“La muerte es un castigo para algunos, para otros es un regalo, y para muchos un favor.”
Séneca.
Paris
-¡Hay que hacer algo rápido!- Grité desesperada al ver que Sam no volvió abrir los ojos.
Sentí una presencia a mis espaldas, que provocó que me volteara rápidamente y al verlo me quedé en shock.
-Hola preciosa, es un placer volver a encontrarte.- Me mantuve estática al escucharlo otra vez, y aun peor fue ver quien se encontraba a sus espaldas.
-Logan...- Su nombre escapó como un susurro lastimero de mis labios. –Tú no, por favor.- Mi voz se rompió y las lágrimas amenazaron con salir.
-Lamento decepcionarte, linda. Mi amigo y yo necesitábamos algo de diversión.- Dijo con una sonrisa retorcida en su rostro, entretanto sacaba algo de su bota. Una daga con empuñadura roja como la sangre resaltaba en su mano.
Mi respiración se cortó, al no poder creer que al chico que había considerado mi mejor amigo, casi mi hermano fuera a lastimarme.
-Logan no, tú no... Él... Tú...- Tartamudea sin parar, sin poder formar una oración coherente. Esto no podía estar pasándome otra vez, él chico con el que compartí los mejores momentos de mi vida me estaba traicionando.
A veces pienso en mi vida pasada era muy mala para pagar por ello en ésta, o mi idea más positiva era que algo mejor me esperaría en el futuro para compensarme todos los malos ratos que estaba viviendo. Ahora estoy segura que todo eso era una mierda, que no se puede confiar en nadie y que no veo un futuro mejor para mí. Todo lo que creía era falso... Él era falso.
-¡Paris, corre!- La voz de Bacarra me sacó de mis pensamientos y sin pensarlo dos veces, salí corriendo hacia la casa, pero un gran dolor en mi espalda hizo que cayera de rodillas. Intenté levantarme nuevamente y antes de que me pusiera en marcha de nuevo, alguien tomó mi pelo y lo tiró hacia atrás con fuerza, haciendo que suelte un grito de dolor.
-No te vas a escapar tan fácil.- Susurró Logan en mi oído, para luego introducir algo mi espalda. Bajé un poco mi mirada y vi una punta plateada relucía, su daga me atravesó en medio del pecho, dejando que varios hilos de sangre empezaran a brotar. Me quedé sin aliento y las palabras no salían de mi boca. Lo único que hice fue caer boca abajo sin fuerzas y lo último que vi fue a Bacarra correr hacia mí.
Logan había clavado un cuchillo en mi pecho y no tuvo remordimiento alguno, en ese momento comprendí que nunca terminas de conocer a una persona, estás siempre esconden un lado oscuro que nunca llegas a conocer.
No sé qué dolía más, el dolor en mi pecho causado por el cuchillo o el que alguien tan cercano a mí me haya traicionado, pero la paz que empezaba a sentir me bastaba. La oscuridad me empezó a rodear y cansada de luchar, me dejé llevar por ella para que calmara mis dolores. Ya me había cansado de ser yo la que sufra, de luchar por algo que no valía la pena, creo que era momento de dejarme ir de una vez por todas.
Bacarra
No podía seguir presenciando esto sin hacer nada, estaba perdiendo a mis amigos y no me podía quedar de brazos cruzados sin hacer nada por ellos. Estos estúpidos demonios destruyeron todo a su paso pero lo que hizo ese imbécil, cruzó la raya.
-¡No!- Grité mientras dejaba en el piso a Sam con delicadeza, quien aun respiraba pero con dificultad, para correr hacia Paris.
Extraje el cuchillo con delicadeza y rompí mi remera para intentar detener un poco la hemorragia. Respiraba erráticamente y su corazón latía cada vez más despacio. Su temperatura corporal bajó considerablemente, estaba helada. Parecía un ángel que dormía en paz. La recosté en el suelo boca arriba, con la delicadeza de una rosa y me giré para enfrentar a los culpables de todo esto.
-Ustedes dos.- Gruñí con ira. Me acerqué a ellos y usé un viejo poder que me enseñaron unos demonios. Las sombras tomaron sus cuerpos desde los pies, inmovilizándolos del cuello hacia abajo. Entré a la casa y con cuidado tomé uno de mis preciados cuchillos de plata, lo único que puede herir a un demonio. Me dirigí a ellos tratando de relajar mis instintos asesinos, antes de matarlos necesitaba información.
