió con satisfacción.
—No lo es.
Azrael se puso de pie de un salto.
—Tenemos que encontrar el siguiente sello.
La anciana extendió una mano y señaló la puerta.
—No necesitas buscarlo. Él vendrá a ti.
Antes de que pudiera preguntar qué significaba eso, un rugido ensordecedor sacudió la cabaña.
El suelo tembló, las velas se apagaron de golpe, y el aire se volvió helado.
—¡Muévanse! —gritó Eryx.
Los tres salieron disparados de la cabaña justo a tiempo para ver cómo una enorme grieta negra se abría en la selva. De su interior, una figura emergió lentamente.
Era humanoide, pero su piel era una amalgama de carne y sombras. Sus ojos brillaban con un resplandor carmesí, y su boca se torcía en una sonrisa grotesca.
—Por fin… —susurró con una voz distorsionada—. Qué placer conocerlos.
Azrael sintió que su cuerpo se tensaba.
—¿Quién eres?
La criatura inclinó la cabeza.
—Soy el heraldo.
Eryx desenfundó su daga.
—No me gusta esa palabra.
El ser se rió, un sonido desgarrador.
—Porque significa el principio del fin.
Sin previo aviso, la criatura se lanzó sobre ellos con una velocidad imposible.
Azrael apenas tuvo tiempo de reaccionar. Extendió sus alas y esquivó el ataque por poco, sintiendo la energía oscura rozar su piel.
Eryx, por su parte, se movió con una rapidez igual de impresionante, girando en el aire y clavando su daga en el costado de la criatura.
Pero el heraldo no mostró signos de dolor.
En lugar de eso, atrapó el brazo del demonio y lo arrojó contra un árbol con una fuerza brutal.
Eryx gruñó de dolor al impactar contra la madera.
Azrael apretó los dientes y lanzó una ráfaga de luz celestial.
La explosión iluminó la selva, pero cuando el resplandor desapareció… la criatura seguía ahí.
—Eso no funcionará —susurró el heraldo—. No contra mí.
Azrael sintió un escalofrío.
Eryx se incorporó con dificultad.
—Genial. Ahora dime que tienes un plan.
La criatura dio un paso adelante.
—No se preocupen. No vine a matarlos.
Azrael entrecerró los ojos.
—Entonces, ¿por qué estás aquí?
El heraldo sonrió.
—Porque la puerta ya está abierta.
El corazón del ángel se detuvo por un segundo.
—No…
Eryx maldijo en voz baja.
—No me digas que ya es demasiado tarde.
La criatura extendió sus brazos y la grieta detrás de ella se expandió.
—El Abismo ya ha tocado esta tierra. Y pronto… ustedes también serán parte de él.
Azrael sintió el frío de la desesperación apoderarse de su pecho.
La guerra había comenzado.