- Bien, antes de terminar con toda ésta mierda, necesito que me digan que le hicieron a Samuel.- Hablé con una tranquilidad que asustaba.
Zankou rio fuerte, como si le hubiera contado una clase de chiste, aunque mi vista se fijó en Logan que se encontraba serio. Me acerqué a él, sabiendo que se iba a doblegar más rápido que su amigo, y de no ser así lo iba a torturar, era él que parecía más débil. Zankou al darse cuenta de mis intenciones, dejó de reír inmediatamente.
-Logan sueltas una sola palabra y juro que voy a ser yo el que se deshaga de ti.- Gruñó mientras yo sonreía con triunfo.
-Bien, querido, juguemos un juego. Me dices lo que quiero escuchar para poder dejarte libre, de lo contrario...- Hice una pausa mientras le enseñaba la daga de plata. Vi como sus músculos se contraían y como algunas gotas de transpiración le caían por la sien- Te torturaré de la peor forma, así que no agotes mi paciencia.
-No te diré nada.- Dijo entre dientes, sabía muy bien que él tenía miedo, pero por desgracia, su respuesta no era la que esperaba.
-No era la respuesta que quería oir.- Le señalé antes de pasar el cuchillo por su mejilla. Soltó un grito desgarrador, pero no iba a detenerme, al contrario, ver la primera gota de sangre caer por su rostro me motivó a seguir. Samuel era el único que podía curarla, era mi única opción.
-Ya basta.- Dijo en un susurró cansado- Lo envenenamos con Talio.- Al escucharlo, se me heló la sangre, provocando que entrara en desesperación, pero mi estado de shock no me permitía hacer algo al respecto.
-Talio.- Susurré en vos baja, con pánico, tenía que encontrar la cura rápido, por suerte en la casa se encontraba un poco de Celacio.
Salí disparado y comencé a subir los escalones de dos en dos para llegar cuanto antes a mi habitación. Abrí el armario azul donde guardaba una variedad sin fin de especias y francos.
-Éste no, éste tampoco... ¡Demonios!- Grité frustrado, hasta que lo divise, el Azul de Prusia o Celacio, era el único antídoto- ¡Eureka!- Sin perder más tiempo, corrí cuesta abajo y vertí el antídoto en la boca de Samuel. Poco a poco volvió a tener color y su herida se estaba curando.
El talio es mortal para los ángeles, evita su curación y puede llegar a enfermar el cuerpo.
Despacio fue abriendo los ojos y se levantó completamente del piso. No había tiempo, tenía que salvar a Paris.
-¡Samuel!- Exclamé desesperado- ¡Paris! Logan clavó una daga en su pecho.- Él abrió los ojos como platos y corrió ayudar a Paris.
Se agachó junto a ella y la abrazó con fuerza. Fruncí mi ceño sin comprender que estaba pasando, él la podía curar. ¿Por qué no lo hacía? Si yo la había dejado con vida en el suelo.
-Ya es tarde...- Empezó a llorar silenciosamente mientras abrazaba el cuerpo de Paris.
-No puede ser.- Dije con la voz rota, Zankou reía divertido, observando todo. A una velocidad sobrehumana corté su garganta, muchas llamas lo cubrieron hasta que desapareció, dejando sólo un rastro de cenizas.
A pasos lento me acerqué a Samuel, para luego acuclillarme a su lado. No podía seguir viendo a mi amigo desmoronarse sobre el cuerpo de Paris, mientras le susurraba palabras a la primera mujer que había cambiado totalmente su forma de ser. Tenía que haber otra opción, no podía estar muerta.
Giré mi cabeza para encarar al último demonio que quedaba vivo y éste se encontraba serio, observando atento la escena.
-¿Acaso no te arrepientes de lo que hiciste?- Solté con rencor en su cara, sujetando la empuñadura de mi cuchillo con fuerza, tornando mis nudillos blancos.
-Hay otra opción.- Murmuró sin dejar de ver el cuerpo de Paris.
-¡Está muerta, no hay otra opción!- Grité furibundo, estaba por asesinarlo cuando sus palabras me detuvieron.
-Se como hacerlo.- Me detuve un segundo, considerando su propuesta. -Yo la puedo traerla de vuelta.
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Editado: 16.03.2019